Luis Farías Mackey
Varias personas me llamaron y escribieron preguntando por precisiones sobre mi texto de ayer: “Zedillo, ¿el demócrata?”, otras para decirme que mi texto era críptico y hasta oscuro. Rogando sus disculpas, hago hoy un resumen de mis afirmaciones. Ojalá logre esta vez ser claro.
1. Zedillo aprovechó el momento de ímpetu democrático para empujar reformas democráticas de gran calado, pero también para subirse a la ola, conducir decisiones sin que se viera su mano y sacar un provecho personal. Disgregar hoy la cizaña del trigo sigue siendo aún muy difícil.
2. Es muy probable que Zedillo pactara en 1995 con Clinton la alternancia en favor del PAN, a cambio de un apoyo financiero para paliar el “error de diciembre”.
3. En ese tenor, jugó como todo presidente priísta al tapado, siendo éste Fox, no Labastida.
4. En un afán de equilibrios, abrió la baraja de la alternancia con Fox a la presidencia y López Obrador para la Ciudad de México.
5. Por su lado, la conversación nacional había hecho suya la alternancia como cereza de la democracia, supuestamente alcanzada, de suerte que también, con inteligente invisibilidad, aprovechó esa ola.
6. Todo ello requería un PRI enajenado y conflictuado. Empezó por declarar su elección legal, más no legítima, e instaurar “la sana distancia” entre el presidente y el PRI, misma que jamás cumplió: en seis años hizo seis cambios de presidentes del PRI.
7. Ante una falta acreditada de un consejero del IFE, Jesús Cantú, que llevó al PRI a levantase de la mesa por meses, terminó ordenando a Diodoro Carrasco, entonces secretario de Gobernación —cuarto al hilo—, doblarle las manos al PRI y cerrar la auditoria a cargo del órgano interno de control del INE. El contralor entregó la auditoria pero firmada, no nada más lo corrieron, lo demandaron y difamaron con sevicia.
8. En el PRI auspició una selección democrática de su candidato a la presidencia de la República, pero optó e impuso el expediente más complejo operativamente —voto universal y una casilla por sección electoral—, de seguro esperando que terminara hecha un caos, y más el más caro financieramente hablando, de suerte de quebrar al PRI cuando de mayores recursos necesitaba, que era la elección constitucional. La campaña de Labastida empezó con semanas de retraso por falta de liquidez.
9. A González Fernández, quinto presidente del PRI en su sexenio, que había sacado adelante la elección interna, lo cambió cuando Labastida ya había acordado con aquel su permanencia al frente del PRI. El propio Labastida ha escrito en “La duda sistemática”, que aún antes de empezar el proceso interno, Zedillo le había dicho que terminando éste cambiaría al presidente del PRI. Labastida, que todavía era secretario de Gobernación, argumentó en contra, lo volvió a hacer como precandidato en la interna del PRI y, finalmente, como candidato electo. Zedillo hizo el sexto cambio en el PRI y mando de secretario general a Esteban Moctezuma, cuyo único logro fue enemistarse con todos.
10. El propio Labastida asevera que Zedillo apoyó, incluso económicamente, a Fox, que dejó al PRI en la inopia, a su candidato a la deriva y, finalmente, filmó su mensaje dando a conocer el triunfo de Fox a mediodía del día de la elección, cuando aún no se tenían tendencias consistentes en las encuestas de salida. Contra la postura de Labastida, que le solicitó no salir antes del IFE, Zedillo se arrobó ese papel y declaró candidato ganador a su candidato in pectore. Su intención era pasar como el mayor de los demócratas al reconocer el triunfo de un panista, al que en secreto apoyaba.
11. El PEMEXgate no pudo darse sin la bendición de Zedillo; por sobre un PRI quebrado, un escándalo mayúsculo que dejaba al de los “Amigos de Fox” como un evento insignificante. Esa es una historia que aún está por contarse.
12. En el caso de López Obrador su injerencia fue superlativa, sistemática y nada democrática, aunque ahora de él reniegue de él tres veces antes de cantar el gallo cada mañana.
13. A inicio de su sexenio ordenó a Moctezuma, entonces secretario de Gobernación, entregarle a López Obrador todos los archivos de la casa de campaña de Madrazo, tratando de que así se anulara su elección.
14. Más tarde hizo renunciar a Madrazo como gobernador de Tabasco, pero, careciendo de operadores políticos, la clase política tabasqueña le impidió el atraco y se vio obligado a recular.
15. Posteriormente permitió a López Obrador tomar pozos petroleros y cuando sus plantones pusieron en riesgo de muerte a sus seguidores, los mandó desalojar, pero en breve ordenó a la Procuraduría de Justicia el no ejercicio de la acción penal en contra de Andrés Manuel.
16. El siguiente paso fue limpiarle el asunto de la muerte de su hermano menor, asesinado por arma de fuego en la tienda familiar de los López Obrador en Villahermosa. Nadie ha podido conocer desde entonces las investigaciones, porque los expedientes fueron incautados por órdenes de la presidencia de la República.
17. Finalmente, cuando faltaban unos días para presentar el recurso en contra de la candidatura de López Obrador a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en la elección del 2000, personalmente ordenó a Dulce María Sauri Riancho entregase el expediente y el recurso preparado por el PRI a un abogado por él nombrado. Abogado que, según me contó personalmente, fue ordenado a descafeinar la impugnación para que quedara firme el registro de Andrés Manuel como candidato, no obstante no contar con 5 años de residencia efectiva en la capital nacional. Tan era así, que uno o dos años antes había contendido en Tabasco para un cargo de elección popular y votado en Villahermosa.
Hay en todo esto pieles de cordero, próceres de una democracia trasvesti, apuestas partidistas por sobre sus militancias y contra la ciudadanía, hipocresías, santones, chantajes, miedos, acuerdos en lo oscurito y políticos pusilánimes que terminaron embarrando a todos y encumbrando al más nefasto y marrullero.
Esa es nuestra cruz y nos la ganamos a pulso.
Todo lo anterior no niega los avances que Zedillo haya logrado en materia de proceso electoral y equidad en la contienda, tampoco impide negar la profunda crisis de un PRI que nunca quiso cambiar y que se plegó al circuito de los mercachifles de la política, pero, por igual, que la intervención de Zedillo fue todo menos democrática.
Reitero, lo acompaño en sus opiniones sobre el quiebre de nuestra democracia y el golpe de Estado de la reforma judicial, más no en su versión de paladín indiscutible de la democracia en México.