Yo Campesino / Pacto de lengua
• Plan anti inflación del ganso revela su ignorancia o perversidad superlativa
*Miguel A. Rocha Valencia*
Desde el anuncio del Paquete Contra la Inflación y Carestía, apuntamos su destino al fracaso por inútil y que en todo caso era una ocurrencia más del ganso de Macuspana para distraer la atención y quedaría en vil demagogia mañanera.
En esa ocasión apuntamos que los empresarios “hambreadores” como los califica el machuchón de Palacio Nacional, le darían cuerda, dirían qué sí y se tomarían la foto, pero al final, los precios continuarían en ascenso, tanto que, desde ese cuatro de mayo, la inflación general no cede, creció en términos reales 34 por ciento y hoy refleja un 10.1 por ciento promedio anualizado.
Lo peor es que la inflación subyacente que andaba por el siete por ciento hoy alcanza el nueve promedio con lo cual, aún con el control a los precios de la canasta básica, los valores de mantenimiento de autos, transporte, rentas, bebidas y hasta papel del baño gravitan sobre los consumidores y deterioran el poder adquisitivo. No todo son combustibles subsidiados.
De hecho y aunque los dueños de cadenas de autoservicio digan que van a sostener precios (los cuales primero suben), el valor de tortilla, comida fuera de casa, harina de trigo, huevo, pan, aceites, jabón, quesos, café, pastas, cebolla, papa, tomate, aguacate y frutas, entre otros, aumentaron sus precios en un promedio del 37 por ciento, lo mismo en supermercados que en recauderías y tianguis.
Del pollo, pescados, chicharrón y carnes de res y cerdo, el incremento alcanza en promedio el 17 por ciento mientras que el jabón supera el 25 por ciento, con lo cual el Índice Nacional de Precios al Consumidor ya supera los dos dígitos.
De hecho se considera que el Banco de México, y los especialistas de CitiBanamex,de acuerdo con la tendencia marcada por el Sistema de Reserva Federal (FED) de Estados Unidos, deberá subir otros 75 puntos base a su tasa de interés de referencia y que la meta estimada para este fin de año de 9.75 por ciento, será superada, alcance los dos dígitos.
Para 2023 se espera un ajuste a no menos de 9,38 por ciento, lo cual podría variar al alza dadas las actuales condiciones del país.
Lo más seguro es que esas metas se rebasen simplemente porque la inflación no cede y será presionada por el aumento en el consumo de los combustibles a nivel internacional y la cada vez más evidente improductividad alimentaria que hay en el país, con lo cual, podrían aumentar los entre 36 y 40 millones de toneladas de granos básicos y oleaginosos que se importan anualmente.
Con eso se importa también la inflación y se subsidia a productores de los países de origen. Las expectativas de los granos oleaginosas es que se encarecerán, mientras que en México los índices de productividad y eficiencia van a la baja “gracias” a la desaparición de planes de fomento a la producción y comercialización, incluyendo créditos “blandos” para renovar equipos, rehabilitar pozos y adquirir insumos como fertilizantes que por cierto incrementaron su valor internacional (urea) en más del 65 por ciento.
Los mismos especialistas rechazan que la inflación alcanzó su “pico” como dice el mesías tropical pues la subyacente se aceleró por el aumento en alimentos y servicios. De tal suerte que el encarecimiento “oficial” choca con la realidad, simplemente porque en el mentado pacto no están quienes comercializan el 70 por ciento de los alimentos como tianguis, mercados públicos centrales de abasto ni mucho menos las misceláneas y recauderías.
Tampoco participan porque simplemente fueron excluidos desde el inicio del sexenio los productores rurales, especialmente temporaleros que generan el 70 por ciento del consumo y se autoabastecen. A ellos les quitaron programas de fomento y comercialización por más de 360 mil millones para luego canalizárselos en el programa clientelar de Sembrando Vida, que no exige ningún tipo de productividad.
Nos recuerda aquellos créditos de Banrural a ejidatarios que incluso se gastaban en fiestas sin que tuviera que rendirse cuentas de ellos.
En resumen, alimentos y bebidas no alcohólicas contribuyeron en cuatro por ciento a la inflación general pues registran 14.52 por ciento promedio anualizado a la primera quincena de septiembre en que la subyacente registró su tasa más alta desde el año dos mil. El hecho prende focos rojos porque a estas alturas el 38.3 por ciento de los mexicanos que trabaja ya está en pobreza laboral. Es decir, no le alcanza el salario para mal vivir.
Y esperemos que, en enero 2023, se den los ajustes al alza de los bienes, tarifas y servicios de gobierno, que deberán aumentar por ley al mismo nivel de la inflación reportada al final de 2022.
Por eso lo del PACIC, es pura vacilada, vienen tiempos muy difíciles.
Y aunque bajó el incremento acelerado, México con todo y el subsidio parcial al consumo de combustibles, registra una inflación superior a la de Estados Unidos y Canadá, por lo cual, seguramente se adoptarán medidas de contención adicionales.
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