Opulencia mediática en el sargazo informativo
Rafael Serrano
Siguiendo la metáfora de Baumann, las instituciones que garantizaban la opinión pública se están disolviendo (los medios de comunicación, los foros, los parlamentos, las tertulias, los conversatorios, etc.) y también sus mediadores institucionales (periodistas, comentaristas, lìderes de opinión y comunicadores). Se disuelve un mecanismo y un espacio informativo-comunicativo relativamente pacífico para expresar intereses. Cabe recordar que en la democracia moderna la opinión pública tenía como propósitos aminorar las posiciones polares-radicales y evitar la confrontación o las acciones rupturistas violentas; y finalmente, contribuir a lograr consensos. Estos propósitos no se lograron, pero la opinión pública funcionó como catalizador ante conflictos graves. Hoy se desvanecen y surgen otros, transportados en las innovaciones tecnológicas. Muestran una paradoja: se alcanza la interactividad y una información plena para todos (habitantes y ciudadanos) pero estas conquistas civilizatorias no se traducen en una mejora de la vida ciudadana, no mejora la convivencia pública en la res-publica sino que la divide, separa y confunde. Vivimos tiempos de una gran opulencia mediática en un océano de sargazo informativo.
Un poco de historia
Si revisamos el pasado, remoto y no muy remoto, la opinión pública fue un constructo que funcionó en los estados modernos, democráticos, que dialogaban para construir acuerdos y donde la opinión pública era un ágora ampliada para presentar y representar los intereses individuales y colectivos (tal y como lo describió Tocqueville en su Democracia en América). Era un espacio o espacios instituidos para alcanzar una Voluntad General a partir de los consensos que permitían a todos, mayorías y minorías, convivir y conformar un Estado de de Derecho. Un mecanismo que garantizó cierta gobernabilidad pero que siempre se manifestó débil, ya que la lucha por el poder mezcla la racionalidad y la comprensión fraterna, comunitaria e individual, con la subjetividad egoista, autista, de los grupos y de las personas.
La opinión pública arcaica, la griega o la romana, tambien eran espacios instituidos pero acotados, reservados para los aristócratas-ciudadanos (cosa de patricios y no de esclavos o de mujeres), que no sólo excluían sino que separaban la vida privada (bios oikos) de la vida pública (bios politikos) a partir de un ferreo patriarcado: solo el hombre joven de una familia no esclava griega (Aner) podía preparase para representar a su casa, los intereses privados que se manifestaban en el ágora y en las asambleas. Estos ejercicios, históricos, duraron poco, tanto la democracia griega, ateniense, como en la república de Mario fueron flores de un día. Siempre emergieron formas pervertidas y procesos autoritarios que desembocaron en monarquías autoritarias o en estados pontificios siempre en guerras permanentes (la Italia renacentista que observó Maquiavelo, fundador de la ciencia polìtica moderna); o en guerras civiles moleculares como las que ahora inundan el planeta que disolvieron las formas pacíficas de dirimir controversias (que Enzesberger describe puntual y críticamente en su libro Perspectivas de la guerra civil).
Para los clásicos (Hobbes, Stuart Mils, Rousseau), la Opinión Pública era un espacio para la discusión de los asuntos de interés público, la cosa pública (res-publica), donde las personas, reconocidas como ciudadanos, expresaban sus puntos de vista. Se concebía como un espacio de deliberación supuestamente raciocinante donde los ciudadanos intercambiaban sus puntos de vista y debatían sobre el sentido de las decisiones del Estado y del gobierno. Pero nunca fue plenamente así; aún en los momentos más democráticos, en la Revolución Francesa, la deliberación raciocinante fue degradada, ya sea por las bancadas desenfrenadas de los girondinos y de los jacobinos en la Convención Nacional o aplacada con la guillotina (Dantón) y los asesinatos de políticos (Marat); finalmente la democracia terminó en un Termidor, un golpe de estado y en la restauración de la monarquía con Napoleon al frente. Tardarían muchos años en hacer posible la declaración de los Derechos del Hombre y crear un Estado de Derecho.
