El pasado 6 de junio se conmemoró en el norte de Francia y en muchos sitios a lo largo de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido el 80 aniversario de la “Operación Overlord”, la operación militar que detonó el desembarco en Normandía, la liberación de Francia y la apertura del tan ansiado y reclamado segundo frente en Europa Occidental para derrotar a la Alemania Nazi.
Las acciones aliadas en aquella mañana de junio de 1944, llevaron a los aliados a movilizar 6,939 buques para transporte de tropas, equipo y apoyo de fuego naval, a 11,590 aviones de combate que garantizaron el dominio del espacio aéreo y al asalto frontal de las playas de 156,000 efectivos británicos, canadienses y norteamericanos en lo cual representa no solo la operación anfibia más grande de la historia sino una de las batallas más relevantes de todos los tiempos.
A pesar de que los alemanes, tragaron el anzuelo y esperaban el desembarco en el paso de Calais, Rommel, el “Zorro del Desierto” previamente fortificó la zona de Normandía en lo que los germanos denominaron el “Muro del Atlántico”. En suma, los muchachos que pusieron pie en el literal normando, se encontraron frente al fuego de nidos de ametralladoras, alambradas de púas, obstáculos de acero y hormigón, así como casamatas con tiradores y artillería.
No en vano las bajas de los aliados aquel 6 de junio ascendieron a 10,000 hombres con alrededor de 4,400 muertos y 200 tanques y blindados puestos fuera de combate. En la víspera 23,500 paracaidistas aliados fueron lanzados tras las líneas enemigas para asegurar el terreno y algunos puntos estratégicos como los puentes. El valor de las tropas aliadas fue épico y superó todas las expectativas.
En las jornadas anteriores al desembarco el General Dwight D. Eisenhower, el Comandante Supremo Aliado, a la carga monumental que le significó planear, organizar y ejecutar “Overlord” añadió dos temas que lo preocuparon profundamente: las condiciones climatológicas adversas que estuvieron a punto de cancelar la operación y el altísimo porcentaje de bajas previsto para las aerotropas, afortunadamente ambos casos se resolvieron de manera favorable para los anglo-americanos y canadienses.
Consolidadas las cabezas de playa, los aliados fueron imbatibles, no sin dificultad, pero con enorme capacidad de combate se impusieron en la Batalla de Normandía, vencieron a tropas alemanas fogueadas, particularmente a las temibles formaciones panzer y de la SS. Entre las acciones notables en esta campaña sobresalen la toma del importante puerto de Cherburgo, el cerco al VII Ejército Alemán en Falaise, la toma de Caen y la ansiada liberación de París el 25 de agosto de 1944, en manos del enemigo desde la derrota francesa en junio de 1940.
Aquí se develó no solo la capacidad de “Ike” Eisenhower como un mando militar decidido sino como un avezado político y diplomático, pues permitió que Paris fuera liberado por la Segunda División Blindada Francesa al mando del general Leclerc, conformada por franceses libres e integrada a las fuerzas norteamericanas.
Es innegable el sacrificio y el embate de las fuerzas armadas y el pueblo ruso durante la contienda, así como que la gloria de tomar Berlín estaba destinada al mariscal Zhukov, sin embargo, la apertura del frente europeo tras Normandía, precipitó sin duda la caída del Tercer Reich y obligó a Hitler a distraer incontables elementos materiales y humanos de los cuales ya le era muy difícil disponer, para enfrentar a los aliados occidentales.
Normandía también representa una de las grandes epopeyas de libertad en la historia de la humanidad. Tras el fin de la guerra, los franceses y los aliados occidentales no han dejado de conmemorar cada año la gesta, los franceses en gratitud por inicio de su liberación y los aliados en reconocimiento y memoria al sacrificio de sus tropas. No son pocos los monumentos que se alzan a lo largo de la costa normanda recordando a individuos, unidades y hechos particulares, así como también se encuentran los cementerios militares por nacionalidad, los alemanes también tienen el suyo.
Fue esperada la ceremonia de los 40 años, en 1984 por el contexto de la Guerra Fría y con un aguardado discurso del presidente Reagan. Este año, la conmemoración ha sido particularmente importante, no solo por ser el 80 aniversario, sino porque franceses y aliados han llevado a cabo celebraciones de gran solemnidad y calado. Al ceremonial militar, se han añadido la presencia y discursos del presidente Macron, del Rey Carlos III y del presidente Biden.
Pero lo más destacable ha sido la presencia de los veteranos y sobrevivientes de la batalla, hombres y mujeres que rondan de los 98 años en adelante, fue emotivo ver como a pesar de su edad y quebrantada salud con entusiasmo viajaron a Francia, los despidieron vitoreándolos en los aeropuertos de sus ciudades, las asistentes de vuelo en los aviones, los abrazaron y ofrecieron una copa de champagne, jóvenes ayudantes militares los auxiliaron en todo momento, uno de ellos se aventuró a lanzarse en paracaídas, otro , antiguo paracaidista, se unió eufórico en coro con jóvenes soldados a cantar el himno de su unidad, incluso una pareja de veteranos, ella de 98 años y el de 100, aprovecharon la oportunidad para casarse.
Los jefes de estado departieron con los veteranos y les ofrecieron un almuerzo, alguno bromeó con el presidente Biden y Francia los condecoró como Caballeros de la Legión de Honor. Los agasajaron con desfiles, bailables y paradas aéreas. Estos valientes hombres y mujeres de avanzada edad, representan menos del 1% de aquellos que desembarcaron el 6 de junio de 1944.
Pero lo más impactante de todo fue sin duda, cuando un viejo “Ranger” de alrededor de 100 años, pidió que lo acercaran a la playa, un par de corpulentos ayudantes lo llevaron, cuando el “Ranger” llegó poco antes de la espuma del mar, tomo entre sus manos un puñado de arena, se quedó mirándola fijamente mientras conmovido pronuncio: “! ahora la arena no tiene sangre!”