Cuando escuchamos o leemos las abominables noticias de una familia vejada, madre e hija violadas y un bebe asesinado por un disparo, otra mujer muerta en un campus universitario, decenas de cadáveres desmembrados y embolsados semanalmente… el ánimo se vuelve insostenible, cuando reconocemos qué acontecimientos como los de Ayotzinapa y Aguas Blancas en el estado de Guerrero, Tlataya, Apatzingán y Atenco en el estado de México, San Fernando en Tamaulipas y ayer Palmarito Tochapan en Puebla (en donde militares y federales presuntamente dispararon en contra de mujeres y niños en un operativo), las centenas de fosas clandestinas que han aparecido en todo el territorio nacional, la cifra de cientos de miles de muertes en una década, más de una centena de periodistas asesinados, un sinnúmero de familias dañadas permanentemente, decenas de miles de desaparecidos, miles de femenicidios, la guardería ABC, y otros tantos, tantos son crímenes de estado. No obstante algunas personas señalan al crimen organizado como el ente responsable de todo ello, hay otros opiniones que exculpan, justifican el protagonismo y contubernio de las autoridades en tales crímenes.
Por ello la población en su mayoría creen, y con cierta razón, que las comisiones de derechos humanos son bastiones protectoras de la delincuencia, y esto no es para menos cuando se han atestiguado acalorados argumentos en favor de victimarios crueles y despiadados enarbolando sus derechos básicos como seres “humanos”, por más que esa definición de humanos sea difícil de aplicar a semejantes alimañas.
Sin embargo casos más siniestros suceden al amparo del fuero constitucional, o en confabulación de bufetes de abogados multimillonarios que protegen las espaldas de criminales de cuello blanco, o en el contubernio mafioso del INE, TRIFE y partidocracia que nos sujeta al arbitrio gangsteril de psicópatas demagogos al servicio de las oligarquías, o simplemente al poder y cadencia de fuego de un gobierno asesino y su brazo armado diezmando poblaciones enteras a su paso, o incluso bajo la manipulación, ocultamiento y silencio del oligopolio mediático.
Empero debo insistir que los derechos humanos son y han sido la única medida trascendente en el desarrollo del bienestar común, la justicia y la ética mediante la implementación de un marco de “igualdad” para toda persona sin importar raza, credo, cultura, patrimonio o particularidad alguna.
El camino de los derechos humanos ha sido muy complicado pero sus fines han sido claros y definitivamente han tenido un impacto muy profundo en la historia del hombre, desde los albores de la humanidad la necesidad de reconocimiento de el individuo ante un grupo o sociedad ha sido el motor del encuentro con la dignidad y consecuentemente con sus derechos.
Ya en la época de Platón y Aristóteles se defendía el concepto de derecho que sin ser perfecto fundamentaba los principios de una pluralidad, aún entonces quedaba mucho por pensar, definir y accionar, pero el reconocimiento de las partes fundamentales de una sociedad era sólido y establecido dentro de la polis (estado); polítes, métoikos y doúlos,(ciudadanos, extranjeros y esclavos). Lo mismo sucedía con otras maravillosas culturas no menos importantes como las prehispánicas en donde el papel de cada individuo en la sociedad era celosamente observado y respetado.
Incluso la cristiandad ha tenido un papel preponderante en la homogeneización de la sociedad, y aunque el motivo evidente ha sido el empoderamiento y el adoctrinamiento para manipular a millones de habitantes, no se puede menoscabar su aporte conceptual al sentido de igualdad, al menos espiritualmente para su grey (porque está más que visto que la iglesia discrimina y excluye). De facto la raíz judaica del cristianismo aportó una muy buena dosis de jurisprudencia que poco a poco infiltró los fundamentos del derecho romano a través de “mos maíorium” (costumbres ancestrales).
Fue así como Santo Tomas de Aquino se erige como el filósofo de la jurisprudencia tratando de establecer un entendimiento sobre la naturaleza del hombre y sus conflictos por la acumulación de bienes e identifica el “medium rei” como el objeto de la justicia o lo justo para garantizar el bienestar o plenitud de la existencia.
Con este pensamiento, encadenado de muchos más, se establece el rumbo hacia la declaración de derechos “The Bill of Rigths” en 1689 que atajaba el dominio totalitario de la monarquía en beneficio del parlamentarismo.