Hasta la llegada de la democracia moderna, liberal burguesa, que ciudadanizó a la sociedad, la secularizó, fue posible hablar de una opinión pública de masas. Coincidió con el nacimiento de la prensa escrita. Desde esta perspectiva, la opinión pública se expresaba en los medios de comunicación y se manifestaba en las urnas como comportamiento electoral. Los periódicos eran los portavoces de los grupos de ciudadanos; representaban sus intereses de clase y se definían como conservadores o liberales, incluso comunistas o anarquistas. O había periódicos que representaban a los obreros, a los empresarios y burgueses. Siempre orbitando en torno al fenómeno del poder y del Estado (Lenin decía que la prensa era un conjunto de aerolitos gravitando alrededor del Estado); de ahí que se afirme que la vocación estructural del periodismo es narrar lo que hace el Estado y sus gobiernos.
En los tiempos modernos, ya en el siglo XX, la opinión pública se constituía por grupos de discusión (redes sociales presenciales) que convocados por un líder de opinión (que podía ser el carnicero, el peluquero, el sacerdote, el cantinero, el tendero, el cacique de un pueblo o una comunidad, el comentarista de moda; o el patriarca de la casa que discutía bajo los formatos de una tertulia o conversatorio face to face) que funcionaba como un influencer. Era, según Kimball Young, el catalizador de las informaciones y el intérprete de las mismas. Young señalaba que este líder de opinión era un mediador que conformaba la opinión colectiva.
En este modelo, lo líderes de opinión eran proclives a leer, oir y ver, allegarse información y luego interpretarla, eran los heavy users de la información que provenía de los medios (prensa, radio y televisión). Para Young la opinion pública era un conjunto de redes sociales presenciales guiadas por un líder de opinión. Cada líder tenía su clientela y basaba su mayor o menor influencia en su manera de coincidir con las representaciones del grupo al que pertenecía, era pues un representante de una manera de percibir el mundo que explicaba los acontecimientos públicos y fijaba una posición.
Los medios eran frecuentados por el lìder más que por sus seguidores y éste seleccionaba los asuntos relevantes y el enfoque para interpretarlos. Se sabe que la opinión pública se configura a partir de representaciones internalizadas por una persona y que comparte con su grupo de pertenecia; sus opiniones, lábiles, están condicionadas por sus esquemas representivos, sus modelos para percibir lo que sucede, que han sido consolidados a través de los procesos de socialización, aprendizaje social-cultural. Los códigos culturales maniatan a los códigos perceptivos y cognitivos. En la estrategia polìtica lo importante era localizar a los líderes de opinión y abastecerlos de información que reforzara sus creencias y la vinculara a una actitud y a un comportamiento electoral.
Históricamente, la Opinión Pública, como institución, permitió y permite, todavía, disminuir la carga de violencia que entraña la lucha por el poder pero también puede dividir y fragmentar a las sociedades, volverlas más confrontadas, violentas e irreconciliables. El sueño de Tocqueville se volvió pesadilla: muchas opiniones diversas, divergentes, opuestas mitigarían, decía, los excesos de un pensamiento y una opinión única; pero lo que ha pasado es que no hay muchas opiniones diversas sino pensamientos condensados, únicos, conservadores, estereotipados, autistas y narcisistas que no sólo anulan el pensamiento único sino que lo disuelven creando una diversidad perversa: un océano de opiniones mediatizadas y estereotipadas, reificadas.
La opinión pública de hoy: granjas informativas autistas
Ahora, ya en pleno siglo XXI, las cosas han cambiado; pero siguen existiendo redes dirgidas por un líder de opinión, son redes virtuales tan poderosas como las de la opinion pública de los siglos pasados. Los influencers (líderes de opinión del periódo líquido) se han virtualizado y no tienen clientelas presenciales sino clientelas virtuales que coinciden en sus formas de percibir y representar el mundo, igual que sucedía en la opinión pública del siglo XIX y XX: se “informa-discute” en un comunidad virtual que funciona como holograma del grupo de pertenencia.
Lo que ha cambiado es el soporte, virtual; el número y velocidad de las informaciones. Ahora el influencer recibe y cataliza opiniones de todos a través del conocimiento inmediato de un evento social trascendente (abreva en el ciberespacio y en otras fuentes). El influencer, además, es un personaje con un alto grado de alfabetización digital, con dominio de los lenguajes hipertexuales que requiere el uso del internet. Las redes virtuales son mayores que las presenciales y los influencers conducen a miles de seguidores ausentes (robots o no robots), deslocalizados, atemporales con opiniones parecidas que frecuentan o habitan los grupos de pertenencia virtuales, granjas informativas, que seleccionan e interpretan los acontecimientos y establecen el curso de las disputas verbales con otras granjas informativas con las cuales antagonizan en tal o cual tema y “debaten” sin llegar acuerdos. También elaboran códigos para excluir al intruso que se cuela en la granja: si alguien quiere penetrar a una granja con una opinión diferente es excluido o rechazado, acosado y desterrado de la granja.
