La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Lo único garantizado, es que les guardarán un minuto de silencio
El pasado 27 de marzo, un incendio en una estación del INM en Ciudad Juárez, que cobró la vida de 40 personas, puso en la palestra el fenómeno de los trabajadores migratorios, al grado de que el sacerdote Alejandro Solalinde, señaló que el presidente López Obrador, crearía una nueva dependencia para atender el problema.
El tiempo pasó y apenas sepultada la hecatombe en un aluvión de nuevas noticias, el gobierno federal olvidó el asunto, dejando en manos de la FGR, castigar a los responsables, además de patear el bote, respecto de un relevo del comisionado Francisco Garduño.
Justamente, el pasado fin de semana, nos enteramos que personal de Migración, rescató a 182 centroamericanos abandonados en un tráiler en el municipio de Puente Nacional, Veracruz, lo que nos indica que el tránsito de trabajadores migratorios es continuo, no obstante, son invisibles para las autoridades y buena parte de la sociedad.
La cuestión de fondo, radica en que las causas estructurales que provocan dichos flujos migratorios, no son, ni de lejos, corregidas, todo se limita a discursos bien intencionados, basados en la visión idílica de dar bequitas para paliar la expulsión de fuerza de trabajo hacia los mercados laborales del Norte e, incluso, de ciertas economías de enclave ubicadas en el subcontinente.
El fenómeno es añejo, con algunas excepciones, se origina en los años cuarenta del pasado siglo, mismo que se vio incrementado a partir de la crisis del fordismo y la aplicación del paradigma neoliberal, que replanteó la división internacional del trabajo.
Sin embargo, no existen políticas públicas, ni en México, Estados Unidos y el resto de Latinoamérica, para combatir la migración laboral, ni las lacras que surgen en el entorno, como la Trata y la extorsión, hasta la siguiente tragedia, el tema será invisible.