Por: María José González Alonso
CIUDAD DE MÉXICO.- En la búsqueda constante por encontrar atajos para lograr un cuerpo hegemónico y una figura perfecta, estamos viviendo una tendencia que no deja de impresionar a los profesionales de la salud mental: el uso indiscriminado de medicamentos destinados para el tratamiento de condiciones médicas específicas con fines no autorizados.
Un ejemplo actual de esta tendencia es el creciente consumo de Ozempic, un medicamento diseñado para adultos con diabetes tipo 2 que, junto con una alimentación sana y balanceada y una rutina activa, puede mejorar el nivel de azúcar en la sangre. En un estudio de 1 año, los adultos con un peso inicial promedio de 197 libras perdieron alrededor de 9 libras en la dosis de 0.5 mg de Ozempic.
Debido a los increíbles resultados relacionados con la pérdida de peso, ahora el medicamento está siendo consumido por personas no diabéticas, en un esfuerzo por perder peso de manera rápida y aparentemente fácil. Si bien la tentación de una solución “mágica” para adelgazar puede resultar irresistible, es crucial abordar este fenómeno desde una perspectiva más amplia y comprender las implicaciones, tanto para la salud individual como para la sociedad en su totalidad.
Este fenómeno pone en evidencia la búsqueda de resultados inmediatos sin tener en cuenta las implicaciones a largo plazo. La sociedad actual se ha acostumbrado a la gratificación instantánea, a menudo dejando de lado la importancia del trabajo psicológico, la autodisciplina y los cambios de estilo de vida sostenibles. Esta tendencia se refleja no sólo en el consumo de medicamentos no recetados, sino también en la proliferación de dietas de moda, regímenes de ejercicios extremos y cirugías invasivas.
El desabasto de Ozempic en algunos países debido al uso no autorizado es una llamada de atención que nos invita a cuestionar nuestras motivaciones detrás de la búsqueda de soluciones rápidas. En lugar de abordar las causas subyacentes del exceso de peso y el consumo excesivo de alimentos, estamos optando por una solución simplista que no aborda las raíces del problema. La desconexión entre nuestro deseo de una transformación física y la comprensión de los factores emocionales, psicológicos y sociales que influyen en nuestros hábitos alimenticios no debe pasar desapercibida.
Para abordar este problema de manera efectiva, es crucial promover la educación en salud, nutrición y bienestar emocional desde edades tempranas. Fomentar una comprensión integral de cómo nuestras emociones influyen en nuestros hábitos alimenticios puede ser un paso vital hacia la prevención de estas tendencias peligrosas. Además, es fundamental que los profesionales de la salud desempeñen un papel activo en la orientación de las personas hacia enfoques holísticos y basados en la evidencia para la pérdida de peso y la mejora de la salud en general.
El camino hacia una vida saludable y un peso equilibrado no es un sprint, sino una maratón. Requiere compromiso, educación y la voluntad de abordar las causas subyacentes de nuestros hábitos. La solución mágica puede ser muy llamativa, pero sólo aborda los síntomas y no las causas profundas. Es hora de mirar más allá de la superficie y tomar decisiones informadas y responsables en busca de un bienestar genuino y duradero. La salud integral es un viaje que requiere paciencia y dedicación, y es hora de que revaluemos nuestras prioridades en busca de una vida saludable y equilibrada.