RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Continuamos con esta serie de escritos en los cuales mostramos como se daban las conversaciones entre el presidente de México, Adolfo López Mateos y sus pares estadounidenses. En esta ocasión, basados en lo publicado en Papers Relating to the Foreign Relations of the United States, abordaremos el tópico de las charlas que se suscitaran durante la visita, entre el 29 de junio y el 1 de julio de 1962, que el presidente John Fitzgerald Kennedy realizar a nuestro país.
Para quienes en aquellos tiempos dábamos seguimiento a los acontecimientos naciones vía la prensa, dicha visita nos causó un gran impacto. La figura del mandatario estadunidense y su esposa eran promovidas casi en olor a santidad, quienes después nos dedicamos a hurgar en la historia encontraríamos cual era la verdad sobre toda esa narrativa. Entonces al ver las fotografías y la narrativa en torno al acontecimiento, nos embargaba la admiración hacia el presidente López Mateos al verlo comportarse con dignidad plena y respetuoso de lo que representaba. Pero no todo eran desfiles, discursos y banquetes había asuntos que deberían de discutirse cara a cara y de eso nos ocuparemos.
La reunión inicial entre ambos presidentes dio inicio con Kennedy expresando su agradecimiento por la bienvenida cálida que se le otorgó. Tras de ello, precisó que desde su perspectiva el capital privado estaba reticente a invertir, lo encontraba asustado ante el estado de cosas. Expresó una verdad innegable al enfatizar que era necesario la participación de la inversión privada para lograr “una tasa de crecimiento adecuada” y cuán importante era la confianza para lograr la participación del capital privado. Asimismo, comentó que las dificultades por la que pasaba Canadá se debían “en parte a un deseo canadiense de reducir la tasa de inversiones privadas de los Estados Unidos en Canadá; pero esto había tenido el efecto de desacelerar el crecimiento económico y crear un problema de balanza de pagos”. Como podemos dilucidar las dificultades entre EUA y Canadá no es un asunto reciente. En igual forma, “el presidente Kennedy, también, habló de su esperanza de que las inversiones privadas de los Estados Unidos fluirían en mayor volumen a los países en desarrollo en lugar de al altamente industrializado Mercado Común Europeo. El presidente López Mateos parecía estar de acuerdo e hizo alguna referencia al hecho de que un artículo de periódico en un periódico de una pequeña ciudad era suficiente para provocar la fuga de capitales de México”. Esto último sigue siendo válido y ampliado a las redes sociales.
La reunión concluyó con una invitación de don Adolfo para que en la próxima se hablará con franqueza plena sobre cualquier tópico. A la vez recomendó discutir el asunto de la salinidad y la Alianza para el progreso.
Tres horas después de la primera entrevista volvieron a reunirse. Kennedy hizo la apertura apuntando que “la situación actual con respecto a la salinidad del agua que se suministra al valle de Mexicali es insatisfactoria. Esperaba que se pudiera llegar a un acuerdo sobre los medios para corregirla… Si bien no había disposiciones en el tratado con respecto al contenido de sal, Estados Unidos debería tratar de ayudar, con un espíritu amistoso, a mantener la calidad del agua. Pensamos que podríamos mantener la sal en niveles razonables hasta fines de 1963, y para entonces esperábamos haber encontrado una solución al problema”. Al respecto, destacó que los fondos requeridos enfrentaban la aprobación del Congreso estadunidense al cual tratarían de convencer que los proporcionara. Al respecto, se generó un intercambio de opiniones.
“El presidente López Mateos expresó su preocupación por la posibilidad de que, para 1963, se produjeran daños irreparables y consideró que era necesario construir un canal para desviar las aguas salinas hacia el mar”. En respuesta, Kennedy recomendó se mantuviera el grupo integrado por expertos que estudiaba el problema y recomendara alternativas de solución. Fue claro en que no se podía cambiar el Tratado existente pues no sería aprobado por el Senado estadounidense. Recomendó se mejorará el drenaje en Mexicali. Al respecto, López Mateos le indicó que ya se tenía un plan para realizarlo con miras en el largo plazo. Sin embargo, se “trataba de un problema que debía resolverse de manera práctica lo más rápidamente posible, y que nada que se hiciera en el Valle de Mexicali proporcionaría una solución”.
En el contexto de lo anterior, Kennedy espetó que reconocían su responsabilidad y buscaban cumplir con ellas. Asimismo, el embajador estadunidense en Mexico, Thomas Clifton Mann, recomendó que Mexico solicitar un crédito al Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento (BIRF) para obtener fondos que le permitieran desarrollar las obras en el Valle de Mexicali. Ante salida tan fácil, el presidente de Mexico dejó claro que “esto no tendría ningún valor si Estados Unidos no reducía el contenido de sal”. Como aquello no era un asunto para resolverse en una charla, “el presidente Kennedy afirmó nuevamente que vamos a hacer lo mejor que podamos frente a los difíciles problemas para corregir la situación que se ha creado desde nuestro lado de la frontera. Nos mantendremos en contacto con el presidente de México sobre nuestro progreso y esperamos que él vea qué puede hacer por su parte”. Y aquello llevaría un poco de tiempo, no sería sino hasta el 30 de agosto de 1973 cuando los gobiernos de México y Estados Unidos firmaron el Acta 242 de la Comisión Internacional de Límites del Río Colorado (CILA) intitulada, “Solución permanente y definitiva al problema internacional de la Salinidad del Río Colorado y con ello, parcialmente, se resolviera el problema.
