HORIZONTE DE LOS EVENTOS
Enervados por la claudicación del sistema político mexicano, inobservaron desde su terreno previo y la obra negra física y sociológica del pensamiento, pretendiendo, por nuestros “transitorios demócratas”, o mejor dicho, “demócratas de la transición”, derruirlo todo, cuando todo está sentado sobre nuestra historia y lo que hemos hecho con el país y con la nación.
Entre lo mucho que heredamos legítimamente los mexicanos del PRI, fue la estructura con que logró edificar políticamente al Estado Revolucionario. El Ejecutivo fuerte priista, tan denostado, es lo único que evitó los frecuentes y retrógradas Golpes de Estado del resto de Iberoamérica.
La transición y el sistema democrático que surja de esta, deberán desterrar los enormes vicios priistas -que no lo ha hechos- y conservar -reconstruir, mejor- las virtudes evidentes que permitió su fuerza y vigor.
De paso diré, que enjuiciar a los ex presidentes encara enormes retos, transcendentales para el país, que debemos visualizar desde una perspectiva histórica.
Denosta más allá de los ex presidentes, a la Presidencia y ya lo he dicho, si algo nos enseñan los precedentes humanos, es que una vez que se realiza un acto, tiende a repetirse con mayor frecuencia cada vez, y eso, precisamente, un Ejecutivo, institucionalmente desprestigiado, propicia la ingobernabilidad y en el mejor de los casos, el Golpe de Estado.
Esta ocasión, me referiré a la estructura temporal de los sexenios del priismo y sus pilares, que también fueron sustituida y sustituidos, y con ello, el valor de los tiempos, que hoy es discrecional e institucionalmente inexistente en la axiología política en vigor:
El Sistema Político Mexicano, reinó en la abstracción al estructurar un sistema republicano, con periodos presidenciales sexenales y la formación de cuadros a cargo del Sistema, de los que ungían a la Presidencia de la República: Hizo el sistema y la escuela que lo hizo operar ¡Casi nada!
De la misma forma que se formaba y valoraba profundamente, que quien fuera “elegido” para presidir los siguientes seis años, para cualquier otro puesto, que estuviera probado ya en una responsabilidad menor e inmediata inferior, hasta la base, en los puestos básicos.
Se integraba el directorio escrupulosamente. El Sistema Político Mexicano tenía un calendario sexenal para todo el aparato político nacional. Los tiempos del sexenio estaban agendados. Eran compromisos adquiridos por el ungido sexenal pero insisto, también los demás funcionarios, en lo económico social y político (en lo deportivo, comercial, cultural, etc.).
El epítome del Poder Presidencial, fue el destape del candidato presidencial y sus tiempos tangibles -de precisión inverosímil, por exactos-, debía ser después del Quinto Informe, cuando es más poderoso el Presidente: lo requería para sacar adelante al candidato que postulaba: los grupos priistas eran tan poderosos que siempre trataron de ganarle al Presidente y más esta decisión.
El Presidente requería todo su poder para destapar al candidato y que todos los grupos lo apoyaran. Siempre en el camino lo podían tumbar. Él, con la mayoría de los hilos, que debían alcanzarle para que asumiera la Presidencia. Por eso, después del 5º (1º. de septiembre) y antes del período de registro de candidatos, establecido en la ley electoral, eran los extremos políticos y legal para destapar a la candidatura mayor.
Desde el último proceso priista, en 1988, y hasta 1991, hablamos Colosio y yo, sobre la necesidad de reducir los tiempos de campaña, en virtud de la amplia cobertura de los medios de comunicación, de vías de comunicación y los medios de transporte, que redujeron la geografía nacional hasta lo inmediato, ya en aquellos años.
Comparativamente, ni se diga: En España, las campañas presidenciales, el 89, Felipe González y Pepe Aznar ¡duraron 15 días! una cuarta parte de nuestro período de registro de candidatos, que era de dos meses, cuando la campaña presidencial de Salinas, 1987-88 ¡fue de 9 meses!
La exactitud geométrica de los últimos cuatro destapes del Sistema, no deja lugar a dudas de lo bien aceitado y preciso de sus tiempos: José López Portillo, el 22 de septiembre. Miguel de la Madrid, el 5 de octubre. Carlos Salinas, el 4 de octubre: la media entre los extremos entre el 22 y el 5, es el 28 a media noche. Y la media entre el 22 y el 4, también es el 28, al comenzar el día. La media de ambos períodos es el mediodía del 28 de septiembre ¿de acuerdo?
Ahora, en virtud de la reforma electoral de 1986, el Informe cambió al 1º. de noviembre. Por lo tanto, el último destape del Sistema Político Mexicano debía ser el 28 de noviembre de 1993, a las 12 del día -calculé y predije-: el destape de Luis Donaldo fue el mediodía de ese día 28.
El desconocimiento y trasgresión de las reglas del Sistema Político que garantizaron su funcionamiento, vigencia y propósitos de la Constitución de 1917, propició que la inercia del Estado Revolucionario fuera en sentido de un espacio hostil a su existencia, de reglas, principios y consciencia de una clase gobernante que las ignoraba y que se valió de él, para hundirlo al apoyarse para posicionar el nuevo Estado neoliberal.
Cambios que relajaron la estructura del Sistema, hasta integrar desde la más alta Magistratura, al pensamiento contrario, a sus ideólogos y líderes.
Nuestros gobernantes y sus ideólogos, deben esforzarse en salir del enmarañado proceso político, partidista, parlamentario, y hasta disgregante, en que se haya sumida la cosa pública, por miopes y conformistas intereses particulares, y aun peor, individuales.
Y tener tiempo para desde la teoría, sentar los puntos de acuerdo mínimos a los que debemos todos, llegar: Ahorrar no repetir lo que ya se sabe. Hacer nuestro propio Príncipe, diseñar nuestro Estado, como Maquiavelo, ya masticado, dárselo a los “príncipes”, gurúes y “apóstoles” de los distintos credos políticos. Muy especialmente a los de la 4T, que tienen el Poder, ni más, ni menos.