Por Mouris Salloum George*
Desde Filomeno Mata 8
Contra el muro de la ignominia, la muralla de la dignidad soberana.
No es una disyuntiva: Es un imperativo categórico cuando el gorila anaranjado que despacha en la Casa Blanca hace sonar los tambores de guerra, no contra un gobierno en específico -el de Venezuela-, sino contra todos los pueblos latinoamericanos.
El pasado 19 de febrero, Día del Ejercito mexicano, el presidente Andrés Manuel López Obrador refrendó su confianza en las Fuerzas Armadas para la pacificación de México.
En su estilo coloquial, el mandatario conminó a los soldados: “Los necesitamos para serenar el país”.
En el orden conceptual, y sobre todo político, por encima de “país” está la jerarquía de la República y del Estado, que acaso vuelva a ser nacional, popular y democrático.
Son las instituciones en las que radica la fuerza moral y política de la soberanía y la dignidad nacionales.
Nunca como ahora, se precisa del oficio diplomático
En tanto México profesa una cultura pacifista, que le ha permitido el Premio Nobel de la Paz, el recurso para la autodefensa y la solidaridad con el resto de las naciones, sigue siendo la diplomacia.
Pecaríamos de ingenuos si creyésemos que basta por si solo el ejercicio diplomático, cuando Washington siguen siendo fiel a su espejo diario, tratando de imponer al mundo la sinrazón de la fuerza.
Por fortuna, tres factores permean la opción de solución pacífica de los conflictos, lo mismo en el ámbito interno de los Estados, que en la comunidad internacional.
La Organización de Estados Americanos (OEA), administrada por el lacayo del imperio Luis Almagro, no logra los votos reglamentarios para avalar la alternativa guerrerista de Donald Trump.
En la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la mayoría de los Estados parte se inclina por la no intervención.
El punto de inflexión se localiza en El Capitolio. A mediados de semana, la mayoría demócrata en la cámara de representantes presentó una resolución contra la declaración de Emergencia Nacional dictada por Trump.
El proyecto demócrata sería votado en plenos idus de marzo en la cámara baja; habría tiempo para que, en el Senado, se lograran votos de republicanos que no comulgan con las ruedas de molino de Trump. Por hoy, la iniciativa permanece entre corchetes.
En ese peliagudo y peligroso asunto está involucrado México, pues tiene que ver con el muro fronterizo.
No es una cuestión de poca monta: En el centro de gravedad del debate legislativo en Washington está el alcance de las órdenes ejecutivas del presidente norteamericano, cuya naturaleza ha sido distorsionada por la libre por el que despacha en el Salón Oval.
El presidente López Obrador navega con el viento a su favor
En cuanto toca a México, frente a las acechanzas estadunidenses el presidente López Obrador ha empezado a navegar con el viento a su favor.
A resultas de un eficaz trabajo de operación política, el Senado mexicano acaba de aprobar por unanimidad de los legisladores presentes la reforma constitucional para instituir y poner en operación la Guardia Nacional.
La minuta fue devuelta a la Cámara de Diputados, donde haría falta una veintena de votos de la oposición para lograr la mayoría calificada que, de lograrse, permitirá el curso del proyecto a los estados, donde se requieren 17 de 32 votos de las legislaturas locales para hacer la declaración respectiva de la reforma.
Previamente, la mayoría de los gobernadores, guiados por su Conferencia Nacional, había dado el fíat a la Guardia Nacional, si bien condicionada en el dictamen senatorial a un mando civil y el retorno de los soldados a sus cuarteles en un término de cinco años.
Como suelen decir los rancheros: Andando la carreta se acomodan las calabazas. Vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.