EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Bárbara Jacobs (1947-).
Ciudad de México, sábado 11 de enero, 2020. – “Leer, escribir son mis mejores maneras de estar en el mundo, de comunicarme conmigo misma y con los demás. De lo que se sigue que la literatura es cada vez más toda mi vida y mi vida es cada vez más pura literatura”, dice Bárbara Jacobs en Rumbo al exilio final (Ediciones Era, 2019).
Cuando terminé de leer este pequeño libro (98 páginas) me dio una cierta nostalgia. Se me hubiera antojado que nos contara más cosas de su vida y de sus obras, plenas de anécdotas escritas como ella sabe hacerlo con un estilo sobrio, puntualizando algunas cosas con destellos de buen humor, como si fueran fuegos artificiales a pesar de que ya sabemos que “el hubiera” es una abstracción y una perpetua posibilidad, como decía T.S. Eliot.
Durante la lectura compartí con ella la manera de prepararse para el exilio recordando, entre otras cosas, lo que decía Rilke:
¿Quién nos conformó así
que hagamos lo que hagamos,
tenemos siempre la actitud
de quien se va?
Son varios los cruces en donde me he encontrado a Bárbara: en 1970, cuando la reconocí en el taller del cuento con Monterroso; en 1981 como editor, cuando le publiqué Doce cuentos en contra y, después, de manera virtual, a través de la lectura de sus libros. Por todo esto, puedo decir, sin duda alguna, que es una de las escritoras más cultas de América.
Como les decía, la conocí en el taller del cuento cuando ella, por su cuenta y riesgo conoció al maestro Monterroso… “en aquella primera sesión cuando apareció con su delgado libro, Obras completas (y otros cuentos) bajo el brazo… y tal vez porque me vio sonreír y entendió el motivo de mi sonrisa antes de sentarse en la silla a mi lado…”, tal como sucedió el miércoles 7 de octubre de 1970 en Difusión Cultural de la UNAM, en el piso 10 de la Rectoría, taller al que también me inscribí. Cuando entré al salón y la vi al lado de Monterroso sabía lo que estaba pasando. Desde entonces, hasta nuestros días, sabemos el uno del otro.
En aquel entonces, cuando Bárbara ofreció una comida en el jardín de su casa en Chimalistac, su madre, una bella y encantadora mujer, me tomó del brazo y me llevó aparte para confesarme su apuración: “¡es veintiséis años mayor que Barbarita!”. Lo único que se me ocurrió decirle fue que no se preocupara, que Tito era un gran Maestro de literatura y que los dos hacían una buena pareja.
Bárbara y Monterroso vivieron juntos treinta y tantos años. Después de haber enviudado en el 2003, decidió vivir con Vicente Rojo, amigo, diseñador y artista genial de quien Bárbara dice que “propició que mi capacidad de iniciativa propia amaneciera, despertara, se desarrollara y creciera.”
En Rumbo al exilio final nos damos cuenta qué tan buena escritora-lectora y, por eso, dice que La buena compañía (Era, 2017) es su testamento literario, un canon que no tiene pierde.
Rumbo al exilio final empieza y termina con este poema que, como flecha que nos atraviesa el alma:
I am getting ready to go.
I step into the rain
and walk on stones.
Me preparo a partir.
Me integro a la lluvia
y camino sobre piedras.
Poema que he guardado en el móvil con unos fragmentos de Rilke, el Madrigal de Cetina, uno de Lugones y el Soneto de Leduc, fragmentos que leo para pisar tierra y poder seguir soñando.
No sé por qué al final de la lectura de Bárbara tuve un dejo de tristeza. Pensándolo bien, me hubiera gustado que se hubiera soltado el pelo y hubiera escrito largo y tendido como Proust En busca del tiempo perdido, pero, cuando leo en las últimas líneas que si su exilio “final tuviera lugar ahora, aun cuando fuera en este mismo instante, me exiliaría en paz”, entonces, respiro hondo, cierro el libro y creo que me gustaría decir lo mismo que ella y, en todo caso, poder exilarme también en paz.