Ni propios ni extraños pueden negar que el territorio que hoy conforma el Estado de Morelos ha sido desde tiempos inmemoriales un paraíso, a pesar de ser una de las entidades más pequeñas de la república, su ubicación, clima y recursos naturales son envidiables, aunado a lo anterior destaca su robusta aportación al patrimonio histórico, artístico y cultural de México. No en vano la mitología precortesiana situaba a “Tamoanchan” el paraíso terrenal en Morelos, ahí también fue después de la conquista punto de partida para la evangelización de la Nueva España, para la siembra de la caña de azúcar y Cuernavaca fue a su vez, cabecera del poderoso Marquesado del Valle de Oaxaca.
A lo largo del virreinato este territorio modesto en apariencia, vivió tres centurias de prosperidad, sus haciendas azucareras, iglesias y conventos sembrados a lo largo y ancho de sus valles dieron cuenta de ello, este territorio también formó parte del trayecto de la Nao de China, en su momento la ruta comercial más importante de la humanidad. Al estallar guerra de Independencia, la población de Cuautla fue escenario del hecho de armas más relevante de la contienda, las hazañas del Generalísimo Morelos dieron nombre décadas después a la entidad que Juárez creo el 17 de abril de 1869 tras el triunfo de la República. A lo largo del convulso siglo XIX mexicano, el territorio morelense vivió, salvo hechos aislados, en una aceptable tranquilidad y prosperidad a diferencia del escenario nacional, tanto así que los estados de México y Guerrero acariciaron la idea de hacerse de esa pequeña joya. Caso contrario ocurrió durante la Revolución Mexicana, donde el Estado de Morelos fue el escenario de la rebelión zapatista el principal movimiento agrario de nuestra historia, a partir de entonces el Caudillo del Sur es la figura morelense por antonomasia. Pero la guerra fue cruenta, la geografía morelense terminó arrasada a sangre y fuego y el estado no comenzó a recuperarse sino hasta 1930 con el restablecimiento del orden constitucional. Por esas fechas Calles, el Jefe Máximo, estableció una residencia de descanso en Cuernavaca, algunos de sus allegados y el embajador americano Morrow lo imitaron y la ciudad de la eterna primavera se convirtió en el epicentro político de México y el lugar de ocio preferido.
A pesar de ser una población pequeña, lo anterior fue el pistolazo de salida para el auge de Cuernavaca y por ende de Morelos, el turismo se afianzó y aquí convergieron lo más granado de la política, los negocios, el arte, la cultura, el espectáculo e incluso el exilio, que variaba desde dignos republicanos españoles y refugiados europeos a monarcas caídos en desgracia como la reina María José de Italia o el Sha de Irán. En los cafés del centro de la ciudad era común ver sin mayor alarde a Don Alfonso Reyes o a Elizabeth Taylor con Richard Burton. Morelos en la segunda mitad del siglo pasado continuaba siendo el paraíso terrenal que vislumbraron los antiguos mexicanos.
¿Pero en qué momento todo cambio? Son diversos los factores, y en una autocrítica seria, no solo deben achacarse a los gobiernos sino a la sociedad en general. Las migraciones masivas de Guerrero y Ciudad de México contribuyeron a una pérdida paulatina de identidad, los recién llegados que siempre son recibidos con los brazos abiertos se decantaron por dar prioridad a su identidad de origen en vez de asimilarse a la morelense, la clase política local, por supuesto que hay excepciones, privilegió asegurar su economía familiar y personal en lugar del desarrollo de Morelos, todo esto dio pie a que Morelos sea el destino de “aventurerismo político” por excelencia, cualquier fuereño puede llegar y ser todo, incluso gobernador.
Recientemente en reuniones distintas he tocado el punto con veracruzanos, guerrerenses y tlaxcaltecas, a todos he hecho la misma pregunta: ¿que pasaría si un fuereño buscara ser gobernador de tu estado? En todos los casos, la respuesta ha sido la misma: una estruendosa carcajada.
Para fines del siglo pasado la bomba explotó, Jorge Carrillo Olea, tuvo la mala fortuna de romper con el presidente Zedillo y a pesar de su experiencia de no contar con un gabinete capaz esto desembocó en su salida azuzada por una crisis de inseguridad, de ahí tras dos breves interinatos llegó Sergio Estrada Cajigal, primer gobernador del PAN, tachado de frívolo pero con un buen desempeño previo como alcalde capitalino, lo sucedió Marco Adame panista también y proveniente de los grupos de la Diócesis de Cuernavaca, su característica fue el nepotismo de los panistas y la escandalosa irrupción del crimen organizado en Morelos, vino después Graco Ramírez, histórico luchador de izquierda y enemigo jurado de Carrillo Olea, Graco no fue lo que Morelos esperó pues la inseguridad no cedió, consolidó su economía personal y buscó a toda costa imponer a su hijastro como sucesor, es aquí cuando surge lo inimaginable, Cuauhtémoc Blanco el popular goleador de la selección nacional, conocido también por su perfil pendenciero, se hace alcalde de Cuernavaca y luego gobernador. Sobra mencionar que el compromiso, arraigo e identidad de Cuauhtémoc con Morelos son nulos. Sin embargo, ha contado con el apoyo expreso de Palacio Nacional, siempre surgen rumores de que el Presidente le va a recriminar sus malos resultados en todos los rubros y cada vez que el Presidente viaja a Morelos da un espaldarazo a su amigo el popular futbolista convertido en Gobernador.
La caída de Carrillo Olea en mayo de 1998, significó la debacle política en Morelos, propicio un ambiente de rio revuelto donde los únicos beneficiados han sido los actores políticos y los miembros de la administración pública. Morelos no es competitivo en ningún campo, los estados vecinos aun con sus problemas particulares, van adelante en todos los sentidos por décadas, el turismo, otrora joya de la corona, subsiste, pero no por los esfuerzos del gobierno estatal, sino porque Morelos es vecino de la Ciudad de México, por el clima y por los miles de capitalinos que tienen una segunda residencia en el estado.
La negligencia de la clase política y la apatía de la sociedad son hoy por hoy un coctel molotov que ha convertido a Morelos de un paraíso terrenal, en uno perdido, no se vislumbran en el horizonte tiempos mejores, pero sin duda lo último que debe perderse es la Fe.