Manuel Velázquez/ Cartelera Cultural Semanal de Xalapa
Hoy conmemoramos los 38 años de la fundación del Instituto Veracruzano de la Cultura (ahora Secretaría de Cultura), gracias a la visión de la Dra. Ida Rodríguez Prampolini.
Quien en su discurso de entrega de la Medalla Adolfo Ruiz Cortines nos dejó estas palabras que resuenan en relación a lo que se vive hoy en las políticas culturales públicas:
“El arte es la expresión de los intereses espirituales de la sociedad en que se produce (…) La grandeza de un país se mide por su arte.”
Felicidades a todes les compañeres que continúan resistiendo para hacer posible esta labor. Creemos que otro mundo mejor es posible a través del arte y la cultura. ¡Larga vida a la cultura en Veracruz!
Discurso de la Dra. Ida Rodríguez Prampolini*
Ceremonia de entrega de la Medalla Adolfo Ruiz Cortines
Jueves 03 de diciembre de 2009
Agradezco en todo lo que vale la enorme distinción que me han conferido al otorgarme la Medalla y Diploma Adolfo Ruiz Cortines correspondiente al año 2009.
He tenido la fortuna de haber recibido varios reconocimientos pero, créanme, que este es el que más alegría me ha dado por venir de Veracruz, estado que amo tanto. Muchísimas, muchísimas gracias y perdónenme por no haber podido venir personalmente a darles las gracias pero mi precario estado de salud me lo ha impedido.
He preparado unas reflexiones sobre el arte, la cultura y la educación, que es lo que, se supone, sé un poco y quisiera compartirlo con ustedes.
Cuando en 1969 se reunieron en el pueblo de Woodstock cerca de medio millón de jóvenes para oír música, los Estados Unidos se estremecieron ante el asombro de lo que sucedió. Ahí hubo de todo: sexo, drogas, histeria, mucha generosidad, poca comodidad, mala comida, casi toda chatarra, pero ante todo había ya patente un nuevo sentimiento de comunidad, de igualdad. De una especie de vuelta al estado tribal, a la añoranza del mito, del rito, de la fantasía y sobre todo de la libertad.
Woodstock fue la culminación de lo que las comunas hippies y su nueva filosofía de vida, con todos sus escapismos en las drogas, han aportado de novedoso y auténtico dentro de la sociedad norteamericana que repudiaron.
La llegada del hombre a la luna que ahora también cumple 40 años, con la variación de opiniones negativas o positivas, cursis, románticas o interesantes que se produjeron, hizo sin embargo que todos los aparatos de televisión del mundo estuvieran siguiendo, emocionados, la aventura del espacio.
Millones de personas, con más o menos conciencia de lo que el hecho implicaba científica y tecnológicamente, estaban reunidas, latiendo juntas, quizá más unidas que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, pendientes de una hazaña excepcional.
Las implicaciones que tenga la llegada a la Luna no tienen, para lo que yo me propongo subrayar, tanta importancia como el hecho de haber reunido seres antagónicos, heterogéneos, muy distintos, a interesarse en un momento concreto de un día determinado, en un acontecimiento, que aceptado como importante o negado como tal hizo vibrar al unísono a seres tan diversos.
Señalo dos ejemplos de vivencias comunitarias que podrían multiplicarse infinitamente en las marchas, las protestas estudiantiles como las de 1968 que brotaron como por contagio en muchísimos países y que en México terminó con la matanza de cientos de estudiantes en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en la Ciudad de México.
Actualmente se adaptan las modas, se uniforman los estilos, se institucionalizan los blue jeans y las camisetas con letreros o dibujos. Las clases medias del mundo entero se visten más o menos con las mismas prendas, se adoptan similares accesorios, collares, aretes, pulseras de tela. La comida chatarra, los tacos, las hamburguesas y hot dog son la comida preferida de la niñez y la juventud. En suma un estilo común se adopta con rapidez increíble y configura uno de los fenómenos más importantes de las sociedades actuales.
