Javier Peñalosa Castro
En un mensaje navideño que se difundió a través de la página web de la Presidencia, Enrique Peña Nieto volvió a derramar optimismo sobre el futuro del País y, valiéndose del viejo recurso de la Coca Cola y otras marcas exitosas, apeló al entorno de felicidad y bienestar con que suele asociarse a estas festividades.
En su mensaje, Peña dice que nuestra nación “está lista para despegar”, aunque supedita esta eventualidad al “impulso y la confianza de millones de mexicanos” y llama a “mantener la unidad y creer en México”, sin esbozar mínimamente las bases que existirían para compartir esa mirada optimista.
El de Peña, más parece un llamado a tener fe ciega en el grupo gobernante que él encabeza, y que en tres años ha acumulado, más que logros o aciertos, una sarta de errores, despropósitos y promesas incumplidas, al tiempo que se consolida como uno de los más corruptos de nuestra historia y uno de los más señalados por esta causa en el mundo.
Qué más quisiéramos los mexicanos que creer en un futuro promisorio, con mejores condiciones de vida para todos y una marcha hacia el desarrollo y la abundancia cercana a lo que preconiza el peñismo.
Ahora sí, de veras
Pareciera que quienes mandan en el País promueven reedición del salinismo, cuando se nos quiso hacer creer que estábamos a cinco minutos de la transición entre el tercer y el primer mundo, o de aquella Foxilandia inspirada a Vicente Fox por el Prozac y la visión calenturienta de Martita Sahagún, en donde la visión calenturienta del ranchero inculto vislumbraba un escenario con campesinos mexicanos arreglando los jardines de los más ricos en Estados Unidos y ejecutando el trabajo “que ni los negros” quieren hacer allá a cambio de algunos dólares que ayudaran a nutrir las remesas, tabla de salvación —junto con el petróleo— de los gobierno del propio Fox y de Calderón.
Desgraciadamente, y aunque se nos quiera hacer volver a comulgar con ruedas de molino. Hoy el precio del petróleo está por los suelos, en tanto que los ingresos por remesas han caído, y ello, aunado a la ineficiencia gubernamental han provocado una situación peor que en aquellas épocas, en tanto que la manía predadora de los regímenes del llamado neoliberalismo han arrasado con los bienes nacionales y han terminado con las conquistas laborales.
Cifras maquilladas
Periódicamente se anuncia con bombo y platillo que la inflación está más baja que nunca. Aunque sé que se trata de un comportamiento estacional (o lo que es lo mismo, un abuso propio de las necesidades de estas fechas), constaté personalmente que en la víspera de la Nochebuena el kilo de jitomate se ofrecía hasta en ochenta pesos por kilo en mercados populares como los de San Cosme y Mixcoac. Esos precios volverán a lo que dicta la cordura una vez transcurrido el Guadalupe – Reyes. Sin embargo, otros productos, como las gasolinas, tardarán en volver a niveles razonables, alineados con los de los mercados internacionales, a los que se apeló durante años para elevar los precios, o siumplemente se mantendrán los precios exorbitantes con cualquier pretexto.
Ya se remataron “exitosamente” las primeras concesiones petroleras, que ponen fin a la gesta de la expropiación petrolera de 1938, protagonizada por Lázaro Cárdenas del Río. Se salvó el último escollo —la llamada indexación— para mantener al trabajador que recibe el salario mínimo como peón acasillado, sin esperanza de mejorar ni de labrarse un retiro digno. Ya se sometió a los maestros a la voluntad del nuevo gerente de la Educación (como tal actúa el Niño Nuño, y no como el ministro de Educación que el País necesita) y sigue sin saberse en qué —además de la exhibición de “lagartijas de poder” de este oscuro personaje— consiste la mentada reforma.
¿Algo que presumir?
Entre los logros de la primera mitad del sexenio también está la resurrección de la Secretaría de la Función Pública, con el solo fin de exonerar a Peña por el escándalo de la adquisición de la llamada “Casa Blanca”, su residencia en las Lomas de Chapultepec con la intermediación de Grupo Higa, su contratista consentido, y se mantiene este elefante blanco que se había ofrecido desaparecer como premio a los servicios de su titular.
En esta línea, se cacarea la supuesta transparencia gubernamental, que queda en la fiscalización absurda de jefes de departamento, subdirectores y directores del gobierno federal para que presenten una y otra vez sus declaraciones de situación o modificación patrimonial mientras que los grandes tiburones se las apañan para burlar estos controles, como lo han hecho siempre.
Si no, que pregunten a los aliados de lujo del PRI, los impresentables integrantes del Partido Verde Ecologista de México, que una y otra vez son exonerados por sus trapacerías y a quienes, muy de vez en cuando, sólo se les molesta con una irrisoria multa. Como muestra, ahí está el caso de Arturo Escobar, premiado por el peñismo con una subsecretaría y denunciado penalmente por delincuencia electoral, quien pasó de perseguido a perseguidor como por arte de magia.
Otro de los “logros” que se cacarearán será la creación de la Secretaría de Cultura, con lo que se pone fin a un capítulo caracterizado por los desencuentros, las rencillas y las mezquindades del exsecretario Chuayfett hacia el nuevo titular de la flamante dependencia, Guillermo Tovar y de Teresa y, lo peor, hacia el fomento cultural.
La promoción de la educación y la cultura merecen eso y más. Ojalá a Tovar no le dé por centrar sus actividades en la evaluación de los artistas y el sometimiento de grupos y camarillas de artistas disidentes a través de la fuerza bruta y la franca represión.
En fin. Lejos de lo que se pretende hacernos creer, quienes manejan el gobierno están lejos de llevarnos hacia el añorado desarrollo económico y agilitar el tránsito de México al Primer Mundo.
En suma, se aceptan las buenas intenciones propias de la época, pero de eso a tomarlas en serio, media un abismo.