Joel Hernández Santiago
“No me llores no, no me llores no, porque si lloras yo peno;
en cambio si tú me cantas yo siempre vivo yo nunca muero…”
Andrés Henestrosa.
Vienen en camino. Está próxima la fecha de su llegada. En un abrir y cerrar de ojos estarán aquí, convivirán con nosotros unas horas y luego harán su itacate con sus viandas y flores, copal e incienso, agua y mezcal, para tomar camino de regreso. Ya nos encontraremos el año próximo, a la misma hora. Son nuestros muertos. Nuestros seres queridos. Son los ‘fieles difuntos’: los que ya no están, pero que subsisten siempre…
Es así la creencia mexicana de los días de muertos; una ceremonia-ritual, que es más una fiesta que ocurre en todo el país y que sintetiza la filosofía mexicana de la trascendencia, la vida interminable y la muerte como parte de la vida. Y, a fin de cuentas, es un no separarse nunca, y de esta manera se soluciona lo más doloroso, que es la ausencia de los seres más queridos… Y en ese ideal hemos crecido y seguimos siendo fieles al momento esperado…
Por supuesto que esta recepción de difuntos que asisten a la cita no es única en el mundo. Está por ejemplo el Halloween –‘Feliz día’- o ‘Noche de brujas’– que se lleva a cabo el 31 de octubre en Estados Unidos y con orígenes Celtas en Irlanda y Escocia para celebrar el final de la cosecha y la llegada de ‘los malos espíritus’ a los que había que alejar con grandes fogatas… Hoy en EUA se asocia con los colores negro y anaranjado y con el desfile de brujitas y fantasmas y calabazas sonrientes e iluminadas.
El ‘Samhain’ Irlandés; la “Noche de todas las almas” de Inglaterra; ‘Todos los santos y fieles difuntos’ de España o Walpurgis, la ‘Noche de las Brujas’ de Alemania y que se lleva a cabo en abril de cada año. Todas estas expresiones tienen que ver con la presencia de los difuntos, ya para recordarlos, para alejarlos, para temer su presencia o para saber que fueron, pero que ahora son puro recuerdo…
El sentido mexicano es distinto de un sincretismo profundo y ‘su origen se remonta a la época prehispánica, en la que era se conservaban cráneos como trofeos para mostrarlos luego en ceremonias que simbolizaban la muerte y el renacimiento…
‘Con la llegada del catolicismo este ritual se convirtió en el Día de Muertos. Y se celebraba el noveno mes del calendario solar Mexica, cerca del inicio de agosto. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la “Dama de la Muerte” y esposa de Mictlantecuhtli, señor de la tierra de los muertos o del inframundo.’
Hoy la fiesta coincide con celebraciones católicas del Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos que comienza el 1 de noviembre con la llegada de los niños fallecidos y el segundo día con la presencia de los adultos.
En todo caso, la fiesta mexicana es de una gran intensidad, de una creencia fiel a la conexión vida-muerte y es una algarabía por la llegada ‘de los nuestros’ y tristeza porque se van. Es una recepción por todo lo alto y, de acuerdo con las posibilidades de cada quien, es el altar-ofrenda que se coloca para que al llegar ellos y ellas se sientan en casa, se sientan de fiesta y disfruten como cuando estaban aquí, en lo que más les gustaba, y velas y veladoras encendidas para el camino de regreso, y el aroma a copal e incienso para limpiar la senda de retorno…
Y los vivos quedamos satisfechos porque pudimos convivir con ellos, recibirlos, sentir su presencia y darles un largo abrazo silencioso, como cuando se ama y no se necesita decir. Muchos muertos habrán de regresar felices a su morada y nosotros a la chinga cotidiana…
Pero hay muertos que no terminan de morir, porque siguen sin conocer las razones de su estado mortal ni las razones del por qué no se hace justicia. Son muertos que no deberían serlo, buenos o malos, pero que no pasaron por la sala de la verdad en justicia de los hombres, para los hombres.
Eso es, tan sólo en Oaxaca: Según la organización “Semáforo Delictivo” de enero a septiembre de 2018 en esta entidad han ocurrido 744 homicidios (en el mismo lapso en 2017 fueron 638), de los cuales el 68% fueron ejecuciones del crimen organizado. Y luego, en Oaxaca mismo, han ocurrido en lo que va de 2018, 74 feminicidios, según información recabada por la activista Frida Guerrera y presentada hace apenas unos días en la Feria Internacional del Libro en Oaxaca.
Todos ellos son muertos ahora. Son difuntos a los que, muy probablemente, en sus casas les recuerdan con indignación por lo ocurrido y, por estos días, también les esperan. Son los difuntos que están en el limbo de la justicia porque muy pocos de estos eventos criminales han sido solucionados por la autoridad Fiscal de la entidad y en la que todo se reserva con el inicio de “carpetas de investigación”, sin que se sepa cuál es el resultado de las investigaciones y el procedimiento legal que se sigue a los responsables de todas estas muertes.
A estos muertos y muertas ¿qué ofrenda se les está poniendo en el altar de la justicia? Por lo menos no en la “Fiscalía Especializada para la atención de delitos cometidos por razón de género” dependiente de la Fiscalía General desde la que uno espera resultados que concluyan en justicia y que inhiban la comisión de delitos de esta naturaleza.
Además, en la entidad ocurren muchos de estos homicidios sin que se tenga conocimiento de ellos, ya porque los municipios se reservan la información o simple y sencillamente porque no les dan la importancia que sí tienen. “Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud”
jhsantiago@prodigy.net.mx