Canadá es una nación con una honda raíz cultural y un orgulloso pasado que se ha nutrido con sus orígenes franco-británicos. Es uno de los territorios más grandes del planeta y dueño de inmensas riquezas naturales. La presencia europea en lo que hoy es Canadá ha sido constante desde los asentamientos vikingos en su costa este, hasta la posterior llegada de exploradores franceses y británicos. Evidentemente esto derivó en una pugna entre ambas potencias europeas, que se zanjó en definitiva con la Batalla de las Llanuras de Abraham, frente a las murallas de Quebec en 1759. En el encuentro murieron el general James Wolfe, comandante británico y el marqués Montcalm, comandante francés. Dicha batalla marcó la caída de la rica provincia de Quebec en manos británicas. Hoy Quebec, ha sostenido no sin sortear vicisitudes y algunas dificultades su legado franco, el francés junto con el inglés son los idiomas oficiales de Canadá y la flor de lis se encuentra en la bandera de la provincia francófona.
En 1867 se inició la ruta de independencia del Reino Unido al constituirse Canadá en Dominio, proceso que se consolidó con las firmas del Estatuto de Westminster en 1931 y el Acta de Canadá en 1982. Sin embargo, la unión de Canadá con su antigua metrópoli es muy robusta, y no en vano el monarca británico es el jefe de estado canadiense siendo representado por un gobernador general en Ottawa. El sacrificio de los canadienses por la corona británica durante las dos guerras mundiales fue notable, son magníficos soldados y contribuyeron destacadamente al triunfo aliado en ambas guerras, su cuota de sangre no fue menor en la Batalla de Passchendaele en 1917 y en el fallido raid de Dieppe en 1942.
A su vez, los canadienses son gente industriosa y trabajadora, que ganan la batalla a los crudos inviernos, no en vano forman parte del G7, el selecto grupo de las primeras economías del mundo. Lo anterior ha redundado en una magnífica calidad de vida, entre la que destaca la educación: el defenestrado príncipe Andrés del Reino Unido y el Rey Felipe VI de España estudiaron en Lakefield en Ontario. El bienestar y el disfrute de vida canadiense ha fomentado una emigración de todas las latitudes, que si bien ha robustecido una sociedad plural y multicultural, también ha derivado, debe decirse en descargo de los canadienses, en un abuso en las políticas de asilo.
Pero no todo es felicidad en el entorno de Canadá, la presencia de mineras canadienses es cuestionada en países hispanoamericanos donde se les señala por dañar la ecología, una paradoja, pues Canadá es uno de los países con mejor manejo de políticas ambientales. También es conocido que la poderosa Cruz Roja Canadiense, más allá de su labor humanitaria fuera de sus fronteras, es un instrumento para recabar información de inteligencia para su gobierno.
La polémica se avivó en días pasados, cuando Donald Trump amenazó a Canadá con imponer aranceles si no frenaba el tráfico de fentanilo y migrantes desde su frontera con Estados Unidos, una de las más grandes y poco vigiladas del mundo. Justin Trudeau siguiendo el dicho popular mexicano de que “el miedo no anda en burro” literalmente voló a Mar A Lago para entrevistarse con Trump, a pesar de la reunión afable y las sonrisas en las fotografías, Trudeau volvió a Ottawa con las manos vacías, Trump no levantó la amenaza y señaló que Canadá es tan culpable como México en lo referente a migración y drogas.
En cierto sentido, el estadounidense tiene razón, no se puede culpar únicamente a México de los problemas regionales, independientemente de que nuestro país no es responsable de asuntos domésticos de los Estados Unidos, bien es sabido que Centroamérica no ha hecho nada por detener a las caravanas de migrantes que cruzan por su territorio para llegar a México y de ahí a Estados Unidos, Nicaragua recibe diariamente alrededor de 10 vuelos repletos de cubanos, que precisamente no van a conocer lagos y volcanes. Canadá tiene una fuerte presencia china en su costa oeste, y por ende es un puerto de entrada natural para el fentanilo que termina en las calles estadounidenses.
Contrario a su característico aplomo, a los canadienses los puso muy nerviosos Trump y en vez de atender sus fronteras, se decantaron por denostar a México. El primer ministro de Ontario, Doug Ford como chivo en cristalería declaró que “Compararnos con México es lo más insultante que he escuchado nunca” Lo anterior no solo es una ofensa gratuita, sino que contraviene las tradicionales buenas relaciones entre México y Canadá, pero lo más grave de todo, es que un problema real no se resuelve insultando a un socio comercial, sino tomando al toro por los cuernos ¿Qué pasó con Canadá?