No en vano se llama el Tercer Polo, la Meseta Tibetana forma la mayor parte de una vasta zona montañosa de hielo y glaciares que cubre unos 100.000 kilómetros cuadrados de la superficie terrestre.
Es un paisaje frío, árido e implacable que no podría ser más diferente de las cálidas llanuras y valles que dieron origen a nuestra especie.
Sin embargo, durante miles de años, la meseta tibetana ha estado ocupada por el Homo sapiens y ha visto el establecimiento de sociedades agrícolas y el crecimiento de religiones, reinos e incluso imperios.
Cómo los humanos lograron no solo subsistir sino prosperar en este paisaje de gran altitud es una pregunta que ha desafiado a los investigadores durante décadas, y que también nos ha cautivado a nosotros.
Sabemos que parte de la respuesta se encuentra en los genes tibetanos y en una adaptación única que permite a las personas que viven en la región usar el oxígeno de manera más eficiente, evitando los efectos potencialmente letales de la hipoxia (la condición que surge de la falta de oxígeno).
Pero tan importante como evitar la hipoxia era encontrar suficiente comida en el ambiente impredecible, helado e hiperárido de la meseta.
Nuestra investigación, publicada hoy en Science Advances, se propuso observar más de cerca las dietas tibetanas tempranas.Para hacer esto, examinamos una placa dental antigua, una rica fuente de información dietética.
Nuestros resultados muestran que un alimento en particular puede haber sido crucial para la ocupación y expansión humana sostenida en la meseta tibetana: la leche.
Los beneficios de no cepillarse
Sin dentistas, la gente antigua a menudo acumulaba gruesas capas de placa, también conocida como cálculo, en sus dientes.
La paleoproteómica nos permite observar tipos de alimentos, como la leche, que no son visibles a través de enfoques arqueológicos tradicionales, e identificar individuos específicos que los consumían.
Nuestro estudio analizó todos los restos óseos humanos disponibles en la meseta: un total de 40 individuos, que datan de hace entre 3500 y 1200 años, de 15 sitios muy dispersos.
«Nuestro trabajo arrojó resultados fascinantes. En los dientes de muchas de estas personas se conservaron fragmentos de proteínas derivadas de productos lácteos. Las secuencias de proteínas mostraron que la leche se originó en animales domésticos de rebaño: ovejas, cabras y probablemente yak».
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