Javier Peñalosa Castro
La semana que termina estuvo marcada por la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuya conclusión fue festinada por Donald Trump, Peña Nieto, el equipo negociador de México, que completa Jesús Seade, el especialista del equipo de Andrés Manuel López Obrador en negociaciones comerciales y el equipo estadounidense, aun cuando se trataba de un acuerdo muy preliminar, en el que no se había incluido a Canadá.
El tono triunfalista del confuso anuncio hecho por Trump, en el que involucró a través de una llamada al presidente mexicano en funciones, hizo esperar lo peor; sin embargo, el ambiente que siguió y el respaldo inmediato de los mercados financieros a la noticia nos hizo albergar un moderado optimismo sobre el incierto futuro de la relación comercial entre México y Estados Unidos durante lo que dure el magnate estadounidense sin caer en manos de la justicia o del implacable juicio moralista de la misma minoría puritana que lo entronizó hace poco más de un año y medio, y a la que hoy parece urgirle que el poder presidencial quede en manos más seguras, como las del ultraconservador Mike Pence, quien aguarda desde la presidencia la ocasión de salir al relevo y consolidar una posición más sólida para su grupo.
Como era de esperarse, Trump habló maravillas del acuerdo bilateral alcanzado en principio con México y amagó a Canadá con dejarlo fuera si no se avenía a sus caprichos y exigencias, cosa que finalmente no ocurrió, y con ello quedó en vilo la posibilidad de contar con un TLCAN 2.0 en el corto plazo.
Otro momento revelador fue aquel en que la jefa del equipo negociador de Canadá, Chrystia Freeland, dijo que su país intentaría lograr un acuerdo, de manera especial luego de que México hubiera cedido en temas delicados, y allanado con ello el camino para una negociación menos compleja… que finalmente no cristalizó porque Canadá no cedió a las presiones y chantajes del palurdo del blondo peluquín y dio por terminadas las pláticas en esta etapa de la negociación.
La tarde del viernes 31 de agosto Canadá anunció que daba por terminada la negociación con Estados Unidos, ante lo que Trump dijo que propondría al Congreso un acuerdo comercial bilateral con México. Sin embargo, los especialistas han señalado que el trámite y la eventual autorización del pacto no dependerá de la voluntad del presidente estadounidense, pues los poderes que recibió del Congreso fueron para negociar con México y Canadá la renovación del acuerdo trilateral, y cualquier alternativa que se aparte de ello tendrá que ser sometida a la consideración del legislativo, que es muy sensible a tomar cualquier decisión políticamente comprometida tanto porque está en vísperas una la renovación intermedia como por el efecto que la decisión pudiera tener tanto entre los legisladores en activo como entre los probables recambios que habrá y, por supuesto, los electores, que son quienes deciden la permanencia o no de un representante o un senador en el cargo.
Como pintan las cosas, es muy probable que el Tratado se conserve tal como está y que, en caso de que Trump se mantenga en el cargo durante lo que queda de su primer mandato o incluso si se reelige, tenga que solicitar al Congreso su autorización, ya sea para firmar un acuerdo comercial solamente con México o para una nueva versión del pacto comercial trilateral, una vez que obtenga la anuencia de Canadá, lo que implicará nuevas y, muy probablemente, dilatadas negociaciones entre los tres socios comerciales.
Los amagos de Trump, de nueva cuenta, no fructificarán, y en el mejor de los casos, podrá intentar que se apruebe el acuerdo bilateral que alcanzó con México. La buena noticia para nuestro país es que, aun cuando la conducta del magnate neoyorquino siempre será impredecible, la suscripción de un eventual acuerdo con nuestro vecino nos mantendrá un poco más a salvo de sus pataletas y de la aplicación arbitraria de aranceles, como ocurrió recientemente con el acero y otros productos.
Al dar a conocer su decisión de abandonar las negociaciones, Canadá reiteró que no suscribiría un mal acuerdo, y así lo hizo. Habrá que ver qué pasa con México y analizar qué tanto afectaría la salida de Canadá del pacto, si la renovación del acuerdo trilateral sigue siendo una posibilidad viable o si realmente murió el TLAN, tal como lo preconizó Trump en su atropellada presentación-conferencia-llamada telefónica.
Por lo pronto, habrá que esperar la reacción del presidente estadounidense a la decisión de Canadá —una vez desechados exabruptos que seguramente propalará a través de su cuenta de Twitter—para darse una idea de cuál será su nueva estrategia para tratar de salirse con la suya, al tiempo que mantenemos la atención en la evolución de las campañas para la renovación del Congreso estadounidense.