Redacción MX Político.- Después de ser diagnosticado con cáncer, Diego Rivera hizo su último viaje a la Unión Soviética para recibir tratamiento, entre 1955 y 1956. A pesar del proceso que estaba viviendo realizó una serie de dibujos (como Pacientes del hospital Botkin, Moscú, 1955) que expresan un aspecto fundamental de su obra: el Humanismo.
En la plática Diego Rivera, el hombre y el artista: recordando los últimos años, en el marco de la exposición Memorias de un retrato: Emma Hurtado y Diego Rivera, la cual se presenta en el Museo de Arte Moderno (MAM), muestra por primera vez 600 piezas del archivo que resguardó la última compañera del muralista mexicano, entre obras, material bibliográfico y objetos personales, el especialista Luis Martín Lozano explicó el arte del maestro Rivera.
“Una cosa que caracteriza a estos dibujos (los cuales están en la exposición) es su empatía por las personas. Nos muestran, sí al gran dibujante, pero sobre todo al ser humano que tiene una gran compasión. No sabemos quiénes son, son anónimos, pero el dibujo nos dice que eran personas individuales, con miradas específicas. Están realizados con gran sentido de humanidad, dándole dignidad a la persona que está dibujando. Este es un sello de Rivera.
“Esta empatía que tenía por pintar a los desprotegidos, a las personas indígenas, viene de su mirada y pensamiento como humanista”, dijo Martín Lozano y resaltó que este aspecto lo desarrolló en México, mientras su pintura llegaba a la madurez de su lenguaje.
Él absorbía todo, y sus búsquedas e innovaciones fueron permanentes, expresó: “Durante su etapa en la Academia de San Carlos fue un gran paisajista, tanto por su manejo cromático y del espacio, es decir, entendió muy bien a (José María) Velasco. Cuando llega a España, estuvo abierto a las innovaciones del impresionismo y logró crear algo nuevo, volviéndose más sobrio.
“Pero cuando entra en contacto con la vanguardia de París (Francia), revoluciona su pintura. Uno de los aspectos más meritorios de esta época fueron sus búsquedas en torno a lo que él llamaba la cuarta dimensión: una cuestión teórica, matemática y de representación pictórica.
“En México, lo que hace a un Rivera es esa consecuencia social de su obra, porque un dibujo sencillo o una acuarela aparentemente inocua pueden tener un gran compromiso social”.
El historiógrafo recalcó que este es uno de los grandes aportes de su trayectoria: “A su regreso a México en 1956, presenta una exposición con 20 piezas, Colores del mar, el cielo y la tierra (en 1956) en el cual reúne dibujos y acuarelas, que he localizado por varios lugares, con el tema de pescadores”.
Entre ellas están los cuadros, Pescadores, Acapulco, y Pescadores (ambos de 1956): “Son de gran extrañeza, porque en la parte inferior tienen arena con pintura. Esto era algo desconocido del trabajo de Rivera.
“Evidentemente son obras del artista, las aguas traslúcidas, los ejes y diagonales tan marcados vienen de su talento. Además, es innegable que la gran maestría de Rivera viene de su manejo del espacio, algo que los falsificadores nunca han logrado. Sabemos que el primero estuvo en la Galería Diego Rivera (inaugurada por Emma Hurtado para difundir la obra del guanajuatense).
La muestra “fue realizada para apoyar a una cooperativa de pescadores de Acapulco. Es decir, este hombre se está muriendo y sigue experimentando con el quehacer pictórico y sigue pensando en cómo el arte contribuye a apoyar a la gente más necesitada.
“Que no nos sorprenda que, cuando el maestro va buscando una cura a la Unión Soviética —él sabía que no le quedaba más tiempo— no deja de seguir pensando en crear y realizar innumerables bocetos de lo que observa; ve, estudia, y algunas de estas obras se exhibieron en la galería de Emma Hurtado y son parte del archivo”, como la fotografía donde el artista está retratado al centro de la Plaza Roja de Moscú, frente al Kremlin, en 1955, tomando apuntes. “Nunca perdió esa precocidad infantil de entender el mundo que lo rodeaba”.
Ejemplo de ello, agregó, fue el estudio que pintó, en 1955, para La marcha del pueblo: “Un óleo donde se observa la gran marcha de la humanidad, triunfante, hacia el futuro. Una gran experimentación cromática y visual, también, en cuanto alteración de la realidad, pues el maestro se dio muchas licencias a la hora de acomodar los ejes de la arquitectura (la cual representa la Plaza Roja), porque el asunto principal es la marcha de la paz, la gente reunida en un solo ideal, lo cual resume la única manera en que podemos llegar al futuro.
“Rivera fue un artista consecuente. No creó una belleza manual, sino una para hacernos pensar y reflexionar a través del arte, una belleza para el futuro promisorio de todos”.
El especialista señaló que todavía falta mucho por saber y descubrir sobre el artista, no sólo en relación con su vida, sino en relación con su producción: “Solo la parte del archivo de Emma Hurtado que se exhibe en la exposición está arrojando datos que no sabíamos, como el que tuvo una segunda galería.
Finalmente, invitó al público a visitar la muestra de la siguiente manera: “Es una oportunidad excepcional para conocer cómo la obra del artista y el hombre creador están entretejidos”.
jpob
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