HORIZONTE DE LOS EVENTOS
Tres generaciones de hombres públicos honestos y honorables -toda la vida, sus tres vidas- alcanzan de la Revolución Mexicana, para acá. Hay un número suficiente de estos linajes, como para reconocerlos alrededor de cada mexicano, las últimas tres generaciones de adultos.
Me refiero a ejemplos de la mexicanidad nacionalista y patriota, del México que merecemos y concebimos, que la 4T bien haría en hacer justicia y honrarlos, con solo aplicar la ley a la corrupción y a sus responsables. Algunos esperan ya muertos.
México, al día de hoy, su desmoral pública y privada, merece mayor destrucción y extinción bíblica que Sodoma -donde privó la lujuria, pecado menor que el homicidio, el secuestro y la violación, que sumamos ¡centenas por hora!
Hago referencia a linajes que por tres generaciones, me consta y afirmo conocer cómo vive esta gente, cómo manifstaron esta honorabilidad pública y las consecuencias y costos que hubieron de pagar y aun cargan sus descendientes.
Cada mexicano tiene en su entorno el ejemplo de hombres intachables, que no se involucran ni permiten ser confundidos con esa banda de fariseos y corruptos que han degradado la nación y a cada uno de los mexicanos, comenzando por ellos mismos, su nombre y sus familias a la deshonra, la vergüenza y a la oscuridad del escondite, la matanza y la mayor bajeza humana.
Los herederos de esta tradición limpia de “moral revolucionaria”, sostienen con vigor el ejercicio público de nuestros derechos ciudadanos, para señalar y convocar al escrutinio puntual de actos ilegales de gobierno, inéticos y reprobables (hasta llegar al homicidio), al señalar por su nombre al responsable. Condición genética y educativa, que como decimos en Sonora, “no se aprende, se mama.”
Por esta “condición genética” de consciencia ciudadana, ante la violación, estos mexicanos pronto sienten la necesidad de manifestarse y exigen al gobernante, tan firme como sea necesario, la corrección y el cumplimiento del mandato constitucional que se ha violado en nuestro perjuicio.
Sobretodo cuando somos víctimas de un grave daño social por tal negligencia y que el pueblo temeroso y amedrentado, no es capaz señalar la infamia y reclamar al gobernante, el mero cumplimiento de su Protesta Constitucional al asumir el cargo: “que la Nación me lo demande”.
Abusos ya tan comunes como comprometer el abasto de agua a la población (muy común entre gobernadores del noroeste del país (como el Quico Vega y Padrés), hasta negligencias mayores, como la muerte de los 49 niños de la Guardería ABC o tomar indebidamente 54 millones de dólares, robando -de hecho- la liquidación de más de tres mil mineros de Cananea. Y aun más, que la autoridad proteja a los culpables.
Me refiero al tipo de hombres que hicieron México -con los que gusta imaginarse en el Vanhala mexicano, el Presidente de la República. Vienen a la mente nombres con sus biografías, que al releer las páginas de nuestra historia, consta cómo destruyeron las superestructuras impuestas por potencias extranjeras y por mexicanos apátridas con que nos explotaron y saquearon al país.
La fuerza con que lograron imponerse a enemigos tan “invencibles” (al costo de la vida) y con gran talento y grandeza concibieron y construyeron un nuevo Estado, de Instituciones con nuevas relaciones, propósitos y garantías de participación para beneficio social, conforme los reclamos, necesidades y aspiraciones del pueblo, inspirados y comprometidos con quienes hicieron la Revolución Mexicana y la Constitución de 1917.
Escapan de la historia nacional hombres de gran calado, que en el entorno inmediato de cada pueblo, en su debida proporción, correspondieron integralmente a los principios y valores de la “nación mexicana”, repitiendo el ejemplo de aquellos, tejiendo el engranaje de la nueva realidad jurídica, en beneficio del pueblo y con su ejemplo, la dignidad moral de la conducta construida por aquella transformación.
Sin embargo, como bien señala el Presidente, poco a poco los valores revolucionarios fueron olvidados. Los revolucionarios creyeron que podían ser empresarios y seguir siendo revolucionarios. Y para ello, los interesados en el saqueo, primero enviaron al ostracismo a los hombres más valiosos, a nivel nacional, y luego, a los de cada comunidad.
La nueva clase gobernante, la que sustituyó a la revolucionaria, no escatimó recursos, no le importó manipular el sistema educativo, lo mismo reduciendo el presupuesto que alentando líderes magisteriales corruptos y/o delincuentes, que sustituyendo la educación científica por una “patito” y de plano, arrancando las páginas del civismo y el verdadero significado de nuestra historia.
Orillaron con ello a las comunidades regionales y nacional, a un analfabetismo ético en lo público y degradante en lo moral, que si bien permitió a ellos, la transformación legal y constitucional suficientemente laxa, que permitió el hurto de lo público, la confusión de la sociedad y su evasión y la persecución de quienes vieron las orejas al lobo.
Pues además del daño ocasionado al estado y al gobierno (no lo adelgazaron, lo desnutrieron hasta tener una ausente capacidad de indignación y respuesta), llevaron a la fractura de las bases sociales, que a la postre desintegró las familias y enfrentó a los mexicanos mortalmente.
Ya veremos los alcances morales de la reconstrucción del C. Presidente y de la 4T.