Se entiende que el verbo “cambiar” significa, pasar de una situación “A,” a otra “B”; dejar algo para lograr otra cosa, que se espera sea mejor. ¿Es bueno o malo el cambio? Todo depende de la situación en que se encuentre, quien esté frente a esa disyuntiva. Cuando se trata de una persona, familia o empresa, la decisión es personal, generalmente; pero, cuando se quiere “transformar” a una comunidad, la opción la debe tomar toda la población.
Es cierto que todo cambio implica un riesgo, el de no lograr lo que se pretende y quizá, perder lo que se tenía. No es fácil decidirlo. Ese riesgo es generado por el miedo natural a lo desconocido. ¿Se debe preparar a la comunidad, para aminorar el riesgo y emprender el cambio? Claro que sí. Sin embargo, la 4T que llegó el primer día de julio de 2018 nos tomó distraídos, de sorpresa, acostumbrados a conocer noticias de “corrupción e impunidad”, que llegamos a ver, en la clase política, como algo normal, ya que, no era delito ser corrupto y salirse con la suya.
Éramos incrédulos a que un día llegaría alguien que tenía como propósito de vida, nada menos que: eliminar esos dos enormes problemas (corrupción e impunidad); atender primero las necesidades de los desvalidos; y luego, hacer las gestiones para “llevar ante la justicia” a las autoridades anteriores que permitieron, que empresarios abusivos -nacionales y extranjeros-, saquearan descaradamente los principales bienes y servicios de la nación, dejando a más de la mitad de la población en la pobreza ancestral de siempre. ¡Eso no tiene perdón de Dios!, dicen en mi pueblo.
En algunos países del mundo en desarrollo, especialmente los latinoamericanos, se admira lo que el presidente López Obrador está haciendo -aunque mucha gente no lo sepa o no le interese-; y, mantienen viva la esperanza de que esa experiencia se expanda algún día a otras latitudes, y les llegue a ellos para emprender también la anhelada “justicia social”. Es muy complicado y arriesgado lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) está haciendo en nuestro país. ¡Es un solo hombre contra el mundo! Así de simple. Tanto lo es, que muchos no se resignan todavía, a creerlo y aceptarlo. Pero, ahí está ese “viejito” de pelo blanco transformando al país día tras día, insistiendo en beneficiar -por el bien de todos-, primero a los pobres, tanto del campo como de la ciudad. Llevará años, décadas, quizá generaciones para lograrlo. Lo importante es que ya empezó “la transformación” y va en serio, y hasta ahora, ¡no se detiene!, por más que se opongan sus adversarios.
¿Quiénes se oponen al cambio? Los que ven en riesgo los privilegios que obtuvieron en el pasado, al amparo de corrupciones con el gobierno. Esos opositores, para manifestarse a través de los medios de comunicación que controlan, asustan a la gente con el petate del muerto, diciéndoles, que el promotor de ese cambio quiere llevar a México al “comunismo”, como el que se practica en Venezuela, Cuba y otros países de Asia. Lástima que desconocen, que hoy en día, ¡no hay un solo país comunista en el mundo! Les debería quedar claro, que los ideales del presidente son los de: Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas. Por lo tanto, ¿para qué tener miedo a los cambios de la 4T? “El que nada debe, nada teme”, reza una sabiduría popular. ¡Tranquilos!
¿Quiénes sí quieren el cambio? Los que por muchos años han estado marginados, olvidados, atrás o al lado de los beneficios del progreso social -tanto en el campo como en las ciudades-, los que, “causalmente” son la mayoría de la población. Ya no quieren promesas de “cambio para que todo siga igual”, como los engañaron en el pasado. Quieren transformaciones reales e inmediatas, para mejorar sus condiciones socioeconómicas de vida.
No hay duda de que, estamos viviendo el cambio que México deseaba desde hacía mucho tiempo. No olvidemos, que los grandes héroes de nuestra patria dieron su vida, para que el país “se transformara” en uno próspero y justo para todos. Por eso, nuestra generación, especialmente los mayores de sesenta, somos privilegiados porque estamos disfrutando en paz social, los beneficios que nos dejaron aquellas generaciones: educación, trabajo, salud y una modesta jubilación que nos permite disfrutar discretamente los días que nos quedan de estar en este maravilloso planeta.
Por fin, en esta administración, en circunstancias difíciles de pandemia, crisis económica e inseguridad pública, se están haciendo las gestiones necesarias para construir el “México nuevo”. Esos héroes de la patria deben estar rebosando de alegría en sus lechos gloriosos de descanso, sabiendo que hay un “luchador social” continuador de sus ideales. De igual manera, las generaciones futuras seguramente disfrutarán de las “transformaciones” sociales, económicas y políticas que hoy se están emprendiendo. Ellos, en su momento dirán: ¿cómo era posible que algunas familias de ese pasado se disgustaran por el cambio, y no aportaran algo, para que nosotros viviéramos mejor? … cuando de nosotros -estimado lector-, ya no existirá, ni siquiera “polvo”.
¡Qué lástima!