Cabe decir, que la conversaciones en las redes, sean orgánicas o robotizadas, siguen siendo doxas, opiniones argumentalmente débiles, muy ricas en subjetividad, propensas a la descalificación y al insulto del que plantea algo diferente, sin ningún decoro verbal. Como dice un analista, son vértigos argumentales basados en un conocimiento blandengue lleno de un sentido común reduccionista y empobrecedor. La razón y el respeto no habitan en estas disputas posmodernas pero tampoco eran la regla en los tiempos modernos.
La opinion pública en los tiempos líquidos es muy etérea, lábil y fronteriza: crece espontáneamente y luego se disuelve para pasar a otro acontecimiento, es presentista, coyuntural y pocas veces sigue causas o éstas son lo suficientemente efímeras para continuar en un stream (corriente) que llaman viralizar o hacer explotar las redes como una fuga hacia delante, una ristra paranoide de trends topics que va de escándalo a escándalo, de shitstrom a shitstorm, de tormenta a tormenta informativa. Los casos son muchos: los escándalos de abusos sexuales, las grabaciones que queman personajes, las filtraciones que conmueven dos minutos, los trascendidos que abastecen la posverdad y los montajes fake, etcétera. Una hoguera donde el público observa como se quema y evapora la credibilidad y donde termina más confundido y menos informado. O tal vez reafirmando en sus prejuicios y perjuicios.
En la opinión pública diluida de hoy, nada que hable de la construcción de acuerdos y del consenso para mejorar nuestra habitabilidad social. Un predominio del maniqueismo, del autismo informativo de los periodistas/polìticos/influencers y un recuento de asombros sobre la infinita decrepitud e ineficiencia, insolvencia, de la vida pública, de los polìticos y de la polìtica. Un conjunto de iras colectivas oponiendose a la corrupción y la mentira ancestral de los polìticos, a la cual llaman opinión pública. Una disolución plena de lo que significó en la democracia formal la construcción del interés colectivo a través de la discusión de los asuntos públicos (la res-publica).
De líder de opinión a influencer narciso
Poco conocemos sobre los efectos que esto trae para la actividad polìtica y si esto consiste en una nueva forma de construir el poder: lo que sabemos es que banalizan, trivializan y estereotipan los acontecimientos y que las guerras de opinión son un intercambio intersubjetivo de descalificaciones donde la información objetiva, veraz no es muy frecuente. Cuando se escucha, se ve o se lee a los influencers o a los comentocratas, lo que vemos son afanadores avivando el fuego de la confusión y la confrontación desde sus posturas esquizoides que llaman imparcialidad y libertad de expresión. Los mismos comentócratas de los medios pueden ser influencers y tienen las características de un líder de opinión del siglo pasado, piensan igual que su grupo de referencia o de su clientela y redundan interpretando los acontecimientos desde narrativas preestablecidas por su cosmovisión pero son tambien corresponsables de la disolución de la opinión pública y de su reconversión en basura informativa y comunicativa.
Lo que hace a la opinión pública disolverse, en estos tiempos posnormales, es el carácter efímero de las opiniones y la incapacidad para construir acuerdos a partir de aceptar lo diferente y las opiniones contrarias; a final de cuentas, las opiniones no vinculan ni compometen. Es poco frecuente que un comentócrata o un influencer haga autocrítica de sus fakes o de sus posverdades, él no está comprometido más que en la búsqueda de más trends topics; la vigilancia social asignada a los medios en las democracias modernas se vuelve una búsqueda casándrica de las catástrofes por venir y del estado de crisis permanente en que vivimos (basta leer los encabezados de los diarios); lo cual hace líquido cualquier argumento sólido y cualquier posibilidad de hacer un uso público de la razón. Lo que prevalece es la confusión y aferrarse a no cambiar dado que lo novedoso o diferente es visto como amenaza y un peligro. La opinión pública termina por ser disuelta en frases de aprobación o desaprobación (likes). Termina por extinguirse en ese lago, ya océano, del sargazo informativo que hoy padecemos.
