Alejandro Rojas, aspirante a dirigente nacional, fija una puntillosa duda en la opinión pública: ¿Son las encuestas el mejor de los métodos?
Redacción MX Político.- Cuando el reloj político avanza inexorable y la imagen proyectada al público nacional por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no es la de un instituto armónico en su interior, el divisionismo y hasta la polarización se cocinan a fuego lento y amenazan con convertirse en rupturas si no se solventan pronto.
Será hasta después del primer trimestre de 2020, cuando haya condiciones para renovar dirigencia en Morena, aseguró el domingo pasado la presidenta nacional del partido, Yeidckol Polevnski, quien advirtió que el Consejo Nacional que encabezó Bertha Luján es inválido y en consecuencia, también la convocatoria para sesión de congreso para el 26 de enero.
Lo anterior significó el colofón a un largo y desgastante proceso de dudas sobre la autenticidad del padrón partidista y descalificaciones sobre los mecanismos de proselitismo empleados por cada uno de ellos, que duró por lo menos 10 meses, en el que ninguno de los 4 aspirantes se salvó de señalamientos en la opinión pública nacional: Ni Yeidckol Polevnski, actual encargada en funciones de dirigente; ni Bertha Luján, señalada como la favorita en la contienda interna del líder moral y Presidente de México; ni Mario Delgado Carrillo, el jefe de la bancada morenista en la Cámara de Diputados; ni Alejandro Rojas Díaz-Durán.
Los pleitos intestinos no cesan, ni el afán de control y dominio del muy joven instituto político. La razón, no es otra más que el interés por influir y obtener el mayor número de candidaturas y posiciones en el Consejo Nacional del partido, de cara a “la madre de todas las elecciones”, en 2024. La lucha por la sucesión presidencial pues, está ya en marcha.
En Morena, el movimiento que llevó al poder en el 2018 al actual presidente Andrés Manuel López Obrador y a la indiscutible mayoría de los cargos en los poderes Ejecutivo y Legislativo de los tres niveles de gobierno en el país, no existe en la apariencia, compromiso con la moralidad política ni con la ética que se supone son el basamento democrático que inspiró a sus principales impulsores, empezando por el presidente López Obrador.
El haber sometido a procesos inusuales -por ejemplo- a muchos activistas que aspiraban legítimamente a encabezar candidaturas por Morena a puestos de elección popular en el pasado proceso de 2018, como los definidos por el azar (la tómbola y otros), fue una situación que resultó ser no sólo catastrófica, sino además injusta.
Muchos de los congresos, incluyendo el de la Unión en la capital de la República, están plagados de gente sin la mínima experiencia requerida para los cargos, ni formación ni vocación necesarias para la toma de decisiones de carácter público.
Algunos analistas han señalado incluso que aquel fue un mero acto mediático, una “pose democrática” impulsada por el propio Andrés Manuel López Obrador.
La idea de que la democracia “a mano alzada” es el método más genuino de la expresión de la voluntad del pueblo, cada día se pone más en tela de juicio.
Muchos elementos de psicología de masas intervienen o determinan el sentido de la votación bajo ese método, especialmente si se desconoce a plenitud el perfil del recurso humano por el que se pronuncia el conglomerado.
Quizá un mito más que empieza a derrumbarse.
Otro mito, lo constituyen las muy socorridas encuestas.
De los cuatro aspirantes a la dirigencia nacional de Morena, que desarrollaron proselitismo interno, –válido o no el proceso actual-, uno de ellos ha mostrado en varias ocasiones, poseer un criterio de equilibrio de cara al futuro de esa franquicia electoral.
Es Alejandro Rojas Díaz-Durán, un político capitalino que se hizo ya “maduro” en la búsqueda de la democracia y la moralización de la vida interna de los partidos, en algunos de los cuales ha militado y por los que ha ocupado cargos de elección popular y de dirigencia, a lo largo de sus casi 40 años de activismo.
Ha sido testigo y actor en estos procesos de democratización -primero- y de profesionalización -después- de la vida democrática en este país.
Empezó en la actividad política siendo un adolescente y se precia de tener amistad franca con el actual Presidente de México, a quien dice no molestar ni haberle pedido nada en esta su nueva posición.
Actualmente senador suplente de Ricardo Monreal Ávila, líder de la fracción morenista en el Senado de la República y serio aspirante a la candidatura a la Presidencia de la República en 2024, Rojas Díaz-Durán, declaró alos medios este martes que las encuestas como método, solo pueden ser válidas si las realiza un ente externo al partido, de lo contrario no tendrán credibilidad.
“Las encuestas de Morena son patito y no tienen ninguna credibilidad y solo nos terminarán hundiendo en el desprestigio, porque Morena tiene que entender que el futuro dirigente debe tener legitimidad democrática y autoridad política y por eso, no podemos hacer una encuesta interna, porque se cocinan a modo y a la carta”, señaló en enttrevista a Milenio Alejandro Rojas..
