Por Aurelio Contreras Moreno
A cada momento se hace más evidente que en breve el sistema público de salud mexicano será rebasado y muy probablemente colapsado ante el incremento de contagios por Covid-19.
El convenio anunciado la mañana de este lunes por el presidente Andrés Manuel López Obrador para que hospitales privados apoyen al sector salud en la atención médica de pacientes con Covid-19 revela, precisamente, la carencia de espacios e insumos en las instituciones sanitarias públicas, que conforme crece el número de enfermos enfrentan grandes problemas para brindar servicios a sus derechohabientes y a la población en general, en razón de lo cual se tuvo que acudir a la iniciativa privada para solventar de alguna manera esas carencias.
Sin embargo, y aun cuando el acuerdo sí resulta benéfico desde el punto de vista social, los nosocomios privados solo cederán tres mil 115 camas, lo cual muy seguramente resultará insuficiente para dar atención si el número de enfermos crece como se está esperando que suceda.
Ante este desesperanzador escenario, el gobierno perfila ya otras acciones que, si los contagios alcanzan un punto crítico, llevarían a tener que tomar decisiones drásticas, como la de priorizar quién vive y quién muere de acuerdo con condiciones como su edad y su estado de salud.
Esos criterios están contenidos en la “Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina Crítica” que dio a conocer el Consejo General de Salubridad (máximo órgano en materia de salud en México en este momento) este fin de semana, sin poner énfasis alguno en su difusión masiva. Y con razón.
El documento establece esencialmente a qué personas se les debe brindar atención en caso de llegar a un escenario en el que la demanda de “recursos escasos de medicina crítica” –como la asignación de ventiladores mecánicos- no sea posible de satisfacer.
Esta guía señala que “salvar la mayor cantidad de vidas requiere evaluar tanto la posibilidad de que un paciente mejore y sobreviva, como el tiempo que tardará en recuperarse”. Y pone un ejemplo.
“Paciente A de 80 años necesita de un ventilador, paciente B de 20 años necesita de un ventilador. Si paciente A recibe el ventilador ella vivirá siete años más, si paciente B recibe el ventilador ella vivirá 65 años más (sic). Ante dicho problema se tiene que introducir un principio adicional: salvar la mayor cantidad (de) vidas-por-completarse”.
El concepto de “vida-por-completarse” debe entenderse como “aquella que aún no ha pasado por los diferentes estados de desarrollo bio-psico-social humanos (infancia, adolescencia, edad adulta, vejez)”. El documento puntualiza sin ambages: “las y los pacientes que tienen mayor probabilidad de sobrevivir con la ayuda de la medicina crítica son priorizados sobre los pacientes que tienen menor probabilidad de sobrevivir”.
Lo que esto implica es brutal: en un escenario crítico, se dará prioridad en la atención a personas jóvenes y en buen estado de salud, cuya expectativa de sobrevivir al contagio sea evidentemente mayor que la de una persona de la tercera edad o de aquellas que sufran padecimientos crónicos, comorbilidades e inmunodeficiencias, si es el caso de tener que decidir entre una y las otras.
A esto se le denomina “decisiones de triaje”, las cuales incluyen que un paciente no sea admitido en la unidad de cuidados intensivos, o bien que los cuidados intensivos le sean retirados tras una evaluación de su condición particular y luego de “calcular el puntaje inicial de priorización de cada paciente”.
En caso de empate en dicho puntaje de priorización entre dos o más pacientes, se plantea como mecanismo de decisión que “en un primer momento se deberá de recurrir al principio vida-completa. Ello quiere decir que pacientes más jóvenes han de recibir atención de cuidados intensivos sobre pacientes de mayor edad. Las categorías de edad propuestas son: 0-12, 12-40, 41- 60, 61-75, y +75”.
“Si recurrir al principio de vida-completa no desempata a los pacientes, entonces la decisión sobre quién recibirá acceso a los recursos escasos deberá de tomarse al azar (por ejemplo, lanzando una moneda)”. Leyó usted bien. La decisión sobre luchar o no por una vida podrá tomarse mediante un “volado”.
Aunque estos criterios pudieran ser entendibles y atendibles en el contexto de una emergencia como la que se vive –y que el gobierno soslayó irresponsablemente durante varias semanas-, ¿quién está dispuesto a dejar morir a sus familiares de edad avanzada o con alguna enfermedad crónica? ¿Quién dice yo?
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