ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
En un artículo periodístico publicado por el diario El País, el ya desaparecido escritor mexicano Carlos Fuentes escribía a principios de diciembre de 1983: “Ahora se tiene la certeza de que Estados Unidos obrará en este hemisferio en función de una meta: crear un vasto protectorado latino. Si esto es así, por lo menos hay que jugar las cartas diplomáticas que le pongan un alto precio a semejante pretensión.”
Carecemos de esas cartas. Y hoy Donald Trump somete a China, la segunda potencia mundial, y cree que todo el planeta ya es su protectorado.
México, su vecino más próximo y, a la vez, el más distante, como lo definió Alan Riding no escapa de esa “protección” estadounidense por la que tenemos que pagar con sangre de miles de víctimas y desaparecidos a manos de quienes lo abastecen de narcóticos, prácticamente a cambio de nada.
Todo ello, pese a que la señora Presidente formal Claudia Sheinbaum casi a diario exclame y cante loas a nuestra supuesta soberanía. ¡No hay tal!
Tiene sexenios que México está sometido a los designios y caprichos de los gobernantes estadounidenses, sobre todo aquellos que han ostentado la banda presidencial después de quien certeramente se autodescribiera como “el último Presidente de la Revolución”, don José López Portillo.
Fue a la llegada de Miguel de la Madrid a Los Pinos que la dependencia se visibilizó.
Un hombre gris, proclive y obcecado hasta la indignación para coronar el desmantelamiento del Estado, como tenían que ser quienes pretendieran, de ahí en adelante la silla presidencial. Era el continuum ambicionado, el que retrataba a precisión el sueño guajiro del Imperio: el Protectorado en el patio trasero.
La influencia nociva, constante
Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña, ¡hasta AMLO! y ahora Sheinbaum lo han cumplido cabalmente. La jettatura estadounidense no ha parado. La influencia nociva ha sido reproducida a cabalidad en todos esos períodos sexenales. El objetivo superior de los nacionalistas debería ser el rebelarse contra el designio infame. Sólo Dios sabe cuándo lo podremos lograr.
Desde Joel Roberts Poinsett ha sido demasiado el daño infligido a la lucha por la supervivencia y a las libertades democráticas de este país. Fulton Freeman, el embajador gabacho, inclinó la mano de los gorilas para masacrar a los estudiantes en ’68, espantando con el petate del muerto del comunismo criollo.
George H. Bush, el eterno jefe de la CIA, interviniendo en el programa nunca acabado para privatizar y entregarle a Houston la riqueza petrolera, siempre ambicionada por los estrategas de seguridad estadounidense, William Clinton, tomando por el trasero al felón Ernesto Zedillo…
… impuesto como sucesor del asesinado Luis Donaldo Colosio, salvando su régimen con un préstamo inconsulto en México y no autorizado por el Capitolio y, antes, con Salinas la firma del “espíritu de Houston ” en el mecate de todos los descastados. Todo, en nombre de la dependencia estructural. La obediencia ciega a las directrices fracasadas en el seno del Imperio ha sido una maldición cantada.
Sometidos, desde siempre
Las reformas estructurales de Peña Nieto, dictadas desde Washington, han sido sólo una reiterada continuación de lo ordenado tiempo atrás por Jeffrey Davidow a Felipe Calderón en materia de la protección al Chapo Guzmán y de la sangrienta guerra contra el narcotráfico, en vez de utilizar los derivados del opio para hacer frente a la pavorosa deuda externa, cuando menos igual que lo hizo Turquía hace más de cincuenta años.
Nadie ha tenido la idea de patria, menos de independencia y soberanía. Nadie ha protegido los intereses superiores de la Nación. Todos se han sometido a la zona de confort que supuestamente brinda un Protectorado que no se atreve a decir su nombre y apellidos. Un Protectorado que no tenga que ser escrito en convenio, porque lastimaría a las buenas conciencias del rancho grande.
El camino para robustecer el tan ansiado Protectorado es harto sencillo y está diseñado desde hace por lo menos ocho décadas: primero, acometer un fraude mayúsculo a la voluntad popular o comprar el voto de los ciudadanos más pobres, enjaretarse la banda presidencial y luego correr presuroso a Washington para conseguir el reconocimiento al fraude electoral y al supuesto patriotismo…
… hablando un peñasqueado inglés, abrir el grifo de la impagable y sometida deuda externa, poner en garantía todas las riquezas naturales, rodearse de colaboradores blandengues, aceptar todas las instrucciones de los financieros neoyorquinos, las calificaciones amañadas, los términos del compromiso, que obviamente no tiene términos.
Y la 4T se dobla ante Trump
Prometer siempre que todo seguirá igual. O parecido, que en la práctica es lo mismo. Convertirse en cancerberos de los intereses empresariales gabachos y difundir al mundo que formamos parte de las democracias occidentales, cualquier cosa que esto signifique. Siempre y cuando sea contra el mandato constitucional.
Qué Donald Trump quiere expulsar a nuestro territorio migrantes no mexicanos y hacer de nuestro territorio un tercer país seguro. AMLO y su canciller se doblan y lo conceden sin recibir nada a cambio.
Que Trump ahora quiere soldados que resguarden las fronteras. AMLO le manda casi 30 mil y ahora Sheinbaum otros 10 mil.
Que Trump impone aranceles… la Presidente formal mantiene la cabeza fría, sí, pero también la cerviz doblegada.
Ha sido una película que hemos visto en blanco y negro, en sepia y a colores verde- blanco-y-rojo; blanquiazul y ahora guinda.
¡Ay de aquél que no quiera ser, aunque sea actor de reparto o de perdida extra en el rodaje! Es una cadena de despropósitos y traiciones que de alguna manera todos hemos padecido.
Desgraciadamente desde Oliverio Cromwell y la creación del concepto de la Commonwealth, nunca se había visto en épocas de paz un sojuzgamiento tan real y efectivo como el impuesto por los golpes duros y blandos del gabacho en un país tan indefenso como el traspatio mexicano.
¿Soberanía? ¿Independencia? No existen. Solo en los discursos patrioteros.
Indicios
“¿Cómo debemos ser los que venimos del movimiento de transformación?”, se preguntó ayer la señora Sheinbaum. Ella se dio respuesta: “Tenemos que comportarnos como decía Juárez, en la justa medianía, nosotros tenemos que dar el ejemplo de que no es el consumismo, no es el ir a restaurantes, andar viajando, andar en camionetotas… Esta cosa de la persona que llega con no sé cuántos guaruras, pues no, eso no va con nosotros. ¿Qué es eso de andar con no sé cuántos guaruras? Ir al bueno, ya no voy a seguir, todas esas cosas que cuestan carísimas y la ropa de marca y no sé qué. No, nosotros venimos de un movimiento popular, porque, además, el pueblo en algún momento va a decir: no pues yo no voté por eso”. * * *
Por hoy es todo. Vaya a usted mi reconocimiento por haber leído este Índice Político. Como siempre, le deseo que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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