La comunidades virtuales y sus colmenas: abejas africanas en el ciberespacio
Al disolverse las instituciones de la opinión pública de los tiempos normales, emerge, en un oceáno informativo contaminado, un nuevo público: las comunidades virtuales, más o menos efímeras, que se constelan ante un acontecimiento que consideran importante, sea público, privado o íntimo y que interactuan en los espacios del ciberespacio (facebook, wasap, tuiter, instagram, etcétera). Se les llama también redes sociales y están constituidas por personas más o menos reales y por robots automatizados. Estas comunidades virtuales tienen como caracacterístca las de no ser presenciales y ser interactivas; se agrupan de acuerdo a intereses afines y de acuerdo a los eventos o acontecimientos, se generan autopoieticamente o son guiadas por un influencer que tiene seguidores.
Se constelan en torno a un evento, y esperan su amplia difusión (viralización), como una colmena efimera que espera otro trending topic para constelar otra colmena; creando un enjambre de opiniones que abrevan en los escándalos, públicos o privados. Su éxito consiste en que se haga “viral”; su trascendencia se mide por el número de “seguidores” o de “visitantes” y por la manera en que visibiliza un acontecimiento. Sus narrativas son esterotipadas, cosificadas y sus opiniones sólo refuerzan la historia que cada colmena defiende, sea esta racional o no, incorporan información y datos para desacreditar a la colmena opositora y rara vez logran algún consenso. No se busca la comprensión sino la exclusión del otro y de lo distinto. Ejemplos: las colmenas chairas (pro López Obrador) o las colmenas fifis (anti-López Obrador); las colmenas feministas y las antifeministas; las colmenas pro-cambio climático vs las colmenas anti cambio climático; las colmenas pro migrantes vs las antimigrantes; y un larga lista de etcéteras.
Las colmenas polinizan el ciberespacio y lo empobrecen
Por otra parte, emergen diversos, múltiples sitios en el ciberespacio (facebook, tuiter, wasap, instagram, etc.) para intercambiar información que ya no sólo trata de los asuntos públicos sino que da cuenta también de los asuntos privados e íntimos: rompe la ley proxémica de las distancias sociales que separaban la vida publica de la vida privada e íntima. Las colmenas polinizan los espacios de interacción invadiendo y anegando las dimensiones de los privado/íntimo con lo público; generando más confusión y gran quebranto en el orden social. En estos espacios prevalecen las narrativas preñadas por la ira y el odio, el perjucio y las descalificaciones a los que piensan diferente: la razón y el dialogo raciocinante no son frecuentes; y, pocas veces, persiguen alcanzar acuerdos, moderar o alcanzar algun poder; se busca, la mayoría de las veces, solamente destruir la opinión contraria, hacer explotar la imagen y la reputación de quien piensa diferente e ideologizar las protestas sociales y las causas justas. La intervención de las colmenas/enjambres no es constructiva ni moviliza, en última instancia, a una acción polìtica emancipatoria sino a la despolitización, la inacción y la desafección al sistema polìtico y los polìticos. Es un acción disruptora fincada en el presentismo, la trivialización y la banalización de los acontecimientos .
Se podría señalar que estas afirmaciones minimizan el uso libertario y emancipador que han tenido las redes sociales virtuales para visibilizar y movilizar la protesta social; es el caso de la rebelión zapatista, Ayotzinapan, la violencia contra las mujeres, la inseguridad, la primavera árabe, el triunfo de candidatos libertarios, los libertarios hong koneses, los jòvenes chilenos, nicaraguenses y colombianos; y un largo etcétera. Pero, estas acciones, siguen siendo mediatizadas por las granjas informativas y polinizadas por el enjambre de las colmenas; hasta la fecha, no sabemos que relación existe entre la visibilización de un atropello o de una injusticia y el cambio estructural, la rentabilidad social o el coste que eso ha traido. Sin duda, las redes ayudan a realizar acciones concretas y nos ofrecen datos para conocer de necesidades y carencias (indicador de gobernabilidad) pero no tenemos la certeza que construyan nuevos consensos o que construyan gobernanza. Tal vez, como dice el sociológo catalán Manuel Castells, son medios para indicar explosiones sociales, pero las explosiones sociales no son movimientos polìticos, sino presagios de un cambio social más profundo que habla de una sociedad nueva que todavía no se configura. Las colmenas mediatizan el futuro y lo ideologizan, lo reifican convirtiéndolo en presente y arruinándo el porvenir.
