Luis Farías Mackey
La siempre actualizada Olga Leticia Chavéz Rojas, cerró su parlamentaria intervención con un “Actualícense, ignorantes”.
Con su preparatoria terminada, dice; esta mujer acudió a la “Inteligencia Artificial” para leer en 15 minutos la iniciativa y dictamen de la Ley de Seguridad, el último de sólo 205 cuartillas.
El hecho lo expresa todo: ni con inteligencia artificial entienden que no entienden.
Legislar no es leer, así sea en lectura rápida.
Legislar es un proceso de creación, un tejido de ordenamientos que deben de ajustarse perfectamente a las conductas que se quieren regular y que deben ser viables y eficaces.
Hay en su expresión mucho de pensamiento mágico: basta con promulgar una ley para que el asunto quede resuelto. Muchos gobernantes presumen como solución la emisión de una ley, cuando la ley es sólo un instrumento de un procesamiento multicausal y multidisciplinario. La ley prohíbe matar, y en México se mata de mil maneras. La pandemia es un buen ejemplo.
Pero regresemos a la ley como un acto creador.
Toda creación conlleva esfuerzo, paciencia y tiempo. “¿Cuándo acabarás?”, preguntaba Julio II a Miguel Ángel, tras años de pintar paredes, techo y altar de la capilla Sixtina. “Cuando acabe”, contestaba aquel. Y no exagero al mezclar los temas, legislar es en cierta forma una obra de arte. Cuando las leyes lo son, perduran, cuando no: son como nuestras reformas, que, aún vigentes, carecen de vida y eficacia.
Legislar demanda, primero, conocer en detalle el asunto a normar y saber qué solución se le persigue dar. La ley impone una conducta entre innumerables conductas posibles: entre todas, una conducta debe ser, para que, así, un fin sea, se logre, se alcance. La ley, entonces, es, de entrada, un problema de comprensión, principios, valores y fines.
No hay buen viento para el que no sabe a qué puerto se dirige, incluso con Inteligencia Artificial.
La ley sigue a la sociología, la segunda describe un fenómeno social y la primera intenta resolverlo, imponiendo la que estima la conducta correcta y sancionando las que no. Pero ello no es un problema de lectura rápida, es un esfuerzo paciente de, nuevamente entendimiento y comprensión, deliberación y de creación.
Las leyes en microondas son todo, menos leyes.
No se trata sólo de su imposición. Las leyes tienen que poder poder. Podrán ser impuestas por la fuerza, pero su coacción no necesariamente es efectiva, es decir, logra lo que busca, su poder no puede, es impuesto pero impotente.
La ley, además, es un sistema lógico, casi matemático, donde todas las piezas en juego deben embonar perfectamente. Lo que hemos visto de la reforma judicial es prueba fehaciente en contrario de lo que digo: ni sus autores pueden interpretarla, ni con toda la fuerza del Estado pudieron hacerla viable, entendible, aplicable, creíble. Sus productos nacieron maculados por ella y gozarán de su mismo prestigio.
Finalmente, la inteligencia artificial puede procesar a velocidades más allá de lo humano una gran cantidad de datos, también fuera del alcance de nuestras posibilidades: grandes volúmenes de datos a velocidades cibernéticas. Pero la creación no es datismo (ver mi libro: “La caverna digital”, en Amazon). El pensamiento empieza donde acaba el saber, pensar es comenzar algo nuevo, rasgar la oscuridad para crear algo que aún no existe. Y para ello la velocidad y los volúmenes poco importan. La creación siempre es germinal, paciente, humilde.
Y nuestra preparatoriana diputada se equivoca cuando grita: “actualícense, ignorantes”, porque el pensamiento no es un problema sólo de conocimiento, aunque sí de humildad: cuando se sabe que lo que se sabe ya no es suficiente, que frente a uno hay una situación límite tras la cual queda la oscuridad infinita, cuando con Sócrates se acepta que “sólo sé que no sé nada”, entonces empieza el parto creador del pensamiento. Comienza, en palabras de Agustín de Hipona, “un nuevo comienzo”.
Leer con inteligencia artificial, concediéndole a la diputada que sabe leer, no es legislar, ello implica un ejercicio de comprensión y luego otro, aún más difícil arte de creación. https://bit.ly/2Le93fx
No es un problema de actualización, tampoco de partos de los montes, menos de una epifanía iluminadora, por supuesto, no de mayorías ignaras; lo es para lo que hizo su aparición el hombre en el universo: “para que hubiera un comienzo”. Algo nuevo y diferente.
Por tanto, ni con Inteligencia Artificial, la diputada Chavéz Rojas, ni sus compañeros de la mayoría espuria, podrán, aun volviendo a nacer, crear buenas leyes, leyes que puedan poder. Repito, podrán someter, pero no alcanzar fin ni bien alguno. Ellos habrán de cosechar, antes que nosotros, los frutos podridos de su hacer.
Imposible pedirle a la diputada que se actualice, porque ya lo está, pero tampoco que piense. Quo natura no dat, Congreso non praestat.
PS. Y ya que tiene en sus filas a un portento como esta otra olguita, bien haría la presidente de utilizar su inteligencia artificial para resolver en 15 minutos el desabasto de medicinas.