‘Llegamos a una época del año relacionada simbólicamente con el renacimiento de la vida en todos sus aspectos’
Patricia Vega/Libre en el Sur
Estoy totalmente segura de que ustedes, al igual que yo, habrán percibido los cotidianos signos –más que una fecha — del arribo de la primavera, este 2025, a nuestras vidas, particularmente en una zona de la ciudad –la Colonia del Valle— cuyo pasado campestre (floral y frutal) perdura disperso por calles y banquetas de por aquí.
Ahora que por fin dejamos atrás los fríos y oscuros días de invierno, llegamos a una época del año relacionada simbólicamente con el renacimiento de la vida en todos sus aspectos: las flores, plantas y los árboles reverdecen. Sus colores y aromas convocan imágenes de resurrección, alegría y juventud. Muchas especies animales salen del letargo en el que se habían mantenido. Aludo a lo más pedestre para no entrar en el terreno de las celebraciones y rituales de carácter religioso que están por llegar conforme avance el calendario.
La temperatura empieza a aumentar. La luz solar comienza a brillar más y a extenderse durante más horas con lo que provoca que los días sean más largos y cálidos. El canto de los pájaros se vuelve más perceptible al igual que los sonidos de los insectos dando paso a desafiantes sinfonías que muchas veces se convierten en griteríos.
Me doy cuenta de que todas estas palabras que podrían ser reducidas a una sencilla monografía escolar sobre la primavera se transforman en experiencias cotidianas exquisitas que generalmente dejamos pasar desapercibidas. Damos por hecho que es una época que se repite cada año y nos olvidamos de la mágica maravilla que estos días entrañan.
Creo que nunca les he contado que mi primer trabajo profesional en la ciudad de México –entonces Distrito Federal– fue en Radio UNAM, la estación radiofónica de la que es considerada como la máxima casa de estudios del país y cuyas instalaciones continúan, por cierto, en la calle de Adolfo Prieto 133, en colonia del Valle.
Confieso que gocé enormemente esa época en la que me dediqué a hacer los guiones y la locución del programa Revista Informativa, producido por Rosa Marta Jasso, y que estaba dedicado a reseñar y promover una gran cantidad de actividades culturales. También participé, como actividad secundaria, en la redacción de la sección internacional de diversos noticieros.
Así que andaba yo como trompo chillador –ah, la hermosa juventud– por toda la ciudad haciendo entrevistas y cubriendo –término de la jerga periodística— presencialmente obras de teatro y danza, inauguraciones de exposiciones, presentaciones de libros, así como asistir a conciertos, proyecciones de películas y un sinfín de festivales. Todavía conservo en mi archivo personal algunas cintas de carrete y casetes con copias de algunas de las emisiones más significativas sin imaginar que muchos años después me convertiría en residente de la Colonia del Valle.
A estas alturas de la lectura de este texto podrían preguntarse “y ¿qué tiene que ver todo esto con la primavera?
Pues bien, disipo la incógnita: gracias a mi trabajo en Radio UNAM conocí la poesía del que se convertiría en uno de mis poetas favoritos hasta la fecha: el griego que firmó sus obras con el seudónimo de Odisseas Elytis y que fue ganador del Premio Nobel de Literatura en 1979.
En esa época llegó a mis manos un cuadernillo de la serie Poesía Moderna que forma parte de la colección Material de Lectura, publicada por la UNAM. Le correspondió el número 96 y la traducción y la nota introductoria estuvo a cargo de Carmen Chuaqui y Natalia Moreleón bajo el título El sol, el primero. La poesía surrealista de Odyseas Elytis.
Leerlo por primera vez desde entonces fue caer rendida a sus pies ante una poesía impregnada de esa greciedad mitológica y poética a la que soy adicta desde hace años.
Con la esperanza de que estas palabras les conviertan en lectores de Elytis, este mes de abril les comparto el poema:
Cojo la primavera
Cojo la primavera con cuidado y la abro:
Me golpea un calor de telaraña
un azul que huele al aliento de la mariposa
todas las constelaciones de la margarita
y también muchos reptiles o aves
bichos, serpientes, lagartos, orugas y otras
bestias multicolores con antenas de alambre
escamas doradas de lamé y lentejuelas rojas.
Se diría que todas van dispuestas
al baile de disfraces del Hades.
Este poema forma parte del libro Diario de un abril invisble, publicado en 1984. Cuenta con una versión musical de Angelique Ionatos que forma parte de su disco O Erotas de 1992, que puede encontrarse en la plataforma dedicada a la difusión de videos.
Mi regalo para ustedes en esta primavera del 2025 es invitarles a teclear en el buscador de su preferencia dos palabras: Odiseas Elytis y regálense a sí mismos felicidad encapsulada en una experiencia que esoy segura les marcará profundamente.