Se trata de la crisis del individualismo frente a una sociedad de masas heterogéneas que buscan incansablemente aglutinarse bajo una idea, un sentimiento común, una fe colectiva.
Asistimos en todos los aspectos de la existencia al ocaso, al final del individualismo como postura de vida, como necesidad imprescindible para nuestra realización.
Estamos parados en la puerta que flanquea el yo y la comunidad, unos rehusando traspasarla y otros deseando entrar a una nueva sociedad todavía amorfa y heterogénea pero que nos impide seguir viviendo como hace unas cuantas décadas: en nuestra individualidad, en nuestras particularidades, no podemos ya madurar aisladamente ni vivir en torres de marfil como antes se podía.
Paradójicamente toda persona, cada uno de nosotros nace y llega a su fin, al ocaso, a la muerte, solo. Pero muchos estamos comprendiendo o sintiendo que soledad y comunidad no pueden ser separadas, no deben ser opuestos, sino complementarias.
Ustedes se estarán preguntando: ¿Qué tiene que ver todo lo que nos está diciendo esta maestra con el arte? ¿Por qué no nos habla de arte si ese es el tema que propuso?
Pero sí estoy hablando de arte cuando hablo de sociedad. Porque el arte, desde que bajó el mono de los árboles ha acompañado al hombre. El arte es un producto social, por eso cada época tiene expresiones artísticas diferentes.
Una definición del arte que a mí me convence es que el arte es la expresión de los intereses espirituales de la sociedad en que se produce.
Los cambios que se dan en cada ciclo de la historia humana se deben por lo tanto al cambio de los intereses, de las estructuras sociales y espirituales por los que se ha pasado cada época.
Todavía en el diccionario de la Academia francesa de 1694 o sea a finales del siglo XVII encontramos que la palabra artista tiene la misma connotación que artesano. Los describen así:
Artesano: Obrero en un arte mecánico, hombre de oficio.
Artista: Aquel que trabaja en un arte u oficio. Se dice particularmente de los que hacen operaciones químicas.
Es hasta la edición del mismo diccionario de 1762 en que aparece la definición del arte como lo entendemos en nuestro tiempo:
Artista: Aquel que trabaja en un arte donde el genio y la mano deben concurrir un pintor, un escultor, un arquitecto, son artistas.
Con el ascenso de la burguesía al poder y el fin de los regímenes aristocráticos los grandes ideales de la Revolución Francesa se pierden. A muy pocos importa la igualdad y la fraternidad, solo permanece el ansia de libertad.
El mundo burgués basado en el comercio, las conquistas de mercados, la expansión territorial en las colonias, desea solo la libertad de hacerse rico y demostrar que lo es.
El arte se convierte en uno de los bienes que atesora la burguesía. Comprar pinturas, esculturas, joyas da status.
La grandeza de un país se mide por su arte, la cultura de una persona se demuestra por el dinero invertido en obras de arte. El arte se convierte así en un arma política y social que da fama y poder.
Pocos artistas logran someterse al interés burgués. La mayor parte de ellos quieren ser libres y pintar lo que les dé la gana, pero al mismo tiempo tienen que vivir de lo que hacen, de su creación. Empieza un mercado muy competitivo, inventan una serie de maneras de pintar que el público muchas veces ni goza ni entiende.
Así se produjeron todos los estilos y modas en el arte moderno y contemporáneo. El nuevo valor es la originalidad. Hacer algo distinto. Para darles fama surgen los críticos de arte, las revistas, las galerías, museos dedicados a promover artistas y acaparar el mercado. Los “ismos”, como se llaman estas corrientes artísticas, fueron modas que impusieron el gusto por algunos años y luego dejaron de ser novedad, pero alcanzaron altísimos precios.
Más de cien “ismos” fueron surgiendo. A finales del siglo XX, los artistas se rebelaron contra la estética postulando el arte feo, bruto, pobre y muchos más pero dando vuelta a la misma moneda: la estética.
El 1916 en medio de la brutal Primera Guerra Mundial, en la pacífica Suiza el movimiento llamado Dadá, con el grupo de artistas que lo inventó, lanzó un célebre grito: ¡Mierda a la belleza!
