Fuera de todo
Denise Díaz Ricárdez
El 25 de noviembre es una fecha que debería ser un llamado a la reflexión y la acción. El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer es un recordatorio sombrío de la lucha constante por la igualdad y la justicia.
Sin embargo, este año, la conmemoración se ve ensombrecida por un alarmante aumento en los casos de feminicidio y la falta de resultados de las acciones gubernamentales en abordar esta crisis.
En muchos países, los datos son escalofriantes. Las estadísticas muestran un incremento en los feminicidios, convirtiendo a nuestras sociedades en escenarios donde el miedo y la inseguridad se han normalizado para las mujeres.
Cada cifra representa una vida, una historia truncada, y detrás de cada caso hay familias devastadas que sufren la pérdida de sus seres queridos.
Este aumento no solo es un reflejo de la violencia estructural que persiste en nuestras sociedades, sino también de la falta de respuesta efectiva por parte de los gobiernos.
Las políticas públicas implementadas en nombre de la protección de las mujeres han sido, en muchos casos, meras palabras vacías.
Los programas de prevención y atención son insuficientes, y las promesas de mejorar la capacitación de las fuerzas de seguridad o de crear refugios seguros para las víctimas a menudo se quedan en la retórica.
Las instituciones encargadas de proteger a las mujeres no solo deben existir; deben funcionar de manera eficiente y con un enfoque centrado en las víctimas.
Es vital que el gobierno asuma un compromiso real en la erradicación de la violencia de género.
Esto implica no solo aumentar los recursos destinados a la protección de las mujeres, sino también garantizar que existan mecanismos efectivos para la denuncia y el seguimiento de los casos de violencia.
La educación en materia de género debe ser una prioridad, no solo para crear conciencia, sino para transformar la cultura que perpetúa estas actitudes violentas.
Además, es necesario que la sociedad civil se involucre en esta lucha.
La creación de redes de apoyo, la promoción de campañas de sensibilización y la defensa de los derechos de las mujeres son pasos fundamentales que cada uno de nosotros puede dar. La lucha contra la violencia de género no es solo una responsabilidad del Estado, sino un compromiso colectivo.
El Día de la Erradicación de la Violencia contra la Mujer debe ser un día de ACCIÓN y no solo de conmemoración. Es el momento de exigir cambios reales y sustanciales en las políticas que afectan a las mujeres.
Más allá de las marchas y listones naranjas o morados (que no están mal pero no hacen un cambio significativo y sustancial), la violencia de género es una violación de los derechos humanos y debe ser tratada como tal.
No podemos permitir que el silencio y la indiferencia continúen costando vidas. Alcemos la voz para exigir un futuro donde todas las mujeres puedan vivir sin miedo y con dignidad.