Redacción MX Político.- La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) rindieron homenaje al escritor Jorge López Páez en el centenario de su nacimiento, con una charla en la que se recordaron las diferentes temáticas abordadas en más de 20 libros de cuentos y novelas que el autor dejó para la posteridad, luego de su fallecimiento en abril de 2017.
En la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, recinto en donde festejaron, en 1997, sus 75 años de vida, acto que se recordó a través de un video en el que el escritor hizo gala de su profundo sentido del humor, participaron tres estudiosos de la obra de Jorge López Páez: José María Espinasa, León Guillermo Gutiérrez y Jorge Antonio Muñoz Figueroa, con la presencia de Víctor Balbanera, destacado diplomático y albacea de la obra de López Páez y promotor del homenaje.
El poeta y editor José María Espinasa expresó que con motivo de este centenario se ha tenido la oportunidad de releer la obra de López Páez y de enterarse de nuevas publicaciones póstumas. Además, dijo, en lo personal, realizó apuntes para una nueva edición en seis o siete tomos de la obra del escritor veracruzano, lo que le permitió “ver nuevamente la taxonomía de los libros de este autor: temas de infancia, familia, provincia, personajes femeninos, temática gay y el servicio diplomático”.
Todos estos temas —apuntó el editor— tienen zonas que se entrecruzan y una es el tema de la frivolidad y la apariencia. López Páez hacía de una anécdota simple un motivo para contar y esa era para él la función del escritor: contar hasta perder la cuenta y recuperar el cuento. Su mirada desnuda la importancia de aquello que llamamos apariencia, porque es en la apariencia donde reside nuestra identidad. Ser profundo es una quimera y una conjetura nos devuelve a la apariencia. López Páez diría con sarcasmo: lo importante es parecer, ser es algo secundario, dijo.
Luego, Espinasa centró su charla en el hecho de que, desde la publicación del relato Doña Herlinda y su hijo y otros hijos —llevada al cine por Jaime Humberto Hermosillo—, López Páez se convirtió “en un clásico de la literatura gay, pero su literatura homosexual no tuvo ni las connotaciones violentas ni las estridencias frecuentes en ese género”.
Sus relatos de tema homosexual —sostuvo— juegan con la parodia y se burlan de ese espejeo entre apariencia y realidad, por eso son tan efectivos narrativamente. Establecen las complicidades cruzadas entre los hombres que se reconocen homosexuales o de las mujeres que igualmente se reconocen lesbianas, cuando las complejas circunstancias en que los papeles masculino y femenino van más allá del deseo y la sexualidad. “Sus personajes muestran su condición justamente en ese guardar las apariencias. Así, la frivolidad deja de serlo y pasa a ocupar el lugar central en la narración”.
Agregó que la definición cromática de los géneros narrativos (novela rosa, novela negra, prensa amarilla, etc.) nos llevaría a calificar estos cuentos de López Páez como (si me permiten la licencia) “narraciones lilas”.
Luego expresó: “Es importante cómo López Páez describe el comportamiento de la estructura familiar que acepta y se acomoda a esa condición, a veces con tintes negros y mórbidos como en Doña Herlinda y su hijo, y a veces simplemente operativos. Esa sería la puerta que uniría las narraciones de carácter familiar (Mi hermano Carlos, In memoriam tía Lupe, Mi padre el general) con las de temática gay. El hilo que las recorre y las entreteje es el humor, si bien sarcástico, también risueño”.
Señaló que gracias a las nuevas ediciones de su obra, “nosotros sus lectores sí podemos seguir releyendo su obra. Sé por Víctor Balbanera que hay una extensa novela inédita a la espera de su publicación, Cartas sobre el amor, cuentos que esperan su recopilación, cartas y diarios que nos mostrarán una nueva faceta más personal. Al fin y al cabo, López Páez consiguió lo que quería: ser un narrador infinito, inagotable, inclasificable. Nosotros sus amigos, sus lectores, aplaudimos pidiendo un encore”.
Escritor de la diplomacia y de la niñez mexicanas
En su momento, León Guillermo Gutiérrez se refirió a Jorge López Páez como “el escritor de la diplomacia mexicana”, toda vez que en algunos de sus libros, como ¡A huevo, Kuala Lumpur! (2012) y Clara Deschamps Escalante (publicado de manera póstuma en 2022), aborda la vida cotidiana en las embajadas y representaciones diplomáticas de nuestro país en el extranjero.
López Páez no fue diplomático —aclaró— pero a partir de ser un viajero constante, de su amistad con diplomáticos que le narraban sus experiencias y su gran creatividad e imaginación literaria, escribió historias extraordinarias que atrapaban al lector en ese mundo imaginario, donde los personajes son completamente humanos y dejan ver sus cualidades y defectos, sintiéndose una clase privilegiada.
Por su parte, Jorge Antonio Muñoz Figueroa, doctor en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México, se refirió a López Páez como un autor que tomó en su obra a la niñez como personaje principal. “Sin mucha explicación, optó por presentar llana y abundantemente las acciones de la niñez y sus relatos constituyen un cúmulo de experiencias que se narran conforme las adquieren los personajes y el adulto ve pasar de nuevo ante sí esa vida ya vivida”.
Asimismo, se refirió a los premios que el autor obtuvo por su obra literaria y destacó que recientemente, en 2022, aparecieron dos nuevos títulos inéditos de López Páez: Sin ganas de Ghana y Clara Deschamps Escalante. “Sigamos el festejo de Jorge López Páez con dos nuevos títulos para que cuando nos pidan una recomendación, lo recomendemos como uno de los mejores escritores mexicanos y veracruzanos”.
Originario de Huatusco, Veracruz, López Páez nació el 22 de noviembre de 1922 y estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue becario del Fonca y de la Fundación Simón Guggenheim. Formó parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte y coordinó diversos talleres literarios.
Publicó alrededor de una veintena de libros de cuento y narrativa. Recibió en 1993 el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores por su novela Los cerros azules, además del Premio Mazatlán de Literatura 2003, el Premio Internacional de Cuento de La Palabra y El Hombre 1992 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008, en el área de Lingüística y Literatura, entre otros.
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