De los asuntos del agua pasaron a uno estrictamente político-económico, el cual Kennedy definió como el “peligro de propagación del comunismo en América Latina, particularmente en la cuenca del Caribe, como resultado de la influencia chino-soviética en Cuba y el uso de Cuba como trampolín.
En el entorno de lo anterior, el mandatario estadunidense cuestionó a don Adolfo acerca de si veía factible que “el pueblo cubano recuperara su soberanía del régimen de Castro” La respuesta fue: “ si bien el régimen de Castro había perdido terreno ante el pueblo cubano porque había pervertido los propósitos originales de la revolución y había caído bajo la influencia del bloque comunista, parecía dudoso, en la práctica, que el pueblo cubano pudiera hacer mucho al respecto en un futuro previsible debido a la naturaleza y la fuerza militar del régimen de Castro. El presidente López Mateos dudaba de que la revolución comunista pudiera convertirse gradualmente en una revolución de tipo nacional como la que tuvo lugar en México”. El gobernante de origen mexiquense tenía razón parcialmente, el pueblo cubano no podría sacudirse la dictadura, pero estaba equivocado en el sentido de que no se convertiría en una revolución nacional, por muchos años los cubanos compraron el cuento de que vivían en el paraíso y eso era lo mejor que pudo sucederles. Hoy, el modelito ya no genera más que miseria, pero nadie se atreve a derrumbarlo. ¿Será que se conforman con la cartilla de alimentos? Pero retornemos a 1962.
Tras de discutir que tan factible era que la Unión Soviética diera una ayuda significativa a Cuba, Kennedy preguntó a López Mateos “que se podía hacer para impedir la propagación del poder y la doctrina soviética a través de Cuba a otras repúblicas americanas”. A la par, “mencionó su preocupación por las actividades soviéticas en países como Venezuela, Colombia, Guatemala y Ecuador. Se mencionaron específicamente las actividades guerrilleras en Colombia y las recientes revueltas en Venezuela”. Sin dejar de reconocer que se trataba de un asunto delicado, López Mateos indicó “que México tenía la capacidad de lidiar con la subversión comunista e insinuó que cada país debía tomar las medidas necesarias para defenderse”. En ese sentido el secretario de relaciones exteriores, Manuel Tello Baurraud, sugirió cuán importante era que “los países latinoamericanos impidan que sus territorios sean utilizados como base de operaciones contra otras repúblicas latinoamericanas”.
Don Adolfo reiteró lo que en otras ocasiones había expresado: “lo importante es crear mejores condiciones económicas y sociales y, sobre todo, crear empleos. Cuando el pueblo se encuentra una situación económica adecuada, no es fácil para los comunistas desviarlo del buen camino. Subrayó… que la Alianza para el Progreso es la mejor manera para combatir el comunismo”.
Quien fuera el primer católico investido como presidente de los EUA consideró “que no subestimaba la importancia del crecimiento económico y el progreso social; ni estaba sugiriendo que el comunismo fuera un peligro inmediato en los Estados Unidos o México. Pero señaló que se necesitaría una década para lograr los objetivos de la Alianza para el Progreso incluso en las mejores condiciones. Mientras tanto, la pregunta era: ¿Qué pensaba México que se debía hacer para evitar la propagación del comunismo en otras repúblicas americanas? El presidente Kennedy señaló que, como demuestra Cuba, una vez que un régimen comunista se ha arraigado en un país, es muy difícil para el pueblo librarse de él”. En esto último no le faltaba razón al bostoniano de origen.
Acto seguido, intervino el canciller Tello quien “recordó que México fue el primer país en Punta del Este que abrazó abiertamente la doctrina de la incompatibilidad entre Cuba y el sistema interamericano y argumentó que esto fue una contribución muy sustancial al éxito de Punta del Este porque esa tesis fue la que prevaleció y no las doctrinas colombiana o peruana. Explicó nuevamente la doctrina jurídica mexicana sobre la necesidad de modificar la Carta de la OEA para que exista una base jurídica sólida para la acción colectiva”. Asimismo, señaló “que el régimen de Castro había cometido muchos “errores” y en su opinión los seguiría cometiendo. Dijo que Chile, por ejemplo, había estado recientemente a punto de romper relaciones con Cuba. (El embajador de México en los EUA, Antonio Carrillo Flores, comentó después al embajador Mann que interpretaba las declaraciones de Tello sobre los “errores” de Castro en el sentido de que México podría romper relaciones más tarde con el régimen de Castro debido a sus tendencias intervencionistas en México)”.
