* Las fosas clandestinas que “mechan” el territorio nacional son las de la guerra al narco y los abusos del Estado; antes de taparlas alguien con un arma en la mano observó la acumulación de los cadáveres. No hay sanciones. Importa más detener esta muerte anónima y brutal que castigar con cárcel a los corruptos que están a punto de refugiarse en sus hogares
Gregorio Ortega Molina
Insisto en la observación: sin desagravio no habrá gobernabilidad. ¿Será que desagraviar es meter en chirona a los corruptos? Nada más limitado y torpe. Consiste en enderezar el rumbo, en recuperar esos conceptos absorbidos y defecados por la globalización: patria, solidaridad, nación, proyecto nacional, decoro, ética, cultura, educación, dignidad. Reconstruir las instituciones para poder gobernar.
El dilema es grande y requiere reflexión. El saldo de las precampañas es alarmante, porque confronta a los electores con un páramo: los aspirantes al poder son incapaces de comunicar una propuesta inteligente; presentan sus cartas credenciales sirviéndose de promesas vacías. Para mayor azoro, ninguno de los tres tiene idea clara de lo que es el Estado y lo que significa servirlo; tampoco de conceptos como patria y nación. Bordan su retórica política en un discurso sobre un futuro prometido al menos desde 1976. No administramos la abundancia, tampoco ingresamos al Primer Mundo, estamos lejos de que la globalización y el libre comercio signifiquen una mejora tangible para la mayoría de los mexicanos.
¿Cómo evitar que nos tomen el pelo como cada seis años? Es preciso poner distancia para ver el bosque en su totalidad, porque como advierte el epígrafe usado por Timothy Snyder para dar contexto a Sobre la tiranía: “En política que a uno lo engañen no es excusa”. Reflexión de Leszek Kolakowski.
Con cada uno de los tres postulantes a la silla del águila corre el riesgo de escorar más hacia la derecha, y al hacerlo, deslizarse a la tiranía, como si fuese una invitación a La fiesta del chivo. Esto no significa que carezcamos de herramientas para que, con cualquiera de los tres que acceda al poder, nos las ingeniemos para enderezar el rumbo, pero lo ideal es que los sufragistas acertemos al momento de emitir el voto para elegir al menos dañino para la nación, pues nunca es suficiente el tiempo para arrepentirse.
Ellos mismos y el sistema de gobierno acotaron la elección presidencial a modo de referéndum o plebiscito: la globalización y el libre comercio (a pesar de la incertidumbre sobre el TLC), o el desastre.
Lo que ofertan los candidatos como placebo de ideología y programa, sólo son promesas fáciles que saben que no cumplirán, pero nadie replantea la necesidad del proyecto de nación y de la reforma del Estado, porque carecen de ideas y de mujeres y hombres profesionales para enderezar el rumbo y consolidar una reconciliación nacional que evite los coletazos reales del monroísmo trasnochado de Donald Trump, de su guerra económica, de las torpezas de Luis Videgaray Caso.
Abramos los ojos y la razón a lo que Timothy Snyder recupera para sus lectores: “La desigualdad conlleva inestabilidad… las sociedades pueden quebrarse, las democracias pueden caer, la ética puede venirse abajo, y un hombre cualquiera puede acabar plantado al borde de una fosa de la muerte con una pistola en la mano… Tanto el fascismo como el comunismo fueron reacciones a la globalización: a las desigualdades reales o imaginadas que creaba, y a la aparente impotencia de las democracias para afrontarla…”.
Las fosas clandestinas que “mechan” el territorio nacional son las de la guerra al narco y los abusos del Estado; antes de taparlas alguien con un arma en la mano observó la acumulación de los cadáveres. No hay sanciones.
Importa más detener esta muerte anónima y brutal que castigar con cárcel a los corruptos que están a punto de refugiarse en sus hogares. Habrá otras maneras, como el escarnio, para que aquí y en el mundo los vean como realmente son, pues la mona aunque de seda se vista, corrupta se queda.
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