Desde entonces todo lo que se expone en una galería o museo es arte. Para mí, sin embargo, la belleza, la belleza del siglo XX, está en la ciencia y en la tecnología, que son los grandes intereses de nuestra sociedad actual.
Es curioso saber que frente del edificio donde los dadaístas hacían sus estrafalarias veladas, vivía Vladimir Lenin y preparaba la Revolución rusa de 1917 que derrocó a los zares rusos.
Durante los años que presidió Lenin la Revolución cambió nuevamente el sentido del quehacer artístico. Ahí el arte debería educar al pueblo y ayudarlo rápidamente a salir de la miseria en que se encontraba.
Los artistas se convirtieron en diseñadores, en técnicos, en ingenieros con las miras puestas en la educación. Se transportaban en atractivos trenes, paraban en los pueblos y por varios días establecían talleres. Ya no se hablaba de arte sino de producción y del nacimiento de un hombre nuevo preocupado por sus semejantes.
Con la muerte de Lenin todo cambia. Toma el poder José Stalin y el arte se convierte en un arma del poder totalitario que da al traste con las bondades del socialismo. Surge así un nuevo tipo de arte impuesto por el poder. Beatificación de la figura humana, el campesino, el obrero como figuras idealizadas y el culto a la personalidad del dictador Stalin.
Muchos de los encuentros del primer socialismo ruso fueron a parar a Europa y sobre todo a Estados Unidos. Como los patrones para cortar vestidos que llenaron el mundo capitalista entero. Las estufas y refrigeradores producidos masivamente son algunos ejemplos.
Otra forma social de hacer del arte un instrumento de cambio y ayuda social fue el que produjo nuestra Revolución de 1910.
Al acabarse la lucha armada, México produce uno de los movimientos artísticos más importantes del arte moderno y contemporáneo del mundo: el muralismo mexicano.
El arte de la dictadura porfiriana se distinguió por haber seguido los pasos de escuelas ajenas a la idiosincrasia mexicana para inspirarse en escuelas europeas, especialmente francesas.
Con la caída de la dictadura de Victoriano Huerta, que asesinó al presidente Francisco Madero, sube al poder el General Álvaro Obregón y se propone consolidar la Revolución. Elige como ministro de Educación a un destacado abogado y filosofo, José Vasconcelos, uno de los grandes hombres de nuestro país, a pesar de sus últimos años en que frustrado y desilusionado de la Revolución cambia totalmente y se traiciona así mismo.
Lo primero que hace Vasconcelos es hacer del arte un arma de educación. Se inspira mucho en la educación de la época de Lenin. Pero inventa llamar a los artistas a pintar en los muros de los edificios públicos temas educativos, decorativos, históricos. Llama a jóvenes que estaban en Europa como Diego Rivera, el Doctor Atl, Roberto Montenegro y Siqueiros y a muchos artistas muy dotados pero desconocidos hasta entonces.
Uno de los grandes logros de los muralistas fue haber interpretado la cultura nacional y la historia de México, haber reivindicado a los diversos grupos indígenas, a los obreros a los campesinos. El país entero se cubrió de pinturas magníficas con temas y figuras novedosas y nunca antes pintadas. Esta educación basada en el más sentido amor por México despertó en otras actividades creativas como la música, la danza, la novela y la poesía un orgullo nacional, un amor por México que desgraciadamente parece haberse perdido para siempre. De cientos de edificios pintados solo perduran los de los tres grandes José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros; casi todos los otros murales fueron arrasados.
Hoy México está en bancarrota, no solamente artística sino moral. Los últimos gobiernos del presidente Salinas de Gortari, pasando por Ernesto Zedillo, que llenó el país de enormes banderas al mismo tiempo que mandaba a asesinar indígenas como en la matanza en Acteal, Chiapas. A pesar de esto los murales continúan en zonas zapatistas de Chiapas.
Todos los últimos gobiernos nos han impuesto las doctrinas neo-liberales dictadas por Europa y, sobre todo, Estados Unidos que nos han empobrecido a los mexicanos de las clases medias y a los miserables sin esperanza, que son la mayor parte de los habitantes del país.