Tras de lo anterior, la conversación entre los presidentes giró en torno a cómo evitar que el comunismo se diseminará en América Latina respecto a lo cual López Mateos mantuvo su postura que “la forma de hacerlo era mediante el rápido desarrollo económico y el progreso social”. A Kennedy, sin embargo, le obsesionaba “el problema de la penetración comunista en el hemisferio [y expresaba la necesidad de trabajar] en cooperación con otros estados latinoamericanos como México [con el cual quería] llegar a un acuerdo sobre las medidas prácticas que podrían adoptar los estados americanos para hacer frente a la amenaza. Dijo que Estados Unidos no tenía planes en el momento actual de emprender acciones militares unilaterales contra el régimen de Castro”. Lo último era comprensible tras del papelazo en Bahía de Cochinos.
Al día siguiente, el 30 de junio, volvieron a reunirse dando inicio “con un debate más amplio sobre el problema de la salinidad, tal como se trataría en el comunicado. Una vez que el texto fue acordado, el presidente López Mateos expresó su preocupación de que la situación pudiera volverse aguda nuevamente después de octubre de 1963, que sería un período muy activo en la preparación de las elecciones de 1964 en México. El presidente Kennedy dijo que haría todo lo posible para evitar que se repitieran las dificultades que los mexicanos habían experimentado el otoño pasado”.
Posteriormente, se discutió el asunto de El Chamizal. Al final Kennedy que los expertos estadunidenses continuaran “trabajando en la elaboración de una línea apropiada, teniendo en cuenta que los mexicanos eran conscientes de la dificultad de tomar tierras en las que habían construido y vivido residentes estadounidenses de El Paso desde la adjudicación original, y de lo que sería posible en términos de compensación en tierras que nos resultaran menos difíciles de entregar.
El presidente López Mateos dijo que se podría buscar una solución en el marco de un arreglo en el que Estados Unidos aceptara que el laudo era justo y que Estados Unidos debió haberlo aceptado en el momento en que se dictó. México indicó que, si bien estaba de acuerdo con esta opinión, se daba cuenta de los cambios que se habían producido y que dificultaban mucho la ejecución exacta del laudo, y que, como gesto, estaba aceptando parcelas de tierra en otro lugar en lugar de en el lugar exacto indicado por el laudo”.
El problema sería zanjado tras de que, el 17 de septiembre de 1963, el senador Demócrata por Alabama, John Sparkman, presentó en el Congreso la Ley de la Convención Americana-Mexicana de Chamizal de 1964, que finalmente resolvió el asunto. El 25 de septiembre de 1964, los presidentes Adolfo López Mateos y el presidente Lyndon B. Johnson se reunieron en El Paso para poner fin oficialmente a la disputa. Las 176.848 hectáreas que comprenden El Chamizal fueron cedidas oficialmente a México y se incorporaron a su territorio el 28 de octubre de 1967.
Para concluir la reunión del 30 de junio de 1962, “el presidente López Mateos, tras expresar su agradecimiento por el intercambio de opiniones durante la visita, dijo que estaba plenamente consciente de que las recientes acciones mexicanas, en particular con respecto a los asuntos cubanos, han creado dudas en algunos sectores de los Estados Unidos sobre la actitud básica de México hacia Cuba y los Estados Unidos. Quiso asegurar formalmente al presidente Kennedy y al pueblo de los Estados Unidos que, en caso de que surgiera algún conflicto, México estaría encantado de proteger la retaguardia de los Estados Unidos con sus 35 millones de habitantes.
El presidente Kennedy expresó su agradecimiento por ello y dijo que estaría encantado de defender también los flancos mexicanos”. Don Adolfo era un practicante del Nacionalismo Pragmático, ese en el que se sustentó el nacimiento del Estado Mexicano Moderno, él no padecía del mal del rábano, ese que aquejaba a cierto ex presidente de origen michoacano.
Así, concluimos esta serie de tres escritos que nos muestran cómo sin aspavientos y sin adoptar posturas estruendosas, en busca del aplauso fácil, el presidente Adolfo López Mateos era capaz de mantener una postura digna, no necesariamente coincidente con el punto de vista de sus contrapartes estadounidenses sin llegar al enfrentamiento. Esto, le valió ser respetado. Aquellos eran otros tiempos. ¿Alguien lo duda? vimarisch53@hotmail.com
Añadido (25.07.24) Exactamente hoy, se cumplen siete décadas y un par de años.
Añadido (25.07.25) Al parecer, estamos a un paso de que la criogenia sea declarada el principio fundamental bajo el cual se sustenta la política exterior de México.
Añadido (25.07.26) Vaya batacazo para el acero “Made in Mexico” fabricado en China.
Añadido (25.07.27) Se da a conocer que no solamente miembros de la Iglesia Católica en los EUA recibían “apoyos” pecuniarios relacionados con el asunto de los inmigrantes indocumentados. En esa cruzada los acompañaban varios quienes pertenecen a las Iglesias Luterana y Bautista. Utilizar el nombre de El Gran Arquitecto para agenciarse ganancias por vías muy cuestionables, pareciera que no es un monopolio.
Añadido (25.07.28) Como andarán los miembros del Partido Demócrata que, entre ellos, quien representa la voz de la sensatez es el senador por Pennsylvania, John Fetterman. Basta ver una fotografía de este personaje para percatarse del estado de cosas.