* ¿Fue ostentoso Rafael Caro Quintero como Pedro Haces o Arturo Durazo Moreno? Tampoco lo fue Joaquín Guzmán Loera. Su asunto era el poder, no la codicia ni el exhibicionismo. No sabemos, y jamás lo sabremos, qué pretendía hacer con ese poder, aunque lo cierto es que nunca se comportaron como Pablo Escobar, ni quisieron cargos públicos, pues pronto aprendieron de la forma como retribuye la discreción
Gregorio Ortega Molina
Rafael Caro Quintero no cayó por asesino ni por boquiflojo, sólo por enredarse en las faldas equivocadas. De no haber puesto los ojos en Sara Cosío Vidaurri Martínez, el rancho El Búfalo habría producido marihuana unos años más, quizá hasta saldar la deuda externa de ese momento.
Al menos eso afirmó el narcotraficante: si lo dejaban trabajar, pagaría la deuda externa en unos años, lo que despertó codicias entre los políticos mexicanos, destacadamente en Raúl Salinas, Manuel Bartlett Díaz y los que supieron que era necesario que Manuel Buendía Tellezgirón dejara de publicar su Red Privada.
Caro Quintero intuyó, supo, comprendió que el dinero del narco de nada serviría si, como destino, sólo adquiría protección para él y los suyos. Entendió que México necesitaba desarrollarse de otra manera para que la riqueza fluyera y la economía creciera. Se percató de que enterrar los narco-dólares no servía a nadie, y que era mejor contribuir con las autoridades para que los miserables dejaran de serlo. La pobreza únicamente se combate con inversión productiva, y con ciudadanos sanos y capaces de entender su función en la sociedad y frente al gobierno.
Hasta aquí la hipótesis, pues la aeropista de Agualeguas definió la relación entre políticos y narcotraficantes. Obvio, nunca o muy difícilmente podrá exhibirse esa complicidad con pelos y señales, pero lo cierto es que, en un momento de la estrategia de desarrollo, sí se pensó en el uso de la narco economía para recomponer las finanzas nacionales, pero el destino fue el bolsillo de políticos y familiares y uno que otro militar, como lo muestra que decidieran ejemplificar con José de Jesús Gutiérrez Rebollo. Mucho se dice de Juan Arévalo Gardoqui y Salvador Cienfuegos, pero ¿quién se atreve a abrir la boca?
¿Fue ostentoso Rafael Caro Quintero como Pedro Haces y Arturo Durazo Moreno? Tampoco lo fue Joaquín Guzmán Loera. Su asunto era el poder, no la codicia ni el exhibicionismo. No sabemos, y jamás lo sabremos, qué pretendía hacer con ese poder, aunque lo cierto es que nunca se comportaron como Pablo Escobar, ni quisieron cargos públicos, pues pronto aprendieron de la forma como retribuye la discreción.
El lujo de Rafael Caro Quintero fue exhibirse con Sara Cosío Vidaurri, y eso lo pagó con su libertad, lo demás es anecdótico.
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