LATITUD MEGALÓPOLIS
* CANADA-MÉXICO-EU
Armando Ríos Ruiz
Las historias entre Canadá-Estados Unidos y México-Estados Unidos, han sido muy diferentes y el comportamiento de ambas naciones frente al país más poderoso del mundo también. La llegada de Trump, por segunda vez a la Presidencia de la Unión Americana ha significado hasta hoy un momento especial de diferencias, sembrado por éste político en los dos países vecinos inmediatos, de los cuales, el primero parece lograr menos daño.
Durante su historia, Canadá ha colaborado de múltiples maneras con Estados Unidos, como con el apoyo en diferentes encuentros bélicos con otras naciones del mundo. Aunque también ha rechazado los mismos ejercicios en otras ocasiones. Ha enfrentado tensiones obvias con su vecino, desde las delimitaciones de territorios como políticos y ha establecido una sociedad comercial muy sólida, que la convierte en la segunda, después de México.
Sin embargo, finalmente logró consolidar una relación de cordialidad, en términos generales, con sus naturales altibajos. Hoy aparentemente amenazada por las decisiones del mandatario vecino, de imponer aranceles que perturbarían la buena relación. No obstante, el gobierno de Justin Trudeau mantuvo una firmeza digna, que motivó en Trump la expresión de que le era más fácil entenderse con la Presidenta mexicana, quien le facilita todo sin discusión.
Nuestra representante ideó la cantaleta que aún hoy sostiene, de no permitir nunca la violación de nuestra soberanía, pero sólo de dientes hacia afuera. En la realidad, a la hora de la verdad se muestra complaciente. Dispuesta a conceder absolutamente todo lo que le piden, sin oponer la mínima resistencia, con la presencia del secretario de Economía en Estados Unidos, para apuntalar o facilitar las peticiones de acuerdo con los deseos del magnate.
La historia con México ha sido ríspida desde los inicios de nuestra vida independiente. La presencia del primer embajador, Joel Roberts Poinset, dejó recuerdos amargos. Inició en la masonería a Vicente Guerrero y se hermanó con él por ese motivo. Otra historia desdibuja a nuestro prócer y lo presenta como el traidor que consintió en vender gran parte de nuestro territorio. No se logró.
México fue víctima de las ambiciones expansionistas del vecino país en múltiples ocasiones, hasta que finalmente mereció que el presidente Santa Anna consintiera en vender la mitad del extenso territorio que conformaba nuestra nación, inclusive después de incursionar con sus soldados en tierras de Norteamérica y lograr victorias significativas.
A principios del siglo XX, a Washington le preocupaba la cercanía del gobierno de Victoriano Huerta con Inglaterra, así como con bancos europeos que le brindaban apoyo económico. Sin declaración de guerra, sus soldados desembarcaron en Veracruz en 1914 e iniciaron una embestida sorpresiva.
El acapulqueño José Azueta, teniente de artillería, estaba franco y encontró una ametralladora que de inmediato accionó en contra de las escuadras norteamericanas, hasta que fue herido en una pierna. No obstante, continuó a mitad de la calle sin dar muestras de dolor, hasta que fue derribado. Sorprendido por su valor, el almirante Fletcher envió un cirujano a atenderlo. El guerrerense lo rechazó con las palabras “¡que se larguen esos perros, no quiero verlos!”
Durante la presidencia de Adolfo López Mateos, el mexiquense declaró que su gobierno era de centro izquierda, pero dentro del marco constitucional. Que incomodó al de Estados Unidos. Nada comparable con los tiempos que hoy vivimos durante el sexenio pasado y este, en que hemos observado un comportamiento inclinado a la izquierda, pero trastocada y abusiva, que dirige nuestro destino a la perniciosa dictadura, muy a la moderna.
O a esa que está dedicada a destruir instituciones y leyes de manera preconcebida y perversa, para levantar sobre sus escombros una nueva forma de gobierno que sólo favorece a quienes están inmersos en él, sobre los restos descompuestos de lo que fue el país, levantado con trabajos y con sangre.
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