Juan Luis Parra
Chile está a dos pasos. Pero no de convertirse en Venezuela. No. Está más cerca de algo peor: convertirse en México.
Somos un país con falsa democracia, servicios públicos desbordados, economía estancada y un gobierno que se cree salvador mientras arruina todo lo que toca.
Eso es Morena. Y eso es lo que Jeannette Jara quiere importar a Chile, el cual es uno de los mejores países del continente. O sea, el chileno promedio tiene la mayor calidad de vida que puede ofrecer Latinoamérica.
La flamante candidata del Partido Comunista chileno, que arrasó en las internas de la izquierda, no esconde nada. Su programa parece un plagio del discurso de López Obrador. Promete más salario mínimo, más subsidios, más pensiones “dignas”, más Estado en todo, menos libertad económica y, cómo no, una buena dosis de impuestos a “los ricos”. Todo con la palabra “bienestar” en medio.
Jara quiere eliminar las AFP (las afores de allá) y reemplazarlas con un fondo estatal. ¿Y quién lo va a manejar? Pues ellos, igual que en México con el Fondo de Pensiones para el Bienestar.
También promete salud gratuita, sin explicar quién la paga. Dice que construirá casas a “precio justo”, sin aclarar cómo fijar ese precio sin destruir el mercado. Subirá salarios por decreto, pero no dice cómo evitar que las empresas cierren o se vayan.
Todo se resume en una idea mágica: más gasto público y que alguien más lo pague (le tomó nota a Sheinbaum).
¿Y de dónde saldrá el dinero? De los impuestos, por supuesto.
Reformas tributarias para que “los que más tienen, más aporten”. Otra vez el cuento de la redistribución.
Pero cuando no alcanza, la solución es peor: ir por los ricos. La comunista amenaza con levantar el secreto bancario, espiar las cuentas, perseguir a quien tiene mucho. En México, eso ya existe. Se llama terrorismo fiscal.
En Chile, si Jara gana, será la nueva normalidad.
¿Por qué es malo? Porque entre más información tiene el Estado, más fácil que los “hackeen” y esas listas de personas con mucho dinero siempre terminan en manos de los delincuentes. Casualidad.
Hasta en seguridad repite las mismas frases vacías: más Estado en los barrios, más prevención social, promover la cultura para pelearle al narco. En México, el narco gobierna regiones enteras. En lugar de combatirlo, lo abrazaron. Hoy, los muertos se cuentan por decenas de miles al año y Harfuch intenta arreglar el desastre. Pero Jeannette cree que en Chile será distinto.
“Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”…
Y si nada de eso alcanza, Jara quiere cerrar termoeléctricas y vivir de energías renovables estatales. Fantástico. Que se prepare Chile para los apagones como en México. O peor, para subsidiar empresas públicas que no funcionan y que serán solo un nuevo nido de parientes y operadores políticos. Como la CFE de los Barlett o el Pemex de los López.
Aunque ante estos apagones veraniegos, la presidenta Sheinbaum ya nos precisó que se trata de “interrupciones eléctricas”, que no confundir con apagones.
Lo más preocupante no es lo que propone la comunista chilena, sino lo que representa. Es la copia fiel de Morena: un proyecto de poder que se disfraza de justicia social. Que usa la pobreza como excusa para controlar y repartir miseria. Que promete sueños mientras ahuyenta la inversión real y castiga al que trabaja. Que dice buscar equidad mientras construye una red clientelar dependiente del Estado.
Morena no es un modelo. Es producto de exportación. Y ahora, con Jeannette Jara, amenaza con importarlo en Chile y ser la primera franquicia del modelo fallido mexicano.
Es el mismo desastre, con acento chileno, en lugar del acento “tabajqueño”.
Chile aún tiene tiempo. Pero el reloj corre.