Joel Hernández Santiago
Es un asunto de libertad de expresión y está bien. Es cosa de decir lo que se piensa en pleno derecho constitucional, tanto en forma como por contenido. Pero también es cierto que junto con los reclamos –muchos de ellos puestos en razón- se coló por ahí una exigencia que peca de excesiva y hasta de absurda.
El domingo 5 de mayo, en la mera celebración del hecho histórico, ocurrió una gran manifestación en la Ciudad de México a la que asistieron un promedio de 15 mil personas. Originalmente los organizadores les pidieron que acudieran de blanco y que esta marcha sería “del silencio”. Lo de ir de blanco casi se consiguió, lo de mantener silencio para nada…
Se sabe que entre los principales organizadores estaban Alejandra Morón de “Chalecos-México” inspirada en los “Chalecos Amarillos”, de Francia, casualmente, por la fecha; aunque también se le atribuye a la formación “Alianza por México” de un Francisco Javier Chavarría y con la participación de una gran diversidad de organizaciones civiles y ciudadanas.
Así que la marcha transcurrió ya expresando consignas, verbales o en mantas y cartulinas, de reproche al gobierno de López Obrador por sus ‘abusos constitucionales’, o por su cancelación del aeropuerto de Texcoco, o al famoso Memorándum-Educación, la Ruta Maya, o el proyecto Trans-Oceánico o el despido de burócratas, como también estaba ahí el tema de su mala relación con los medios de comunicación a los que, ciertamente, deplora. Los manifestantes salieron del Ángel de la Independencia y hacia el Monumento a la Revolución.
Esto en la Ciudad de México, aunque también hubo marchas anti-Presidente en Cuernavaca, León, San Luis Potosí, Toluca, Monterrey y más. Lo que quiere decir que del 2 de diciembre, cuando la misma Alejandra Morón organizó una marcha anti-AMLO, con participación mínima, esta vez las cosas cambiaron. Si en aquella ocasión la pequeña marcha mereció desprecio y burlas del nuevo gobierno, esta vez como que ya lo tomaron muy en serio por su magnitud.
En realidad lo que se vio ahí ese domingo fue a un grupo muy grande de mexicanos, casi todos ellos de clase media, repudiando medidas de gobierno y la actitud del Presidente frente a temas que son de carácter público…
Y está bien, decíamos, porque al final de cuentas la marcha de este domingo está en ley y contiene una enorme carga de libertad de expresión y cada uno de los participantes tenía cosas en el buche para decirlas, para exigir que cambien las cosas según su criterio y para que se camine por el lado de la ley. A la vista no pedían nada para ellos: si cumplimientos legales y Estado de Derecho.
Pero así mismo como se expresaron ese tipo de consignas, a alguien se le ocurrió introducir el absurdo: “Renuncia López Obrador” o “Renuncie Presidente”… Y eso es, a fin de cuentas, un exceso que tiene que ver con intolerancia, con intransigencia y cayeron exactamente en lo mismo que critican: “Mi verdad es la única verdad”.
Y es inadmisible porque han ocurrido apenas cinco meses del actual gobierno, porque es muy pronto para saber si concreta o no promesas de campaña y arregla lo que está descompuesto o de plano no sirve en la vida nacional. Lo que sí es cierto es que parece ser que el presidente tiene las mejores intenciones, pero no sabe aún cómo hacerlo sin daños colaterales y no opera su equipo de trabajo el que, asimismo, prefiere guardar silencio y no salir de sus oficinas de gobierno.
Pero esto tiene arreglo con la voluntad de las partes. El presidente entrando en razón de que es la ley el instrumento único por el cual habrá de conseguirse la justicia y si esa ley es injusta entonces hay que corregir la ley, pero no brincársela… y así.
En todo caso, en las marchas no se vio que se pidiera diálogo, que se entrara en el terreno del “estos son tus puntos de vista, pero estos son los míos”. No se vio ese halo democrático que le da sustento a estas libertades…
Porque sí, porque estas manifestaciones de desacuerdo, las de este domingo 5 de mayo como las que puedan seguir, se sustentan en la democracia. Salir, decir, expresar, disentir, extrapolar posiciones y fortalecer ideas propias es democracia, que se concreta cuando se exige, asimismo, diálogo y exposición de razones de una y otra parte, para llegar a conclusiones. Eso es democracia.
Y también ocurre que estas organizaciones civiles o ciudadanas asumieron la posición de ser oposición, cosa que debieran ocurrir en las Cámaras de Diputados, tanto federal como estatales; o en el Senado o en los institutos de lo electoral y sus tribunales. Nada.
La oposición institucionalizada está pendiente de su propia supervivencia como partidos políticos más que en entenderse como oposición a la altura de la democracia que le da sentido, frente a una fuerza política predominante.
Esa oposición que debiera fortalecerse en sí misma aportando rutas de solución o rutas de salvamento según sus criterios no lo hace: si vende o no vende sus votos, si razona en sentido político, pero no social o colectivo, y ahí radica su fatal situación actual en donde la crisis del sistema de partidos políticos en México es más que evidente.
Por su parte el presidente esta vez no minimizó la marcha del domingo 5 de mayo, ni se burló de ella. Si expresó su beneplácito por que existan estas expresiones, aunque a esto agregó que ‘no estoy de florero’ o ‘no soy monedita de oro’… En fin.
En todo caso a todos llamó la atención la magnitud de la manifestación del domingo, ojalá que el gobierno federal anote estas inquietudes porque a fin de cuentas el Presidente es presidente de todos los mexicanos, incluyendo a los que no piensan como él y que no son sus enemigos, sino ciudadanos en democracia.
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