Un día como hoy en 1914, México vivió uno de los momentos más complicados de su azarosa vida independiente. El país literalmente estaba envuelto en llamas. A Victoriano Huerta se le salió de control aquel tigre que Madero sacó de la jaula, cómo atinadamente definió aquellas jornadas, el General Porfirio Díaz, quien contemplaba los acontecimientos desde un amargo pero digno exilio en París. El chacal recibía en aquellos días, el embate de las fuerzas constitucionalistas por medio del genio militar de Obregón que consolidaba sus ocho mil kilómetros en campaña. A su vez, las furiosas cargas de la caballería villista arrollaban a la infantería decimonónica del Ejército Federal y los indomables soldados-campesinos de Zapata tampoco daban tregua en las cañadas y serranías morelenses. Menos de cuatro meses después, el 13 de agosto de 1914, el Ejército Federal, heredero de aquellos que vencieron a los franceses e imperialistas en 1867, se rindió a Obregón en Teoloyucan y Huerta, el único presidente indígena que hemos tenido junto con Juárez, salió al exilio donde murió un par de años más tarde.
Si bien, los norteamericanos alentaron a través de Henry Lane Wilson el golpe de Estado que culminó con el asesinato de Madero, pronto desconocieron al dictador. Retiraron a su embajador, quien fue sustituido por un encargado de negocios. Entonces Huerta no solo tuvo que lidiar con los revolucionarios sino con el desconocimiento diplomático de Estados Unidos y otras potencias. A principios de Abril de aquel 1914, se dió el incidente de Tampico. Resulta que el “Dolphin” buque de guerra estadounidense se encontraba frente a Tampico, sitiado entonces por los revolucionarios y defendido por el veterano general federal Ignacio Morelos Zaragoza. Marineros del Dolphin sin autorización mexicana, desembarcaron para aprovisionarse de combustible y fueron hechos prisioneros por tropas federales. Trás las aclaraciones pertinentes fueron liberados sin ningún contratiempo. Entonces los norteamericanos en un exceso, exigieron que una batería mexicana hiciera un salva de 21 cañonazos a su bandera. Morelos Zaragoza respondió que sí, siempre y cuando la artillería del Dolphin correspondiera de la misma forma al pabellón mexicano. Los norteamericanos ofendidos se negaron y zarparon, ese incidente fue el pretexto para bombardear y tomar el puerto de Veracruz el 21 de abril de 1914.
Bien es conocido lo ocurrido en el puerto jarocho en aquella mañana, cuando los norteamericanos lo atacaron por segunda ocasión y aquel entrañable rincón mexicano recibió su cuarta denominación de heroico. Las baterías navales de los invasores machacaron a las defensas mexicanas, pero ello no impidió la respuesta valiente de marinos, soldados y pueblo veracruzano, el desembarco que los norteamericanos estimaron sería casi inmediato se prolongó ante la defensa mexicana. Aquí es donde también ha quedado para la historia, el recuerdo de quienes no dudaron en anteponer el deber con México a su ideología. Sobresaliente fue el arrojo de los cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar, que al igual que sus pares del Colegio Militar de Chapultepec en 1847, defendieron su plantel derramando sangre. Con justicia el Teniente José Azueta y el cadete Virgilio Uribe comparten hoy la lista de honor con los Héroes de Chapultepec, en el ceremonial militar mexicano. Azueta provino de una familia con tradición naval y cuando agonizaba en su lecho de muerte, rechazó el ofrecimiento del enemigo para ser atendido por un oficial de sanidad estadounidense. La esposa del encargado de negocios norteamericano, Edith O´Shaugnessy escribió una magnífica crónica en torno a Victoriano Huerta y aquellos días, después de visitar la Escuela Naval trás ser tomada por los estadounidenses, reconoció expresamente el valor y patriotismo de los cadetes navales mexicanos.
Junto a los marinos, se debe también reconocer a las fracciones de tropas del Ejército Federal que a pesar de haber recibido la orden de replegarse a Tejería se mantuvieron combatiendo a los Marines en su desembarco. A ellos se unen valientes civiles, como Aurelio Monfort, policía de guardia en los portales frente al malecón, quien no dudó en desenfundar su revólver y hacer fuego sobre los invasores, hoy una placa recuerda su sacrificio en el sitio donde fue abatido. Menos conocido, pero por ello no menos heroico fue el carpintero Andrés Montes o aquel robusto conductor de carreta que habitualmente transportaba pescado desde el muelle, y al momento de la invasión dejó su carga, y bajo fuego enemigo, utilizó su carreta para abastecer de cartuchos a los muchachos de la Escuela Naval. Afortunadamente existe un monumento que consigna los nombres de los defensores del puerto en 1914.
El incidente de Tampico, solo fue una excusa, los norteamericanos tomaron el puerto para evitar que Huerta recibiera armas de Europa y mermar al Ejército Federal. Carranza no mordió el anzuelo ante el supuesto llamado a la unidad nacional de Huerta, quien se aprovechó del característico patriotismo mexicano y llamó a los jóvenes a unirse a combatir al invasor, pero en cambio los envió al norte a luchar contra los revolucionarios. Sin embargo, la epopeya de la defensa de Veracruz en 1914, más allá del escenario tan complejo de un país en medio de una guerra civil, ha quedado marcado como el testimonio de la actuación de mexicanos excepcionales, que supieron como en todos los momentos graves de nuestra historia, estar a la altura de las circunstancias.