Observamos que la opinión pública se disuelve fragmentándose y reagrupándose en un conjunto de colmenas envenendas, inundadas de sargazo informativo (fakes y posverdades) y alimentadas por influencers y comentócratas narcisistas que se miran en el espejo de su avispero. Encierran una ira colectiva autodestructiva cuya narrativa comienza por desmantelar al otro y desde un escepticismo autista, de quien se siente superior moralmente o hastiado, declararse anónimo, escéptico pasivo, periodista objetivo y preguntón alternativo mala leche y políticamente cool: para tirar la piedra y esconder la mano; una cobardía social generalizada escondida en las micro-narrativas del wasap, tuiter y facebook y escudados en una falsa interpretación de la libertad de expresión.
Conclusiones
Opulencia mediatica y pobreza expresiva
Por supuesto, existe ahora una mayor libertad para expresarse y para informarse, se cuenta con datos y una exomemoria, universal, enorme y en expansión que hace accesible a todos información y conocimiento como nunca en la historia de la humanidad; se cuenta con tecnologías para poder interactuar con todos en cualquier lugar, a cualquier hora. Y se cuenta con una interactividad que rompe el monopolio de la expresión. Sin duda conquistas civilizatorias pero seguimos siendo pobres en nuestros recursos expresivos y en el uso de la información. Basta con leer los informes sobre el uso de las redes por los cibernautas para darnos cuenta que la afirmación de Abraham Moles se cumple: vivimos en una sociedad cableada, interconectada, que vive en una opulencia mediática que contrasta con una pobreza expresiva muy extendida y profunda. La interactividad no ha conducido a crear una mejor opinión ni ha logrado construir consensos sino a reproducir las pautas interactivas de la redes sociales presenciales, lo que ha logrado es visibilizar lo que antes no visibilizabamos y a crear oleadas de enfado y malestar que todavía no arraigan en formas organizativas duraderas que impliquen cambios polìticos, son como dice Castells, síntomas de movimientos sociales de ruptura que anuncian otra sociedad que bien a bien no sabemos hacia donde camina.
La ataraxia de los medios y de las colmenas
Los estudios nos demuestran que las redes usan estas maravillosas prestaciones para replicar códigos perceptivos//expresivos que pautan las explicaciones sobre lo que sucede en el mundo bajo modelos narrativos elementales, arcaicos, ligados a pensamientos míticos y mágicos (la épica, la parábola) o formas expresivas menores como el melodrama y menos ligados a expresiones superiores/complejas como podrían ser la tragedia o la comedia; aunque a veces encontramos un periodismo que narra usando técnicas narrativas complejas (Scherer, Capote, Wolfe, Kapuściński, Svetlana Aleksiévich). Los micro-textos que pululan en las redes se vuelven aforismos perversos que disuelven cualquier exposición o argumentación. La instantaneidad borra o anula la conversación escuchante y comprensiva, la rapidez para contestar anula el tiempo para la reflexión.
Llama la atención que, en términos generales, la prensa especializada en narrar lo que sucede en el mundo sociopolítico, sigue usando la épica para contarnos lo que sucede en el mundo complejo de la vida política y social, y que requiere de modelos narrativos superiores, como la tragedia, que nos permitan ascender al entendimiento y la comprensión y superar los modelos que nos narran míticamente la lucha eterna contra los dragones sociales que salen de la cueva para amenzarnos con guerras, hambre, corrupción, delincuencia, crisis económica, machismo desenfrenado, cambio climático, etcétera y de cómo fracasan o triunfan los San Jorge (políitcos y ciudadanos heróicos) ante una cataratar de catástrofes cotidianas (basta con leer los encabezados de los diarios)… y vuelta a la rueca informativa: de la cueva salen más dragones que amenzan a la sociedad y surgen nuevos San Jorges con espadas diferentes. Las colmenas y las granjas informativas no acaban con esta ataraxia sino la avivan usando espadas y dagas sarcásticas y ofensivas; los medios tradicionales se ahogan en este nuevo océano informativo y se vuelve un replicante perverso.