En alusión a la novela de Edith Warthon y su mensaje último; el permanecer fiel a un recuerdo, resulta inquietante el hecho de que muchas personas de edad avanzada no aceptan la posibilidad de una verdad o existencia contrariante a sus anhelos, a cambio prefieren evadir la realidad.
Hasta hace relativamente pocos años tal circunstancia, al menos para mi, era observada en adolescentes, jóvenes y adultos que atesoran y gozan de un optimismo delirante.
Pero hoy doy cuenta de la participación activa de adultos mayores con preparación académica arriba del promedio y una situación socioeconómica envidiable sujetos a esa empresa de la felicidad artificial.
Obviamente no soy adepto a el optimismo ramplón ni mucho menos la esperanza cegadora que se inyectan a modo de droga millones de personas que viven permanentemente en una inconsciencia autoprocurada. Esta felicidad o falta de ella consiste en su mayoría de factores materiales, frívolos, egoístas y siempre dependientes del consenso grupal, como si la opinión de varios inconscientes tuviese mayor importancia que la de uno solo.
La inconsciencia resulta de la incapacidad para el auto-reconocimiento, el reconocer el entorno real, su verdadera trascendencia e importancia para nosotros y desde luego para quienes nos rodean puesto que son parte del entorno.
Esta condición de inconsciencia es resultado de varios o muchos distractores adoptados por supuesta “voluntad” o condicionados por agentes parásitos.
¿Realmente existen personas inconscientes por decisión propia? Shoppenhauer planteaba la conciencia como la facultad de conocer y la voluntad como el querer, a su vez el querer dirigido a un objeto que por necesidad debía ser valorado por el conocimiento. Pero también se planteaba la dependencia de la voluntad ante la libertad, libertad que el mismo Shoppenhauer definía, en resumen, como imperfecta o al menos parcial.
Lo anterior, aplicado al “querer ser inconsciente” me lleva a concluir que el entorno (procurado por la familia, sociedad y cultura) es a la vez lo que deftermina la voluntad y solo la rebeldía motivada por la curiosidad ante el desconocimiento real del entorno puede develar el conocimiento. Así el conocimiento por si solo no implica consciencia, al igual que la experiencia tampoco por si misma, la voluntad en breve arranque de liberación es lo que genera una avalancha que unida al conocimiento resultan en consciencia.
Por lo tanto, las personas sumisas, cómodas, optimistas, pletóricas de felicidad, esperanzadas, acaudaladas o religiosas difícilmente alcanzarán la verdadera consciencia por que se disocia la “voluntad” de la rebeldía.
Guiseppe Ingegnieri escribió “Juventud sin rebeldía es servidumbre precoz” y esta declaración se puede aplicar a cualquier edad del ser humano, hoy día la tecnología y la maravilla llamada red (web) nos coloca en acceso total y continuo ante la información y posibilidad de conocimiento solo comparable (con toda reserva ante la dimensión del acceso y popularidad de cada medio) a la época de la imprenta. Pero se desperdicia semejante filón interminable de información por que la rebeldía se disociada del conocimiento.
¿Por qué agentes parásitos? por que los agentes supuestamente ajenos a la “voluntad” del ser inconsciente son aquellos que anidad, viven, se alimentan y crecen en nuestras mentes, en nuestras familias y en nuestra sociedad, por que a base de procurarnos indolencia e ignorancia, generando miedo, inseguridad, prejuicio, molicie, sumisión, pobreza, desigualdad, inequidad, ambición, egoísmo y ofertando supuestos placebos en forma de promesas, esperanzas y fe se alimentan de nosotros, siempre atentos ante la posibilidad de conjunción entre rebeldía y conocimiento para evitarla.
Es triste observar adolescentes mal educados y rebeldes o faltos de rebeldía y adoctrinados, pero es muchísimo más triste escuchar y ver personas mayores con “voluntad de vida” sin consciencia… es devastador atestiguar una larga vida, canas y arrugas que surcan el rostro y comprobar que su existencia se continua apegando a un patrón, a una plantilla, a un manual, a una doctrina parasitaria de inconsciencia.
La diferencia es que en los adultos mayores el reconocimiento de una existencia terrena que finalizará es de repente ineludible y provoca, en algunos, inquietud obvia por el último y más importante juicio durante la vida… el juicio propio.
De esta manera en nuestra sociedad mexicana se piensa que la edad de la inocencia termina al conocer en su contenido, no en su calidad, la sexualidad humana, otros consideran que la inocencia se termina con la primera relación íntima, también se considera perdida la inocencia al conocer la diferencia entre el bien y el mal, con su cancerbero, la moralidad.
Pero uno u otro disfrazan la realidad, la inocencia se pierde cuando se descubre la consciencia.
-Victor Roccas