Javier Peñalosa Castro
A poco más de tres meses del cambio de gobierno, tanto los que llegan como los que se van y, por supuesto, los 30 millones de mexicanos que se pronunciaron en las urnas por una transformación, quisieran que éste se concretara mañana, y que el nuevo gobierno, con la larga lista de cambios que tiene previstos, comenzara ya a dar resultados y a hacernos olvidar los 30 años de pesadilla que hemos vivido a la sombra del llamado neoliberalismo económico, que a punta de ofrecer riqueza y desarrollo para todos, logró marearnos durante mucho más tiempo del que la prudencia hubiera aconsejado.
Sin duda, es encomiable el empeño que han mostrado los próximos miembros del equipo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador para enterarse del tamaño del paquete que les tocará en turno y prepararse para hacerle frente desde el primer minuto de su encomienda e incluso antes, cuando esto es posible, a través del estudio de los principales problemas y el diseño de estrategias de solución, que en todos los casos resultan complejas y que demandarán mucho trabajo a cambio de salarios dignos pero poco abundantes.
Sin embargo, habrá que tener muy claro que, aun cuando, como todo parece indicarlo, el cambio se dé a partir del primer día de gobierno de AMLO, los resultados tardarán un poco más en notarse y, como suele ocurrir en otros casos, implicarán sacrificios para muchos y, aun cuando se busque evitarlas, algunas injusticias.
Por ejemplo, el recorte de personal anunciado en altos cargos, ayudantes y asesores dejará sin ingresos a miles de familias e incluso, al menos de entrada, representarán un alto costo, pues si se quiere actuar con justicia, habrá que indemnizar a los despedidos e invertir en capacitación para que otros cubran sus funciones.
En el caso concreto de las oficinas de comunicación social, preocupa la decisión de eliminarlas o reducirlas hasta en 95 por ciento, al tiempo que el flujo de la información y la atención a medios del enorme aparato del gobierno federal y sus organismos descentralizados a una sola oficina, que se encargará lo mismo de asuntos relacionados con la energía, que de educación, de telecomunicaciones o de asuntos laborales, sólo por citar algunas de las muchas áreas de interés informativo que cotidianamente cubren los medios.
Por otra parte, el efecto de estas medidas no sólo afectará a quienes trabajan en el gobierno federal, sino a muchas empresas de rubros como consultoría, organización de actos oficiales y proveedoras de bienes y servicios, que han sabido medrar a la vera del neoliberalato, pero que, de una u otra manera, dan empleo a mucha gente.
Como decía antes, todo cambio que valga la pena implica sacrificios. Sin embargo, habrá que calcular bien que éstos se repartan bien y que, de preferencia, sean inevitables. Los servidores públicos que logren permanecer en activo y quienes se incorporen con el nuevo gobierno tendrán que aprender a trabajar más, con mayor orden y con menos recursos. La diferencia será que, al menos en el papel, todos formarán parte de ese esfuerzo y compartirán la satisfacción de los resultados que, a no dudar, comenzarán a cosecharse en algún momento.
Por ahora, hay que calcular bien cada paso que se dé para avanzar y que éstos se dirijan en la dirección correcta. Sin duda, es conveniente que AMLO y su gente se den el tiempo y el espacio necesarios para aprovechar cabalmente el llamado bono democrático que representa la voluntad de más del 53 por ciento de los electores y que, como demostró Vicente, el Alto Vacío Fox, es muy fácil perder si no se actúa para honrar la palabra empeñada durante las campañas políticas.
Pero también será vital cuidar que el cambio sea para bien, y que en la medida de lo posible, afecte sólo a quienes han vivido al amparo del poder y abusado a ciencia y paciencia del erario, en perjuicio de todos los mexicanos.
Sin duda, los duartes, los Borge, los Moreira y muchos otros personajes de la picaresca política mexicana deben desaparecer para siempre. Pero el nuevo régimen también debe empeñarse en construir una historia de justicia y equidad por la que sea recordado durante las siguientes generaciones.