Ricardo Del Muro / Austral
Joseph Pulitzer (1847–1911), un personaje fundamental en la historia del periodismo moderno, defendía la libertad de prensa como una obligación ética y un pilar esencial de la democracia y la justicia. Sus diarios, sobre todo el New York World, se convirtieron en una “tribuna del pueblo”, vigilante ante los abusos del poder político y económico.
“Sólo existe un medio para sostener en pie una democracia en cuanto a su conducta individual, social, municipal, estatal y nacional, y es manteniendo al público informado de lo que sucede. No hay delito, trampa, engaño, ni corrupción que no sobreviva en el secreto. Pongamos esas cosas en descubierto, describámoslas, ataquémoslas, ridiculicémoslas en los diarios, y tarde o temprano la opinión pública se encargará de barrerlas”, escribió este editor y filántropo, promotor de la primera escuela de periodismo en el mundo (instaurada en la Universidad de Columbia en 1912) y del premio que lleva su nombre para reconocer la excelencia en el periodismo, la literatura y la música, que son dos instituciones que hasta la fecha están vigentes.
En los momentos de cambio político más intensos, cuando las pasiones se desbordan y las ambiciones se radicalizan, el periodismo se convierte en uno de los pilares esenciales de la democracia. México atraviesa actualmente por un momento especialmente delicado: una transición política marcada por tensiones crecientes, una retórica cada vez más agresiva de los actores en pugna (Morenistas y opositores) y un entorno hostil para quienes ejercen la libertad de expresión.
En este contexto, el reciente informe de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) no podría ser más oportuno. El documento advierte sobre el deterioro de las condiciones para el ejercicio del periodismo en México: censura directa e indirecta, estigmatización de periodistas desde las tribunas oficiales, acoso digital, presiones económicas y una violencia que, tristemente, ha convertido al país en uno de los más peligrosos del mundo para ejercer la labor periodística.
Tal parece que el exceso poder (partidista) ha generado un síndrome de censura extrema en la actual clase política – que también podría calificarse como la generación política de “piel delicada” – donde la SIP ha documentado excesos de autoritarismo que han llegado a situaciones ridículas.
Estos han sido los casos de Campeche donde un tribunal local obligó a un medio a someter su contenido a la revisión previa de un interlocutor judicial – ; la “violencia digital” en Puebla y el extremo del Tribunal Electoral que sancionó a la ciudadana Karla Estrella Murrieta a pedir disculpas en redes por 30 días a “dato protegido”, única forma de referirse a su acusadora Diana Karina Barreas, diputada del PT. O el caso del Instituto Nacional Electoral (INE) que exigió al medio digital La Silla Rota que entregara documentos, video y fuentes vinculadas a una investigación sobre la presunta entrega de “acordeones” en la elección judicial del primero de junio, aunque nada tuvo de “presunta” porque fue una irregularidad que se volvió viral y la vieron millares de personas.
Cuando los liderazgos políticos se aferran al poder o buscan imponer una sola narrativa, la prensa libre es el contrapeso natural. Hoy, más que nunca, México necesita un periodismo crítico, riguroso y valiente que no tema incomodar ni ser incómodo. Porque si se debilita la prensa, lo que se debilita es el derecho de la ciudadanía a saber, a cuestionar, a participar en los asuntos públicos con información veraz y contextualizada.
La historia del periodismo mexicano ofrece ejemplos luminosos de cómo la prensa han sido un faro en momentos oscuros. Excélsior, en su época dorada bajo la dirección de Julio Scherer García, se convirtió en una trinchera de libertad en medio de un régimen autoritario. Unomásuno, en sus primeros años, bajo la dirección de Manuel Becerra Acosta, abrió espacio para el pensamiento crítico y la pluralidad ideológica.
Medios como Política, Por Esto, el Semanario Zeta y muchísimos más que se editan en todos estados y en los municipios más alejados del país, han resistido las presiones del poder y con valentía, a pesar del doloroso costo que esto ha significado, incluso agresiones y asesinatos de compañeros periodistas, se han abierto caminos en defensa de la libertad de expresión.
Las redes sociales, los noticieros radiofónicos y de televisión, definen cuáles son las noticias del día, pero sólo el trabajo profesional de la prensa permite contextualizar, analizar, debatir e incluso señalar la trascendencia de un hecho noticioso. Un buen periodista, señalaba Arthur Brisbane, otro destacado editor de la época de los grandes diarios estadounidenses, es aquel que sabe ver las cosas con claridad y describirlas con sencillez.
Más allá de los avances tecnológicos, que por supuesto, son muy importantes en nuestro trabajo de comunicación, el cuerpo y el alma de un diario, como Ultimátum que ha cumplido ocho años al servicio de la sociedad chiapaneca, radica en los principios y valores de la democracia como son pluralismo, imparcialidad, igualdad, tolerancia, paz y sobre todo, lo principal : la búsqueda de la verdad y el respeto a nuestro público lector y a la sociedad chiapaneca y mexicana.
Al celebrar el Octavo Aniversario del diario Ultimátum, el director general, Amet Samayoa Arce, reiteró que nuestro compromiso está inalterable y nuestra decisión es indeclinable. Seguiremos consignando los hechos con ética noticiosa, con reposada reflexión y con la dignidad que solo los hechos irrefutables pueden sostener. RDM