* La IV República necesita de una prensa independiente y sin presiones, para que no ocurra lo que hoy sucede en los medios
Gregorio Ortega Molina
La relación entre la prensa y los poderes públicos siempre ha sido de confrontación. El nivel de enfrentamiento varía según las épocas y quienes encabecen los Estados en conflicto con la sociedad; también es diferente el comportamiento de los dueños de los medios con los periodistas y opinadores. En algunas naciones son unidos, en otras caminan por rumbos distintos.
Actualmente se vive una abierta lucha entre la prensa y Donaldo Trump. En un editorial de 500 palabras publicado el 16 de agosto último por The New York Times se define así: “El debate público es una obligación política, dictaminó el Tribunal Supremo en 1964. Ese debate debe ser desinhibido, vigoroso y abierto, y puede llegar a incluir ataques vehementes, cáusticos e incluso desagradablemente ácidos contra el gobierno y las autoridades públicas.
“En 2018, algunos de los ataques más destructivos proceden de miembros de la administración. Criticar a los medios de comunicación por dar una importancia excesiva o demasiado escasa a una noticia o por ofrecer datos equivocados es perfectamente legítimo. Los periodistas y sus redactores jefes son humanos y cometen errores, y corregirlos es uno de los elementos cruciales de nuestro trabajo…
“Estos ataques contra la prensa son especialmente peligrosos para los periodistas que trabajan en países con un Estado de derecho más precario y, en Estados Unidos, para las publicaciones pequeñas, ya golpeadas por la crisis económica en el sector. A pesar de esa situación, los periodistas de esos medios siguen dedicándose a la difícil tarea de hacer preguntas y contar las historias que, sin ellos, no sabríamos…
“En respuesta a un llamamiento llevado a cabo la semana pasada por The Boston Globe, The New York Times ha decidido unirse a cientos de periódicos, que abarcan desde diarios de grandes ciudades hasta pequeños semanarios locales, para recordar a los lectores el valor que tiene la prensa libre en Estados Unidos. Estos editoriales, de algunos de los cuales hemos publicado fragmentos en nytimes.com/opinion, son una defensa conjunta de una institución fundamental para nuestro país.
“Por favor, suscríbanse a sus periódicos locales, si no lo han hecho ya. Elógienlos cuando crean que han hecho algo bien y critíquenlos cuando piensen que podrían hacerlo mejor. Estamos todos juntos en este empeño”.
Omití algunos párrafos por considerarlos innecesarios para nuestra historia. La apuesta al cambio, la regeneración nacional implica libertad de expresión, convoca a los medios electrónicos, impresos y redes sociales para modificar la historia de la prensa en México, que debe apostar a los lectores y anunciantes y aprender a no vivir de la publicidad oficial.
El cambio necesita iniciar con la transformación de las relaciones entre los propietarios de los medios y sus empleados y colaboradores, porque la responsabilidad de informar y opinar también recae en quienes pagan la nómina, aunque sea magra o, como en el caso de los opinadores, no exista, porque todavía viven en la época del coronel García Valseca: <<les doy el espacio, que ellos se las arreglen>>. Esto debe terminar.
La IV República necesita de una prensa independiente y sin presiones, para que no ocurra lo que sucede en los medios.
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