Como ejemplos de que las encuestas al interior de su partido, como método preferido, el ex asambleísta capitalino trajo a colación los procesos de elección de las candidaturas de Claudia Sheinbaum o Miguel Barbosa al año pasado, de los que dijo “que fueron resultado de encuestas internas, pero no estuvieron exentos del riesgo de fracturas”.
Cabe reseñar que en ambos casos, Ricardo Monreal, su jefe y aliado político, y por ende él también, se constituyeron en “discretos” detractores de ambas candidaturas. En la primera, la de Claudia Sheinbaum, al no resultar favorecido por el resultado, por lo que no pudo encabezar Monreal la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, siendo Claudia Sheinbaum quien logró el cargo y a quien se señaló desde el principio como la recipiendaria del favor y preferencia de AMLO.
Y en el caso de Luis Miguel Barbosa, Monreal le mostró resistencia a su pretensión, durante la redefinición como candiato al cargo de Gobernador de Puebla, abanderando a Morena en un segundo intento por alcabnzar el cargo, tras el fatídico accidente en el que perdiera la vida la mandataria de de aquella entidad Martha Erika Alonso, quien ganó en el primer intento de Barbosa y que aún en la tragedia de la finada gobernadora, siguió responsabilizándola de un supuesto fraude electoral.
Mucho pleito y poco fundamento espartano de la democracia
Eso es lo que se distingue en Morena en este momento. Demasiada confrontación y muy poca armonía. Mucha ambición y muy poco espíritu de cuerpo.
Un contrasentido con respecto a la esencia de la democracia en sus orígenes y a la que tanto presume el presidente López Obrador recurrir en actos de deliberación pública…“a mano alzada” y mediante la “tómbola” política”.
La “época dorada” de los mandarinazgos y los “liderazgos de hierro”, no es la actual, ni puede ni debe ser la de Morena, un partido basado en el espíritu más típico del concepto democrático.
Si bien es cierto que se atribuye a los atenienses (habitantes de Atenas) el ya célebre “poder del pueblo”, definido como un sistema de gobierno de la ciudad (polis), en el cual las decisiones eran tomadas por la asamblea de ciudadanos y no por un rey o emperador como en otras ciudades, el origen es atribuido a un pueblo guerrero más antiguo que Atenas, que lo conquistó por la fuerza de las armas en el siglo VI antes de Cristo: los espartanos o habitantes de Esparta, la parte más meridional de lo que hoy es Grecia.
La Constitución de Esparta, llamada la “Gran Retra”, procuraba la “Eunomia”, un sistema de organización social que procuraba la igualdad de todos ante la ley, eliminando privilegios y descontentos. Y en sus orígenes, la ley espartana era aplicada por un Consejo de Ancianos, llamado “Gerusia”.
Así que en esencia, Morena no tendría porqué abandonar los principios que le dan vida, como los son la esencia democrática espartana.
Su dirigencia, a fin de evitar la confrontación y los riesgos de fractura interna, debiera partir desde una dirección colegiada, donde intervengan y tengan representación -en un sistema de igualdad ante la militancia-, todas las corrientes que integran el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Eso sería lo más congruente con lo fundamental, que andarse peleando por el “hueso” y procurando quedarse “con la talega de las canicas”, para ser mano desde hoy en la definición de las candidaturas y puestos en el Consejo Nacional partidista, proyectándose a la definición de 2024.
El “Kintsugi” político
Ni la regeneración nacional, concepto intrínseco al instituto político que hoy nos ocupa en esta entrega, ni su gobierno emanado, que profesa “a diestra y siniestra” la “Cuarta Transformación” de la vida histórica nacional, han podido tocar ni por accidente siquiera, el tema de la pacificación nacional.
El pleito va hacia todos lados y contra todo o todos los que se opongna a los postulados que emita o defienda el líder López Obrador y nada más allá de esto; sean prudentes y justos o no.
El tan prometido interés por pacificar o “serenar” al país, no podrá consolidarse si no se empieza por serenarse a sí mismo el propio líder y su círculo íntimo de colaboradores.
Si no se empieza a reconocer que el país que gobiernan, tiene valor por cualquiera de sus aristas y formas de manifestación cultural e ideológica, no se llegará a ningún lado. No habrá un país serenado.
Hay nobleza, honestidad, calidad y talento, en todas partes de la poblaciión, no sólo en quienes son sus seguidores.
La sociedad mexicana, el país, es un todo, integrado de partes.
Es una bella vasiija que estuvo unida y completa alguna vez, pero que por acción de la injusticia, la desigualdad, la impunidad, las nocivas autoridades y el propio descuido social, se ha quebrado en varios pedazos.
Sólo un buen gobierno, sensible, humano, tolerante, que verdaderamente crea en el perdón y que tenga fe en la gente, podrá lograr unirla y demostrar ante el mundo, la belleza de las cictrices de esa bella vasija que es la sociedad mexicana; …porque el verdadero poder, es aquel que es capaz de reconstruir, de unir, de sanar, de reestructurar, de componer,..y no de romper, aplastar, exterminar u ofender.
Precisamente como la centenaria técnica japonesa del “Kintsugi”…una especie de “Kintsugi político”.
hch