Jorge Miguel Ramírez Pérez
Vivimos desde hace algunas décadas una crisis en los sistemas de análisis político y desde las importantes aportaciones de David Easton, Karl Deutsch o de Norberto Bobbio y Giovanni Sartori no ha habido un avance sustancial en el espectro de las ciencias sociales enfocadas a la política de manera significativa; y no es que los escritores sobre el tema falten, sino que las contribuciones a la mano no han tenido el impacto en el panorama intelectual que alcanzaran los mencionados autores.
El tema de suyo no es sencillo porque la ciencia política al finalizar el siglo XX tuvo dos enfoques a mi parecer, por una parte, la implicación de la teoría general de los sistemas, construyendo lo que señalaba Deutsch inspirado en Norbert Wiener el padre de la cibernética, una teoría y principios o temas relevantes que conformarían un estadio filosófico. Éste a su vez implicaría que las discusiones del método y los asuntos de interés del sistema a su vez construyeran paralelamente un estadio empírico, para probar la operatividad, y las revisiones sobre los temas exhaustivos, aunque no todos, los que originalmente se agruparon en la categoría de interés del sistema.
Eso revelaría que un estadio filosófico al paso de sus investigaciones y operaciones de los asuntos de interés se saturaría en cuanto que sus tácticas, se incapacitarían para digerir cargas mayores de las que se diseñaron como razón práctica del sistema.
Eso aparentemente contradice el supuesto que el sistema tenga la capacidad de procesar nuevas y variadas demandas como establece Easton, pero desde la perspectiva de Deutsch, lo que habría de plantear es un nuevo estadio filosófico aprovechando la experiencia acumulada y valorando los aciertos del sistema que podrían recuperarse, porque no necesariamente se obtienen resultados óptimos como suponen los investigadores que desdeñan la heurística del sistema. Es decir, el replanteamiento de un estadio filosófico es todo un reto científico en la dinámica del análisis de los sistemas políticos.
Pero el otro enfoque que mucho nos remite a la clásica escuela de Turín donde la formalidad constriñe al estudio de la política a la del estado-nación, fundamentalmente destaca temáticas propias de un sistema semicerrado, en el que incluso en condiciones de una economía abierta sus estudiosos más contemporáneos como Michelangelo Bovero rechazan sin tregua, un gobierno supranacional de la Unión Europea por encima de los estados nacionales en todas sus consecuencias. Las últimas crisis financieras, migratorias, el Brexit y la incapacidad ante el Covid 19, parece les dio la razón.
En el inicio del siglo XXI se veía esta dicotomía como incompatible; porque se partía de un esquema globalizador a partir de 1991 que se indica como el año de la caída de los viejos sustentos del mundo bipolar, al grado de desaparecer en la escena política la agenda de carácter nacional, distintiva en los dos últimos siglos para reemplazarla con una visión que forzaba a integrar procesos económicos y políticos en encuadres regionales como prioridades en el interés de la política mundial.
Y lógicamente ya que señalamos la dimensión mundial, se entiende que la complicación para estudiar los fenómenos políticos actuales, no se han estado derivando exclusivamente por una preferencia académica; sino porque gran parte de la explicación responde al reposicionamiento de la realpolitik.
Es decir, la lógica confluye en la línea pragmática de las políticas del poder, pero a la vez eso implica una visión renovada, la de replantear ese estadio filosófico sobre el que Deutsch, construyó su enfoque con los sistemas de comunicación política correlacionados a la cibernética; solo que privilegiando su carácter operativo en tanto que el sistema mundial, es el que puede proveer los elementos para desarrollar una línea estratégica que deje algo de claridad en el mundo convulso.
Y por eso la geopolítica retorna cíclicamente por su pertinencia en explicar las transiciones en las que las ciencias sociales de enfoque múltiple solo muestran su pobreza; y en ubicar las ventajas del análisis de los sistemas de poder; como en el análisis de los sistemas mundiales. En el primer supuesto los enfoques mackinderianos que persisten como referentes de la hipótesis del poder de las potencias; y en el segundo caso, fundamentarse en las tres condicionantes de Wallerstein, de la economía-mundo; la unidad del mercado, la diversidad del sistema interestatal, donde caben las tesis de Turín, y finalmente en la producción de las ideas que sustentan los sistemas mundiales.
Y por eso creo que para el 2020, me atrevería a afirmar, que no hay otra forma de explicar la turbulencia con mayor capacidad asertiva que recurriendo a la geopolítica por su pertinencia, como una aproximación en principio, para explicar la escena mundial que causa pánico, y sus derivaciones locales que no le van a la zaga en la vida cotidiana.