Teóricos y estudiosos serios de la Revolución Mexicana sostienen que el millón de muertos en el proceso armado fue otro de los mitos fundadores. Dicen que no pasaron de 150 mil.
Es un afirmación muy apegada a la realidad. Realmente, el hecho de armas de la Batalla de Celaya –que todo mundo reconoce fue la más encarnizada– produjo no más de cinco mil muertos.
Los demás fueron enfrentamientos medianos y pequeños en comparación con esa sangría que definió el triunfo de las estrategias de armas de gran calado de Obregón frente a la valentía a caballo de los Dorados de Villa.
Por ello, sacando cuentas reales, muchos investigadores nacionales y extranjeros se atreven a afirmar que la cantidad de cadáveres de la etapa más sangrienta de nuestra historia, apenas superó en muertos a la villanía de Felipe Calderón.
Datos conservadores sostienen que la “declaración de guerra” al narco del panista beodo –que así cumplió su “palabra” empeñada al gabacho para que apoyaran su candidatura en el 2006– abrió el vergonzoso escenario.
La confrontación armada desatada por el enano de Morelia, vestido de general de cinco estrellas y bajo un uniforme de campaña que lo hacía parecerse a Tontín, reportó una cifra cercana a 100 mil muertos, decapitados, baleados, desmembrados, ahorcados en el territorio nacional.
La infeliz llegada de los panistas al poder huele más a concesión y complicidad que a méritos propios. Sabe más a abandono de las responsabilidades del Estado que a reclamo popular por transición democrática.
El discurso ideológico de la Revolución Mexicana se quebró de un solo plumazo: la firma en 1986 del ingreso al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT). La liberalización del comercio, la elevación al 70% de las importaciones que ya no requerían de ningún permiso previo.
En medio de descalificaciones norteamericanas que cuestionaron la viabilidad del sistema político, a causa de –decían ellos– el narcotráfico, la corrupción y la ineptitud del gobierno mexicano, la firma consolidó al libre mercado.
A partir de ahí, la “vuelta de tuerca” a las políticas de industrialización y sustitución de importaciones puestas en práctica desde los veintes del siglo anterior, enmarcadas en el sonsonete del “crecimiento hacia adentro”, para pasar a la “promoción de exportaciones”.
Es decir, pasar a las políticas de privilegio de un reducido grupo de industriales –pues el apoyo a los productores agrícolas fue negado– de “calidad mundial”, casi siempre testaferros de foráneos para enriquecerse y empezar a formar el “club del uno por ciento” que acapara el ingreso y la riqueza.
Desapareció la rectoría del Estado
Decían que, forzados por la crisis de las finanzas públicas de 1982 (cuando los grandes financieros internacionales exigieron el pago total de sus pagarés a los jodidos) se retiró el Estado del escenario.
Se plegó el Estado a las exigencias de los prestamistas y se retiró totalmente de la producción para dejar el mercado a la iniciativa privada nacional y extranjera, así como todas las decisiones en la asignación de recursos productivos.
A partir de ahí, la rectoría del Estado –defendida furiosamente en los actos demagógicos de nacionalización de la banca en ’82– y sus planes de desarrollo se convirtieron en cuestiones del pasado revolucionario.
Los discursos nostálgicos de la Revolución se convirtieron en una mera formalidad institucional de la burocracia ilustrada. La estrategia del crecimiento giró en torno de abrir la economía para que el libre juego de las fuerzas del mercado “condujera al país hacia el desarrollo”.
El día que se firmó el Acta de Adhesión al GATT, el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, la Concamin, la Concanaco, la Coparmex y la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores (ANIERM) echaron las campanas a vuelo.
En un afán inusual para apoyar los actos de gobierno, declararon que “el libre comercio forzará a la planta productiva a volverse más eficiente y competitiva internacionalmente… lo que traerá grandes beneficios al pueblo…”.
La Canacintra se opuso tímidamente, ya que entre sus miembros de peso contaba con numerosos industriales pequeños y medianos que, a partir de ahí, verían disminuir su tamaño. Sólo se les había utilizado para crear el rimbombante Consejo Económico Empresarial.
El 18 de marzo de 1980 –día de la Expropiación Petrolera-- en un arrebato demagógico, JLP anunció la “decisión de posponer indefinidamente el ingreso al GATT” (a pesar de que un año antes había firmado la Carta de Intención del ingreso).
La idea era ser el “último presidente de la Revolución”- Entonces, anunció la creación del Sistema Alimentario Mexicano.
Subsidiar al productor agrícola para buscar la autosuficiencia alimentaria (los ingresos petroleros permitían ése y muchos más desplantes lopezportillistas), todo fue agua de borrajas, aunque en el fondo, el planteamiento era magnífico.
Le sirvieron el país en plato a CSG y secuaces
El Acuerdo del 23 de diciembre de 1982 firmado entre el gobierno –o lo que de él quedaba– y el FMI, a cambio de protección financiera ante la gran exigencia de ellos mismos, incluyó la “racionalización del sistema de protección industrial y productiva, para reducir su grado y liberar las importaciones”, lo que significó la muerte del proceso revolucionario.
A partir de ahí, el Estado de los abogados, desvalido, volteó hacia todos lados y se encontró con que los artífices de los nuevos tratos habían sido los economistas educados en Harvard, asesorados por los espías internacionales.
Como todos rodeaban a Miguel de la Madrid, se les entregó el poder. Arribaron Carlos de México y Joseph Córdoba, como su gran asesor áulico.
