Pablo Gato
La novela Papillon del escritor francés Henry Charriere fue un éxito mundial. Hubo una versión cinematográfica en 1973 con Steve McQeen y Dustin Hoffman y otra en 2017 con Charlie Hunnan y Rami Malek.
Es la historia de un francés condenado injustamente a prisión. Sin embargo, las autoridades francesas no lo envían a una cárcel en la propia Francia, sino a un territorio francés de ultramar: la Guyana francesa, situada en Sudamérica.
Concretamente, a una de las prisiones más duras del mundo: la isla del Diablo. Allí estuvo recluido y condenado a trabajos forzados desde 1931 a 1945. La novela relata las condiciones crueles e inhumanas de esa época en esa cárcel y la cantidad de presos que murieron en ella debido a todo tipo de castigos, represalias e intentos de fuga.
Pues bien, ahora Trump dijo al presidente de El Salvador, Bukele, que quiere enviar al Salvador a presos ciudadanos estadounidenses.
En plena guerra de tarifas, Trump quiere importar empresas al país, pero exportar presos. Trump menciono que su idea solo afectaría a los presos más peligrosos y condenados por los delitos más graves.
Nadie tiene simpatía por ese tipo de criminales y delincuentes, pero enviar ciudadanos de los EEUU a cárceles en otros países recuerda a la trama de Papillon.
La diferencia, claro, es que Guyana es parte de Francia. En este caso sería un caso más llamativo e inusual porque Trump estaría mandando a ciudadanos de su propio país al Salvador. Bukele se ha hecho famoso por su política de dureza contra las pandillas.
Ha construido una mega cárcel de alta seguridad donde los ha recluido y básicamente después ha tirado la llave por la ventana. Allí siguen un régimen de alto control y disciplina por parte de las autoridades.
Bukele tiene un gran apoyo en su país por combatir las pandillas, aunque también se le acusa de no respetar el proceso legal necesario para determinar si todos los que están en esa mega prisión son realmente pandilleros o no.
¿Es legítimo enviar a prisioneros a otro país, como quiere Trump? ¿Es legal?
La Casa Blanca dice que estudia el tema. Los que se oponen a esta idea afirman que resulta obvio que las deportaciones no aplican a ciudadanos de los EEUU. Es decir, que se trata de algo ilegal.
El tema, no obstante, va más allá.
¿Es moral enviar a un preso estadounidense a otro país? ¿Quién se beneficia económicamente, además del gobierno de El Salvador y el de EEUU? EEUU supuestamente se ahorraría dinero y El Salvador lo ganaría. ¿Qué derechos perdería un ciudadano, por muy delincuente que sea? ¿Puede tener acceso a defensa legal como si estuviera en EEUU? Obviamente le sería mucho más difícil recibir visitas familiares. ¿Qué ocurre si es maltratado?
Ya sabemos que en las prisiones de EEUU hay mucha violencia y muchos presos viven en condiciones pésimas, pero están en EEUU.
¿Tiene otro gobierno derecho a imponer condiciones draconianas a presos que no son de ese país y que no han cometido ningún delito allí?
Los críticos de la idea afirman que esto sería incluso un tipo de tráfico humano con motivaciones económicas.
Sea lo que fuere, lo claro es que Trump tiene esa idea en la cabeza y ha pedido a Bukele que construya más cárceles, pero estas para ciudadanos de EEUU.
Lo que nos lleva a Papillon.
Quizás veamos renacer su figura, pero esta vez comiendo pupusas.