Raúl Hernández Viveros
La inspiración artística en Colombia asombra al espacio mundial por sus aportaciones trascendentales procedente s de la mezcla africana, indígena y europea. El caso particular es Fernando Botero porque fundamenta su obra con la genialidad de sus pinturas que forman parte de la Historia contemporánea del arte. Recorrer su Museo en Bogotá. significa enriquecer nuestra apreciación a sus máximas expresiones de la fantasía y la imaginación. Es una maravillosa aventura recorrer el Museo del Oro de Bogotá, pero no brilla tanto como el de Botero.
Ya que el Maestro donó su colección personal de obras de pintores universales. Heredó obras de sus contemporáneos como Picasso, Miró, Gironella, y rescató cuadros impresionistas y hasta una escultura de Dalí, representan parte del patrimonio universal. También en Bogotá destaca la obra del pianista y compositor Edy Martínez, talentoso musico que acompañó a las mejores orquestas de Fania de Nueva York, y transformó con el ritmo de jazz, e innovó la música tropical. Lo recordamos por el tema de la letra “Indestructible”: “Cuando en la vida, se sufre una herida / Porque se pierde sangre querida / En ese momento, coge el destino en tu mano / Y hecha pa’lante mi hermano / Con la ayuda de nueva sangre / Cuando en el alma, se siente un dolor / Por la traición, que te brinde un amigo / En ese momento, piensa que todo es posible / Que con la sangre nueva está la fuerza indestructible / En ese momento, piensa que todo es posible / Que con la sangre nueva está la fuerza indestructible / Cuando en el alma se sienta una herida, porque se pierde sangre querida…”
En Cartagena de Indias, toqué la estatua de Gabriel García Márquez. La Universidad Veracruzana le publicó su libro:” Los funerales de la mamá grande”. Con sus regalías, pudo finalizar su novela: “Cien años de soledad”. Además, nuestra máxima casa de estudios patrocinó la filmación y el libro “La viuda de Montiel”; textos de Jorge Ruffinelli, y fotos de Julio Jaimes, Universidad Veracruzana, 1979. El Semanario “Punto y Aparte”, lo recibió en sus oficinas, y fue entrevistado. Gracias a Froylán Flores Cancela y Armando Rodríguez, lo pude conocer y abrazar.
Entre los más importantes y memorables visitas a la capital veracruzana, desde luego hay que mencionar y destacar a principios del siglo XX, la de Rubén Darío. En décadas recientes, los homenajes de la Universidad Veracruzana a Julio Cortázar, o el dedicado a Juan Carlos Onetti. A una década del fallecimiento de Gabriel García Márquez, el 24 de abril de 2014, resulta fundamental recordar la carta de Gabriel García Márquez, sobre el pago de derechos de autor por su libro “Los funerales de la mamá grande”, en aquellas líneas respondió, que con dicha cantidad iba a dedicarse de tiempo completo a terminar su obra cumbre “Cien años de soledad”; novela tan difundida que se ha perdido la cuenta porque lleva de acuerdo a estadísticas editoriales, más de 50 millones de ejemplares vendidos.
El desarrollo de la imaginación y la escritura de Gabriel García Márquez, volaron hacia alturas universales con las historias fantásticas dignas de ser contadas; igual como lo fueron recogidas oralmente y trazadas en nuestros antiguos y libros sagrados de los pueblos antiguos prehispánicos, crónicas de los conquistadores, y versiones etnográficas de los misioneros evangelizadores. Narraciones acumuladas de la historia de nuestros pueblos del Nuevo Mundo. María Chisten** publicó su ensayo “Cien años de maravilla”, y señaló las fuentes de los informes y relaciones escritas por los europeos frente al deslumbramiento de la naturaleza y los nuevos seres en el mundo, a partir del descubrimiento, conquista y colonización.
