Guillermo Portugal Vela
En memoria del Dr. Kostas Vergopoulos
Como decía Juan Pueblo “lo que es derecho, no es chipotudo”, es contradictorio que el presidente Andrés Manuel López Obrador se “rasgue las vestiduras” porque no trasgredir la Doctrina Estrada que establece “que ninguna nación puede intervenir en los asuntos internos de otra” y donde para el caso de Joe Biden por motivo de su victoria reciente en la contienda electoral presidencial estadounidense, Amlo confunde la vía diplomática de la salutación y reconocimiento hacia el presidente electo como una intromisión en términos de participar porque aún no se tienen resultados finales del Tribunal Electoral …
En este contexto Claudio Lomnitz-Adler columnista de La Jornada este recién pasado cuatro de noviembre llamó la atención señalando que paso “la vergüenza de ver cómo dos presidentes mexicanos le dieron el espaldarazo a Donald Trump en sus campañas electorales”, esto porque Peña Nieto en agosto de 2016 invito sorpresivamente al candidato Trump a Los Pinos; y en el caso de López Obrador en julio de este año, acudió de manera insólita a la Casa Blanca a regalar al mismo una política narrativa “que él necesitaba”.
El señalamiento de Lomnitz invita a la reflexión ¿Por qué en ese momento los presidentes y la cancillería mexicana soslayaron la Doctrina Estrada?; sin embargo, en esta coyuntura el presidente de México pospone su reconocimiento al candidato presidencial electo por cumplir a raja tabla la citada Doctrina Estrada, sin embargo su posición queda frágil porque varias países ya han dado su adhesión al triunfo del candidato demócrata, entre ellos Francia, Reino Unido y Alemania; en suma por la falta del reconocimiento a Biden, este impasse de la administración de la Cuarta Transformación puede ser considerado por la entrante administración norteamericana como un desaire o rechazo anti-diplomático.
Abundando, ha sido una equivocación que el presidente haya hecho público y explicitado su oposición al reconocimiento multicitado, en todo caso debió mantener silencio evadiendo el asunto y en su lugar ocuparse y preocuparse en instruir a su gabinete en revisar los acuerdos bilaterales establecidos para actualizarlos y mejorarlos, pero considerado de manera crucial la participación de la representación de los involucrados migrantes mexicanos e instituciones especializadas en las relaciones sectoriales económicas y sociales mexicano-estadounidenses.
Conclusión, en la víspera de una nueva etapa de la relación México-Estados Unidos es imperativo que este primer acercamiento de análisis pueda ser retroalimentado por los especialistas e involucrados a fin de revalorar por ejemplo la importancia de la contribución al Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense que es generado por los mexicanos en el exterior, y que es la parte que corresponde a la plusvalía generada por los trabajadores y los ingresos obtenidos por los migrantes para sus gastos en su manutención, necesidades de bienes y servicios y las remesas que son enviadas a sus lugares de origen de México.
Es necesario emular en este empeño a Alan Riding periodista que a mediados de los ochentas en su clásico “Vecinos distantes un retrato de los mexicanos”. Pues de no hacerlo sería más preguntas que respuestas para resolver los problemas de los mexicanos migrantes y así evitar el “tengo otros datos”.