Actualmente es considerado arte el que se encuentra en las galerías, museos y, últimamente, en colecciones de los grandes consorcios mercantiles como la colección Jumex (la de los jugos), la colección de las familias Slim, Alemán o Bimbo.
Si la educación en general está destruida en nuestro país, la educación artística realmente no existe ya.
Los jóvenes con inquietudes, talento y deseos de crear están frustrados y buscan becas para estudiar arte en diversos países del extranjero pero es un porcentaje muy pequeño el que lo logra.
El país se está convirtiendo en una caricatura de los Estados Unidos, que cada vez nos conquista más con su american way of life, como ellos dicen; con sus costumbres y modos de vida.
Si ustedes ven el Puerto de Veracruz con ojos no contaminados podrán apreciar que lo que queda de lo que fue una muy bella ciudad, el llamado Veracruz viejo o Centro Histórico, está completamente olvidado, destruido y despreciado por los mismos veracruzanos y que la parte nueva, el Veracruz moderno, es una triste calca de cualquier pueblo norteamericano.
Nuestras autoridades y la mayor parte de los veracruzanos permiten que se pongan monumentos horribles en las calles, como el de los valores o el ángel Sebastián. Nuestra ciudad está considerada una de las más feas del país, a pesar de lo que nos digan nuestros gobernantes. Creo que son los jóvenes los que tienen la palabra y la acción.
Pero para hacerlo necesitan prepararse, aprender a ver, educarse el gusto. Tienen que exigir educación artística: sólo con ella podrían hacer y gozar la belleza. Apreciar lo bello depende de la sensibilidad y de la educación.
Hoy día, los medios de comunicación, las televisoras, el Internet, nos están acercando a todos pero al mismo tiempo, por la enorme importancia de estos descubrimientos y su gran poder, estamos en peligro de que nos conviertan en robots, en una masa de seres iguales en nuestras frustraciones, en nuestra miseria espiritual y sin sensibilidad alguna.
Hay que exigir la humanización de la ciencia y la tecnología para ponerla al servicio de todos, incluyendo seres humanos, animales, plantas, toda la naturaleza y el universo. Hemos alcanzado bastante libertad pero en detrimento de muchos valores morales, como la justicia y la igualdad.
Uno de los acontecimientos del mundo del arte contemporáneo son las fotografías tomadas por un equipo de artistas dirigidos por el fotógrafo norteamericano Spencer Tunick. Han viajado por todo el mundo convocando personas para que se desnuden y todas juntas y revueltas sean fotografiadas.
El 6 de mayo del 2007 se desnudaron en el Zócalo de la ciudad de México 20 000 individuos y siguieron las instrucciones que Tunick les daba con altavoces. Nadie los obligó a ir, no fueron por dinero. Sólo les prometieron regalarles una fotografía.
Varios alumnos míos, jóvenes de 20 a 25 años, fueron a esta sesión. Como a mí me parecía una locura desnudarse en público y lo consideraba un acto de exhibicionismo les pregunté por qué habían ido. Todos me contestaron más o menos lo mismo: Querían experimentar el sentimiento de estar todos juntos, ser todos iguales en su desnudez y sentirse libres. Todo al mismo momento.
Esto me convenció de que seguimos añorando los mismos principios de la Revolución Francesa y de todas las luchas sociales: la igualdad, la fraternidad y la libertad.
El grito de los jóvenes de Woodstock fue: “¡Otro mundo es posible!” El de los jóvenes que fotografía Tunick dice ahora: “¡Otro mundo mejor es posible!”. Ojalá los jóvenes lo logren, porque nosotros les hemos fallado.
Quiero compartir esta Medalla Adolfo Ruiz Cortines, con las mujeres de los pueblos indios de Veracruz y en memoria de doña Ernestina Ascencio, la mujer indígena asesinada en la Sierra de Zongolica.
Muchas gracias
* Leído en su ausencia por el Dr. Ferruccio Asta Rodríguez