Siempre Gabriel García Márquez mantuvo su postura digna en defensa y promoción de los pueblos latinoamericanos. En el número 14 de Texto Crítico, Jorge Ruffinelli, su gran amigo y compañero, dio a conocer uno de los valiosos ensayos reflexivos de Gabriel García Márquez: “Fantasía y creación artística en América Latina y el Caribe”. En pocas páginas el autor colombiano, y mexicano por arraigo fraternal con la cultura de México, advirtió: …“los escritores de América Latina y el Caribe, tenemos que reconocer, con la mano en el corazón que la realidad es mejor escritor que nosotros. Nuestro destino, y tal vez nuestra gloria, es tratar de imitarla con humildad, y lo mejor que nos sea posible”.
Recientemente, la Feria de la Caña en Cali, se engalanó con la música de la “Salsa”, durante la actuación de “Niche”, “Guayacán”, y tantos grupos tropicales que se acompañan con decenas de escuelas de baile y danzantes vestidos con trajes de colores, procedentes de barrios populares. Bailan y cantan al ritmo de tambores, instrumentos de viento. Admirar estas danzas me llevó a imaginar mi juventud cuando lloré con las páginas de “María”, de Jorge Isaacs: “El revuelo de un ave que al pasar sobre nuestras cabezas dio un graznido siniestro y conocido para mí, interrumpió nuestra despedida; la vi volar hacia la cruz de hierro, y posada ya en uno de sus brazos, aleteó repitiendo su espantoso canto.”.
Años más tarde, con José Eustasio Rivera sentí el amor por la creación literaria: “¡Oh, selva, esposa del silencio, madre de la soledad y la neblina! ¿Qué hado maligno me dejó prisionero en tu cárcel verde? Los pabellones de tus ramajes, como inmensa bóveda, siempre están sobre mi cabeza, entre mi aspiración y el cielo claro, que sólo entreveo cuando tus copas estremecidas mueven tu oleaje, a la hora de tus crepúsculos angustiosos. (…) ¡Tú me robaste el ensueño del horizonte y sólo tienes para mis ojos la monotonía de tu cenit, por donde pasa el plácido albor, que jamás alumbra las hojarascas de tus senos húmedos!”.
Cuando estuve a cargo de la Dirección Editorial de la Universidad Veracruzana, descubrí al autor de “Diario de Lecumberri”, de Álvaro Mutis. Luego penetré en la fascinación de su narrativa. Una muestra de “La mansión de Araucaíma”: “Hembra madura y frutal, la Machiche. Mujer de piel blanca, amplios senos caídos, vastas caderas y grandes nalgas, ojos negros y uno de esos rostros de quijada recia, pómulos anchos y ávida boca que dibujaran a menudo los cronistas gráficos del París galante del siglo pasado. Hembra terrible y mansa la Machiche, así llamada por no se supo nunca qué habilidades eróticas explotadas en sus años de plenitud. La bondad se le daba furiosamente, sus astucias se gestaban largamente y estallaban en ruidosas y complicadas contiendas, que se aplacaban luego en el arrullo acelerado de algún lecho en desorden.”
Con Marco Tulio Aguilera Garramuño, existen lazos fraternales desde que obtuvo el segundo lugar del premio de cuento, convocado por “La Palabra y el Hombre”. Ahora de vez en cuando, marca mi teléfono para hacerme la prueba de la sobrevivencia. De su novela “Máscara frente al espejo”, se incluye un fragmento. A Eduardo García Aguilar me lo presentó en la Ciudad de México, Vicente Francisco Torres. Unos años después lo visité en París. De su narrativa se reproduce de “Arthur Rimbaud Visita el Tequendama”: y “Remember Chapinero” Sara Ospina coordinó una parte de Letras de Colombia. Reconocimiento al Instituto Distrital de las Artes, Libro al Viento, Colección capital. “Cultura de VeracruZ”, fomenta la lectura y divulgación en esta revista de literatura contemporánea, espacio independiente y sin fines de lucro.