La terquedad en la política es una espada de dos filos, pues si bien en un sentido positivo se puede asociar a la constancia y a la tenacidad, también es cierto que puede derivar en pertinacia que nuble la razón y la toma de buenas decisiones. Son incontables los ejemplos presentes y pasados en México, la figura de Don Venustiano Carranza es tal vez uno de los más gráficos y dramáticos de ellos.
El Presidente Carranza representa una figura de primer orden en siglo XX mexicano, un hombre de incontables virtudes, talentos, así como la visión para convertir a México en un país de leyes e instituciones tras las aciagas jornadas de la revolución mexicana. Don Venustiano provino de una estirpe juarista y republicana a través de su padre Don Jesús, un connotado liberal que sirvió con su espada y bolsillo a la patria a lo largo de la Gran Década Nacional, a su vez también formó parte del esfuerzo para colonizar el indómito norte mexicano, sobre todo tras la cruda experiencia de la guerra con los norteamericanos.
El patriarca supo transmitir ese espíritu a sus hijos y en particular a Venustiano, quien de adolescente partió a la Ciudad de México a estudiar en San Ildefonso, en la Escuela Nacional Preparatoria fundada por Gabino Barreda, ahí vivió dos desencantos, uno amoroso al no ser correspondido por Ana Martí hermana del héroe cubano y quien murió a los pocos meses de su llegada a México para reencontrarse con su hermano y otro profesional, al no poder estudiar medicina por padecimientos de la vista. Para fortuna de México, Don Venustiano volvió al norte y en vez de medico se convirtió en prócer.
Poco después fue inevitable que el entonces joven Venustiano se involucrara en la política coahuilense, primero como alcalde de su natal Cuatro Ciénegas, luego como senador cercano a Bernardo Reyes, e intento también ser gobernador de su estado, al no ser favorecido, se alejó del régimen. De cualquier forma, para 1910 era ya un hombre maduro y avezado y aunque no lo convenció de todo el maderismo se unió al movimiento revolucionario. Madero lo invitó como Secretario de Guerra maderista y ahí fue un testigo de primer orden de los acontecimientos que derivaron en los acuerdos de Ciudad Juárez y la renuncia de Don Porfirio. Don Venustiano Carranza se opuso a que se pactara con los vencidos, no le vio sentido a ello, entonces le compartió a Madero una frase profética: “Revolución que transa se suicida” los hechos que llevaron a la muerte a Madero en febrero de 1913 le dieron la razón.
Al momento de los asesinatos de Madero y Pino Suarez, Carranza era Gobernador de Coahuila, con enorme arrojo y dignidad, se negó a reconocer el gobierno golpista del Chacal Huerta, pidió facultades extraordinarias al Congreso de su Estado, se levantó en armas, la mayoría de los mexicanos lo secundaron, formó el Ejército Constitucionalista del cual fue su Primer Jefe y encargado del Poder Ejecutivo y para agosto de 1914 victorioso derrotó a Huerta y entró a la Ciudad de México.
Pareciera que hasta ahí llegaría la revolución, pero no fue así, Villa y Zapata se negaron a someterse al Primer Jefe y lo desconocieron en la Convención de Aguascalientes. La Guerra Civil entró en su fase más cruenta, los Carrancistas al mando del brillante Obregón derrotaron a los Villistas en el Bajío desarticulando a la poderosa División del Norte, Zapata fue acorralado en la sierra de Morelos y Carranza a pesar de contar con regiones sin pacificar, controló el país. Fue cuando despuntó como Estadista, creó instituciones, sentó las bases para reorganizar el ejército, fue hábil en la política exterior y consumó su obra magna: la Constitución de 1917, poco después fue electo Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
1919 fue un año convulso, por un lado, logró abatir a Zapata en abril y fusilar a Ángeles en noviembre, sin embargó llegó el periodo electoral para sucederlo. Carranza era un profundo conocedor de la historia de México y sostenía no sin tino, que el país no alcanzaría la estabilidad hasta en tanto el poder no se transmitiera a los civiles, sin embargo el candidato natural , con mayores simpatías y popularidad era el General Obregón, Carranza se negó obcecado a apoyar a su antiguo subordinado e impuso al desconocido Ingeniero Bonillas como su candidato, el pueblo ágil y mordaz apodó a Bonillas “ Flor de Té” en alusión a una comedia musical que versaba sobre una niña desconocida y perdida en el bosque llamada Flor de Té.
La Situación se salió de control y Obregón seguido por la mayoría del Ejército se pronunció bajo el Plan de Agua Prieta y se levantó en armas. Los rebeldes se aproximaron a la Ciudad de México, Carranza obstinado una vez más desoyó el consejo de su Secretario de Guerra el General Urquizo de partir en un grupo pequeño a Veracruz, al contrario, ordenó un convoy de más de 60 trenes que debían cruzar territorio ocupado por el enemigo.
La marcha fue cruenta y a pesar de los actos de valor de los leales, Carranza debió abandonar su convoy en Aljibes e internarse con unos cuantos leales en la sierra de Puebla, donde le dio alcance Rodolfo Herrero, un torvo ex federal, quien con el pretexto de guiarlos los llevó a Tlaxcalantongo, una inaccesible ranchería al pie de un acantilado, poco antes de dormir en una choza y en medio de una tormenta, Carranza repitió la frase de Miramón previo a su captura en Querétaro: “ Que Dios este con nosotros las próximas 24 horas” pero no fue así, antes del amanecer fue asesinado allí mismo por Herrero.
Los Sonorenses llegaron al poder, su hegemonía duró hasta 1934 con la llegada de Cárdenas a la presidencia. El anhelo de Carranza de tener a los civiles en el poder no ocurrió sino hasta 1946. Hoy sin restarle méritos a uno de los hombres más grandes de nuestra historia, recordamos con orgullo a Carranza, pero también como un ejemplo de como la obstinación nunca es buena consejera en la política, su férrea y tenaz oposición al inevitable triunfo de Obregón no solo ensangrentó al país sino lo llevó a la tumba el 21 de mayo de 1920.