* El regreso de la criba de seres humanos en las puertas de Auschwits, y el modito con el que los militares argentinos arrebataron a los hijos de los brazos de sus madres
Gregorio Ortega Molina
Las peores pesadillas suelen devenir realidad. Las fotografías de la criba de seres humanos al llegar a Auschwits, o la manera en que los militares argentinos arrancaron a los hijos de los brazos de sus madres, regresan con la estulticia migratoria de Donald Trump. Así actúa para imponer temor.
Descorazonan las respuestas tardías y equívocas de nuestro gobierno y que la sociedad unida aplauda a su presidente constitucional, porque sin detenerse a meditarlo se metió, de lleno, a una riña barriobajera, ni siquiera de pandilla organizada.
A una mentada de madre estentórea gesticulada por Donald Trump, EPN y su grupito de “inteligencia” respondieron con una cuchufleta. El daño humano y económico -que se resentirá al paso del tiempo y no antes de 8 a 12 meses- causado por la política migratoria y los aranceles al acero y el aluminio supera la mordidita a los que impone México a alimentos y bebidas.
La respuesta necesariamente era otra, comparable al daño que se resiente y las muertes que causa el compromiso unilateralmente asumido por el gobierno mexicano, para -en la medida en que su mercado de narcoconsumidores se resiente sin afectar los precios internacionales de los estupefacientes, para no desbalancear las narcoeconomías- contener, con nuestros cadáveres, el tráfico de drogas químicas y naturales que la sociedad de Estados Unidos consume con alegría, para alinearse a los parámetros internos impuestos por sus sistemas de seguridad, a efecto de establecer un control efectivo sobre la <<energía sobrante>>, que daña y cuesta más que las narcodependencias.
¿Qué tan comparables son los beneficios dejados a México por la Iniciativa Mérida, a cambio de tanta pobreza, tanto desaparecido o desmembrado? ¿Y los estragos sociales de la violencia? ¿La deformación que padece el país en su desarrollo, por convertirlo en un verdadero muro de contención al narcotráfico, sólo que dosificado, para que llegue a los consumidores lo que debe llegar, sin desbalancear la economía de mercado de estupefacientes?
Aunque quizá esta Iniciativa Mérida es el menor de nuestros males. La migración, con todo lo que trae y que no desea permanecer en México, favorece la corrupción de las autoridades mexicanas, incide en la intoxicación de relaciones humanas con lo peor, pues desafortunadamente no siempre llega lo mejor, como ocurrió con los exilios español, argentino y chileno, que optaron por nuestras tierras debido a un único mal: la dictadura.
Al puyazo de los aranceles debió responderse con la inteligencia de la diplomacia, con la fuerza de la razón, con los argumentos del más fuerte, porque los mexicanos somos más responsables que la estupidez estadounidense.
¿Por qué hemos de contener en nuestra casa el tráfico de estupefacientes a la suya? ¿Nos pagan lo suficiente? ¿Cómo hacernos aparecer los malos de película y los maltratadores de los derechos humanos, porque acá mueren o son esquilmados y violentados los que en busca del sueño americano atraviesan México? ¿Cómo contribuyen para que nuestras autoridades lo hagan bien? ¿Nos dan tecnología? ¿Construyen y sostienen estaciones migratorias?
Encima, separan a los críos de sus padres, imponen aranceles, como si nos mentaran la madre, y nosotros, tan tontos, nos dejamos y también se las refrescamos. Es nuestro consuelo.
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