Guadalupe Albert
Hungría, 21 de Septiembre 2017
No vivo en México desde hace varios años. Para bien o para mal, en estos momentos quisiera estar allá, como estuve en el 85, metida en los escombros, oliendo a gas y pensando en mi niña de 4 años que estaba con su tía, a salvo, mientras su mamá se desgarraba el alma por hacer algo en donde ya no había nada, solo desesperanza y destrucción,…Sí, sólo desesperanza y soledad. Era el 20 de Septiembre de 1985 y me fui con mi hermano y una cuadrilla a checar edificios a punto de colapsarse cuando, de pronto, el edificio en el que estábamos y que se sentía fracturado y a punto de derrumbarse se comenzó a mover.
“Nos tocó la réplica,…” gritó alguien. Otro: “Se rompieron las tuberías de gas”, se iban cayendo las escaleras conforme íbamos bajando y mientras corríamos, pensaba que Dios daba por concluida nuestra existencia.
Me siento impotente y muy triste por ver cómo se han ido derrumbando los sueños de unos, los lugares de otros.
Los gobernantes y la sociedad civil han llegado a un límite de hartazgo cada uno sobre el otro. Las redes sociales son una herramienta que nos une y nos desune. Nos ayuda y nos perjudica, nos acerca y nos aleja.
La rapiña comunicacional está arrasando con la esperanza de muchos seres que sufren y con la implacable, impecable y estoica fortaleza de los que están allá afuera, rompiéndose el alma por ayudar, por no estorbar.
Autoridades y sociedad civil han aprendido los signos de la disciplina ante una tragedia de magnitudes que todavía desconocemos. Que si el puño cerrado y en alto, “silencio” y se hace absoluto silencio porque puede haber vida debajo de las piedras. Que si las dos manos juntas “agua” porque se necesita refrescar la sordidez de los que trabajan, sin descanso, sin tregua, movidos por la adrenalina y la esperanza de encontrar un cuerpo con vida, o sin ella, pero encontrar a los desaparecidos que esperan sus familiares, amigos, conocidos y nosotros, con ansia, con angustia.
Desde acá se percibe la solidaridad y el amor de los mexicanos a su patria, a su prójimo y a sus hermanos de sangre. Pero también se percibe la desafortunada cantidad de información que se convierte en desinformación.
Ayer se llevó a cabo, y lo que vi en un video, antes de irme a dormir después de tres días seguidos de no despegarme de las noticias de Milenio Diario, un absoluto desaseo comunicacional en los noticieros Televisa.
Qué patéticos se veían: la reportera, Danielle… no sé qué, Dennis Merkel y Carlos Loret de Mola justificando una desinformación creada por ellos y queriendo hundir a los hombres que están dando su vida por la de otros.
Mi percepción con la información que he seguido es que en la Escuela Rebsamen donde está al mando la Secretaría de Marina, hay varios niveles de mando. Por supuesto los de escritorio que sólo salen en las cámaras de televisión a dar parte de los hechos; y los que se están partiendo en pedazos por encontrar un corazón con vida en las alturas, en un techo a punto de colapsarse y que puede destruir el trabajo de rescate que continúa, sin tregua, sin aire, con lluvia o sin ella, de día o de noche.
Uno de estos rescatistas de la marina, que no debe de tener un rango mayor a marinero, escucho vida y pidió silencio. Se comunicó a base de toquidos en el muro con alguien en el interior, supo que había vida dentro de la escuela y por su forma de comunicación asumió, o supo, o supuso, o quiso supone, o alucinó, o presumió que era una niña de 4 años y que era Frida Sofia, que con ella había más niños, que si estaban cerca o lejos, que si contestaba o no.
Los titulares de los diarios “La esperanza se llama Frida”, decía El Universal en línea.
Repito, qué patéticos los de Televisa, y qué falta de sensibilidad haber confrontado a los de la Marina.
¿Alguien se puso a pensar, durante sus disertaciones de grandeza, que a lo mejor este pobre hombre que estaba dejando su humanidad, allá arriba, sobre unos palos endebles que sostenían un techo colapsado por salvar una vida, y perder la suya, puede ser arrestado, castigado, o cesado por haber expuesto a los “Altísimos funcionarios de la Marina” a que pidieran una disculpa por un error de percepción?
La niña reportera de Televisa, Danielle, güerita y moderna, que se esforzó por justificar sus reportes apareciendo como la víctima de la situación inculpando a la Marina por la desinformación que ella misma creo, me perturba y me irrita brutalmente. ¡Qué irresponsables! Todos, en esa televisora se olvidan de informar por protagonizar, La Dennis arrebatándole la palabra al Carlos para ver quién tenía mejores datos en contra del Oficial Mayor de la Marina o del Subsecretario. Confrontando a los principales actores. Retransmitiendo las entrevistas que ambos dieron con información de teléfono descompuesto. “Que si el capitán fulanito le dijo que…”, “que si el almirante perenganito le dijo que….”. “ Que si se supo de buena fuente que….” Así es la comunicación y así se llega a la desinformación y así se arraiga más el resentimiento social contra las instituciones.
Vuelvo a repetir, desde acá se ven las cosas desde la perspectiva de la impotencia. Estuve pegada a Milenio televisión por internet, y por azar, y no percibí, en todas las 72 horas de seguirlos, un desaseo informativo como el que percibí anoche que alguien subió a Facebook un video de Televisa de 10 minutos y que vi, ¡estupefacta! Acto que me motivó a cerrar la computadora e irme a dormir con un desasosiego en el alma.
Me perturba, me aturde y me duele mi México.
Así como se habla de rapiña social, yo hablo de la rapiña de la información, y esto es una muestra clara de ello.