¿Va dando cuenta el amable lector de como el pensamiento de igualdad y reconocimiento va conformando lentamente el concepto de justicia y derecho actuales?..
De tal manera, llegamos a las ideas subversivas semillas de la revolución francesa, grandes de la ilustración como Voltaire y sus “Cartas inglesas”(1734) crisol escrito de ideales libertarios, crítica al poder del papado, ponderación del humanismo y la ciencia que consterno a la opinión francesa e incitó preguntas peligrosas para el “duopolio” monarquía-iglesia.
Es por tanto que grandes filósofos como el inglés John Locke y otros pensadores hacen su parte en el reconocimiento de la humanidad, en el caso de Inglaterra como consecuencia del parlamentarismo y en el caso de Francia a causa de la tiranía y el descontento por una monarquía despótica.
Las revoluciones inglesa, francesa y la independencia de las trece colonias dan inicio a la, ahora si, reivindicada carta de los derechos humanos que forma parte de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776).
Lo que poco se reconoce es que esta Declaración de Independencia de los Estados Unidos es base de la Constitución Mexicana de 1824 así como la Constitución de Apatzingán (1814) está influenciada por la Constitución de Cadiz (1812). Pero sin ahondar en controversias los ideales de libertad del periodo de la ilustración europea eventualmente formaron la Constitución Mexicana de 1857 consagrando los derechos del hombre así como la obligatoriedad de las autoridades por establecer leyes que respeten y cobijen las garantías individuales de los mexicanos, se impuso la figura legal del amparo, la extinción del fuero eclesiástico y militar, la libertad de cultos, la enseñanza laica, la libertad para escoger profesión, y el derecho a la asociación, así como la autonomía de municipios y estados para elegir autoridades y promulgar leyes locales, etc, etc…
Tiempos convulsos, intereses eclesiásticos, conservadurismo rancio, una revolución industrial, otra social y el inicio de un nuevo siglo dan paso a la Constitución de 1917 en donde se reafirman y ponderan los derechos sociales, que son un matiz de los derechos humanos pero arropados por la responsabilidad del estado para brindar equidad a cada individuo por vulnerable que sea, en resumen evitar las abismales diferencias sociales que se sufren hoy día violando los derechos sociales.
Con más de 700 modificaciones constitucionales y a pesar del empeño del corporativismo, la constitución aún resguarda la esencia de su razón… los derechos humanos y su protección.
Es muy importante notar que las modificaciones a la constitución han sido aprobadas al arbitrio de personajes que se dicen nuestros representantes emanados de un sistema “partidócrata” electoral corrupto y falaz, sistema que es imperante destituir para evitar que en nuestro nombre llegue el día en que estos malnacidos apátridas incluso deroguen nuestros derechos humanos inscritos en la constitución, como es su interés más inmediato, ya que en la práctica, y entretanto, constantemente los violentan ante la indolencia e inconsciencia social.
El Estado Mexicano, más por reconocimiento que por convicción, ha firmado la Carta Universal de los Derechos Humanos (1948), aceptando mantener cuidado y observación de los mismos derechos que sustentan su existencia en la Constitución Mexicana vigente.
Finalmente en mi muy modesta opinión los derechos humanos en conjunto con la justicia, la ética y la consciencia social deben ser la base para un proyecto de nación que tenga como último objetivo la equidad social y el bienestar básico, porque no se trata del perdón como una acción social sujeta a la gravedad del crimen y en razón al daño a la víctima o víctimas, como un manto de poder celestial que cura y purifica, el perdón social sólo funciona como una ¡concesión! de la verdadera justicia establecida en la ética y la consciencia.
Porque en el esfuerzo de integrar la teoría con la realidad, es tristemente la mezquindad humana quien tuerce y desmerece una lucha de siglos por una jurisprudencia más equitativa y una ética consolidada, aún así son las sociedades, el pueblo quien tienen la obligación de mantener firmes no sólo tales logros del pensamiento sino seguir estimulando su proyección futura.
Los derechos humanos no son como nos quieren hacer creer sesgadamente, un estorbo, son la única base sobre la cual construir sociedades equitativas y justas, tanto así que a un modesto servidor le permite expresarse libremente, criticar, señalar y exigir en la consciencia de mis derechos humanos y sociales.
-Victor Roccas