Por Aurelio Contreras Moreno
La gravedad de la crisis de salud que azota al país todavía podría alcanzar niveles inimaginables, dantescos, incluso si únicamente nos atenemos a las cifras oficiales.
La aplicación de una metodología diferente por parte de la Secretaría de Salud para contabilizar el número de contagios y de muertes por covid-19 disparó los números en un solo día: entre domingo y lunes se sumaron 28 mil 115 nuevas infecciones, así como dos mil 789 defunciones por causa de la pandemia, lo que significó un récord en ambos rubros.
Esto no quiere decir que ésos sean los contagios y muertes por covid-19 acaecidos en un solo día, sino que es el resultado de una manera diferente de registrarlos que, eso sí, pone al descubierto lo que ya se venía diciendo desde hace tiempo: que las cifras oficiales distan por mucho de las reales y, en consecuencia, que la magnitud de la tragedia es tremendamente superior a ésa que las autoridades nos han intentado hacer creer.
Con esa nueva metodología -que ahora también contempla los casos confirmados por asociación epidemiológica y no únicamente por pruebas de laboratorio-, el número oficial de contagios por coronavirus SARS-CoV-2 entre febrero y octubre en México asciende a 789 mil 780 casos, mientras que el de fallecimientos alcanzó los 81 mil 877.
Pero el propio gobierno federal ha tenido que admitir que se trata apenas de aproximaciones. Incluso, la misma Secretaría de Salud estima que el número de muertos supera los 93 mil. Aunque otros cálculos externos afirman que las defunciones reales rondarían las 200 mil. Una catástrofe por cualquier ángulo desde el que se la mire.
No es que sea la primera vez que se oculten las estadísticas reales de un evento aciago en México. El verdadero problema es que en este caso y con base en esos reportes oficiales que han quedado evidenciados como parciales e insuficientes en cuanto a los datos que aportaban, el gobierno tomó decisiones como la de abrir los espacios públicos y decretar una “nueva normalidad” que, en realidad, ha significado la muerte de un enorme número de personas que quizás nunca estuvieron conscientes del riesgo al que se exponían, ya que confiaron en lo que las autoridades informaban, disponían y llamaban explícitamente a realizar.
Tal ha sido la irresponsabilidad oficial, que a día de hoy siguen presumiendo su disponibilidad de camas de hospitalización general y con ventiladores, sabedores que muchos de los muertos que no han contado fallecieron en sus casas, ya fuera por miedo a ir a un centro de salud o bien porque en los nosocomios si siquiera había pruebas suficientes o hasta disponibles para confirmar el padecimiento. Los resultados están a la vista.
Y mientras se abren cada vez más espacios públicos y se hace como si las cosas regresaran a la normalidad, la cercanía de la temporada invernal -con la consiguiente baja de las temperaturas en el ambiente- abre la posibilidad de un recrudecimiento de las enfermedades respiratorias que, en combinación con la covid-19, amenazan con un fin de año igual de infausto como lo ha sido todo 2020.
Entre tanto, Nerón juega beisbol.
Incompetencia criminal
Junto con la pandemia, la crisis de salud asuela a los pacientes de otras enfermedades crónicas, como los niños con cáncer que en la Torre Pediátrica de Veracruz no reciben atención adecuada ya que no hay medicamentos ni insumos para su cuidado, como denunció el médico oncólogo Sergio Miguel Gómez Dorantes en sus redes sociales este fin de semana, y ante lo cual la timorata respuesta del gobierno de Cuitláhuac García Jiménez fue “culpar” a las farmacéuticas.
Su incompetencia es criminal.
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