La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Por desgracia, el falso mesías no tiene chistera
Uno de los fenómenos ocurridos, durante el gobierno del presidente López Obrador, del cual no tenemos, aún, idea de la magnitud, es el de la devaluación de la infraestructura gubernamental, a partir de los recortes draconianos que se dieron para construir las obras faraónicas y fortalecer los programas sociales.
No tan sólo hubo ‘tijeretazos’ en la compra de insumos (vacunas, quimioterapias y computadoras, entre otras cosas), y en la disminución presupuestal de las dependencias en hasta dos terceras partes, como el caso de la CONADE, sino, en el tema del mantenimiento.
Carreteras estatales, elevadores del IMSS, el Metro, soporte técnico al sistema informático del Ejército, en fin, un variopinto de situaciones, que han erosionado la infraestructura gubernamental y que, en algún momento, se tendrán que reparar, pero, a un costo monumental.
La fórmula fue sencilla, recortar lo que se pudiera y reasignar a las becas, y, el otro mecanismo, consistió en el subejercicio presupuestal, para después devolverlo a la Tesorería de la Federación y de ahí: a Dos Bocas, el AIFA y el Tren Maya.
Se puede argumentar que se utilizó en buenas causas y, en efecto, destinar ayuda a los sectores vulnerables es correcto, las mega obras estará por verse su beneficio, sin embargo, el costo ha sido para el aparato estatal, lo cual no es anecdótico, porque ha causado muertes, la más reciente, un trabajador de Radio Televisión de Veracruz.
Esta bomba no hace tic-tac, tic-tac, pero, de que estalla, estalla.