Por José Alberto Sánchez Nava
“El nearshoring es la oportunidad que México no puede darse el lujo de perder, pero solo florecerá en un terreno fértil de certidumbre y seguridad. Sin justicia, no hay confianza; sin confianza, no hay desarrollo; y sin desarrollo, no hay soberanía que se sostenga.”
- México: de promesa manufacturera a zona de riesgo reputacional
En el escenario económico global, México había ganado una posición privilegiada. Gracias a su cercanía con Estados Unidos, mano de obra calificada, tratados comerciales estratégicos y un impulso logístico creciente, el país se colocó como epicentro del nearshoring, esa tendencia mundial que busca acercar centros de producción a los grandes mercados de consumo.
Empresas de alto perfil, desde Honeywell hasta Tesla, comenzaron a considerar al norte del país como zona clave de expansión. Los parques industriales crecieron, los estados más dinámicos (como Nuevo León, Coahuila y Guanajuato) captaron inversiones millonarias, y todo indicaba que México estaba por vivir un nuevo milagro económico.
Pero el país no es solo geografía: es también reglas, instituciones y reputación. Y ahí, la estructura institucional mexicana ha comenzado a fracturarse, justo cuando más se necesita solidez.
- El golpe del Tesoro estadounidense: ¿quién perdió la confianza primero?
El 26 de junio de 2025, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, a través de la Red de Control de Delitos Financieros (FinCEN), emitió un duro mensaje: tres instituciones financieras mexicanas —CIBanco, Intercam y Vector Casa de Bolsa— fueron designadas como de “preocupación principal” en materia de lavado de dinero.
Esta no es una acusación ligera. Es una alerta oficial sobre la penetración de capitales ilícitos derivados del tráfico de fentanilo en el sistema bancario mexicano. Es, además, una señal al mercado global: hay riesgo estructural en las finanzas de este país.
Lo grave es que mientras el gobierno mexicano exigía pruebas y minimizaba el hecho desde Palacio Nacional, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores ya había intervenido silenciosamente a las tres entidades para proteger a los ahorradores e inversionistas.
No estamos ante una confusión diplomática: estamos ante un choque de realidades institucionales. Mientras México reclama formalidades, Estados Unidos actúa para proteger su sistema financiero, porque las consecuencias de la omisión serían inasumibles.
- Vector y el factor Romo: cuando el poder económico se vuelve político
De las tres instituciones señaladas, Vector Casa de Bolsa representa un caso emblemático, no solo por los flujos detectados en cuentas vinculadas a Genaro García Luna, sino por su propietario: Alfonso Romo, exjefe de la Oficina de la Presidencia durante el sexenio de López Obrador y figura central del diseño económico del gobierno.
Cuando uno de los sancionados es parte de la élite política y económica del país, la preocupación internacional deja de ser especulativa: se convierte en desconfianza estructural. No se trata solo de irregularidades financieras: se trata de quién protege a quién en el corazón del poder.
- Nearshoring: ¿una oportunidad en fuga?
Aquí es donde el nearshoring deja de ser promesa y comienza a parecer espejismo. Porque para que las empresas globales trasladen sus plantas productivas a México, necesitan más que ventajas geográficas. Necesitan certezas legales, justicia imparcial, transparencia fiscal, seguridad física… y una red financiera confiable.
El mensaje enviado por FinCEN pone en entredicho todo eso. ¿Qué empresa movería capital, tecnología y producción a un país donde tres instituciones relevantes están bajo vigilancia por vínculos con el crimen organizado? ¿Quién arriesgaría millones de dólares en un entorno donde el Poder Judicial es politizado y donde las alertas de inteligencia internacional se niegan por razones políticas?
- El Poder Judicial bajo sospecha: cáncer institucional y fuga de inversiones
Sumado a esto, el plan para elegir por voto popular a jueces y ministros pone en entredicho el principio básico de un sistema económico funcional: la certeza jurídica.
La justicia no puede estar subordinada al aplauso de las masas ni a las encuestas del partido en turno. Un Poder Judicial cooptado —por el Ejecutivo, por los intereses económicos o por el crimen— no es una reforma: es una demolición controlada de la confianza institucional. Y sin confianza, el nearshoring no es inversión… es ilusión.
- México, ¿en pausa o en retroceso?
En este momento, México está dejando de ser una opción estratégica para convertirse en una variable riesgosa en los cálculos de empresas internacionales. El riesgo país no se mide solo en finanzas: se mide también en señales, discursos, pasividades y simulaciones.
Y la más reciente fue clara: mientras Washington actúa, México explica. Mientras la CNBV interviene, Palacio niega. Mientras el Tesoro documenta, la Presidencia relativiza. Y mientras el mundo observa… el capital empieza a mirar hacia otro lado.
- Conclusión: la oportunidad no está garantizada, el tiempo tampoco
El nearshoring no es una bendición automática. Es una ventana. Y como toda ventana, se puede cerrar. México aún tiene margen: debe actuar ya para recuperar credibilidad, garantizar el imperio de la ley, blindar su sistema financiero y, sobre todo, asumir la realidad que otros ya están viendo con claridad. Porque si no lo hace, no solo perderá inversiones. Perderá el derecho a ser tomado en serio.