A partir de ahí creció el contrabando, el desempleo, el comercio informal y la pobreza en general. Se perdieron las bases económicas del sistema político mexicano y los equilibrios internos, los que hubieran sido.
En el PAN se fortaleció la corriente empresarial de Manuel Clouthier, un egresado del Consejo Económico Empresarial, y en el PRI la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas.
Un poco antes de concluir el sexenio pri-panista de Miguel de la Madrid, el 15 de abril de 1987, la Organización Mundial de Comercio, un órgano más agresivo, sustituyó al GATT (Seis años después Salinas se apuntó, infructuosamente, para presidirlo).
Como por arte de magia, los economistas harvardianos se abocaron en cuerpo y alma a armar el pomposo Foro Empresarial Iberoamericano celebrado en México. En el mismo, todas las organizaciones empresariales sostuvieron el fracaso de la intervención del Estado en la economía.
De paso, pusieron las bases para desmantelar el Estado.
Actualmente, ya no se puede intentar regresar al planteamiento de fortalecer a los productores agrícolas, producir excedentes para financiar a la industria y robustecer el sector servicios.
El margen presupuestal que sobra para hacerlo es menor a la cifra más ínfima que se requiera sólo para intentarlo. Se acabaron todo lo que había. No dejaron absolutamente nada.
El plato fue servido para Carlos Salinas y sus secuaces.
Nadie tiene derecho a apelar al olvido.
Si a alguien se traicionó fue al pueblo de México.
¿Lo hicieron por vocación de traidores o por ignorancia?
Ese es el debate pendiente.
Índice Flamígero: Recibo un correo de mi admirado don Rodolfo Villarreal Ríos lo que me halaga, pues soy lector habitual de su columna sabatina en la que abrevo de su conocimiento de la historia. La transcribo: “Hoy, al leer su columna, encontré un punto de vista con el no estoy de acuerdo. Cuando usted se refiere a quien fuera gobernador de Coahuila, Oscar Flores Tapia, lo llama analfabeto, algo que estimo no corresponde a la realidad. Si bien el gobernador Flores Tapia no poseía títulos académicos, era una persona con un conocimiento vasto de la historia de México, además de contar con varias publicaciones en otros géneros, tal y como se puede ver en el siguiente listado: Cuento: Los sueños del hombre, Resumen, Saltillo, 1961. || Te espero en el infierno, AEPS, 1962. || Ensayo: El hombre y el genio (en colaboración con Federico Berrueto Tamón e Ignacio Quiroz León), AEPS, 1956. || Infierno, purgatorio y paraíso de Dante Alighieri, SCM, Saltillo, 1965. || La provincia en la prosa y la poesía de Ramón López Velarde, SCM, Saltillo, 1967. || Juárez en la poesía, Pensamiento Político, 1972. || Tres grandes novelas de la Revolución: Campamento, Tropa vieja y Se llevaron el cañón para Bachimba, Novaro, 1975. || Novela: Vida, pasión y muerte de Cástulo Ratón, AEPS, 1949. || Herodes, Provincia, Saltillo, 1953. || La casa de mi abuela, AEPS, Escritores Coahuilenses, 1959. || Poesía: Retablos, Provincia, Saltillo, 1952. || Visión de México, AEPS, 1956. || Versos, AEPS, 1960. || Poemas, Recinto de Juárez, 1979. || Soneto de la rosa, Provincia, Saltillo, 1989 || Ensayos biográficos: Francisco I. Madero, y Miguel Ramos Arizpe || Fundador de Diario Resumen, Provincia, Pensamiento Político, Los Periodistas Dijeron e Imágenes. Fundador de la Asociación de Escritores y Periodistas de Saltillo. Miembro del SCM, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, del SCM del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas. Editor de cuatro cuadernos juaristas, las Memorias de Lerdo y de la Revista Coahuilense de Historia. Ensayos: El señor gobernador, autobiografía política || López Portillo y yo, historia de una infamia política || Coautor de El Hombre y el genio, estudio psicológico… No voy a decirle que dichos escritos eran como para aspirar a un Nobel, pero en lo particular he disfrutado con aquellos que he leído, además de en otros he encontrado información que me ha llevado a búsquedas subsecuentes para enriquecer el conocimiento. Respecto a lo que usted menciona de los huevos enlatados y camellos, permítame comentarle lo que yo escuche del gobernador Flores Tapia el 31 de enero de 1975. Acerca de la burla que le hacían por lo de los huevos enlatados, apuntó que ello había sucedido a raíz de que en una ocasión, en un desayuno, alguien le había presentado unas pruebas que había realizado enlatando huevos y de ahí surgió que él había propuesto eso. En lo concerniente a los camellos, efectivamente el gobernador Flores Tapia dijo que una posibilidad a explorar en el desierto coahuilense era utilizar camellos como medio de trasporte, y eso, nada tenía de nuevo. En la época juarista, Don Jesús Carranza Neira, el padre de Don Venustiano, había utilizado esos animales como medio de trasporte por aquellos lares. En lo que respecta a su actuación al frente del ejecutivo coahuilense, el gobernador Flores Tapia realizó un gobierno muy positivo para la entidad. Fue capaz de despertar al estado, transformó las ciudades, abrió el camino para la industrialización del estado y dejó una hacienda pública sana. Su salida tormentosa fue consecuencia de haberse equivocado en la sucesión presidencial al apoyar a Moya Palencia, algo que no le perdonó López Portillo quien en conjunción con los miembros de la iniciativa privada de Saltillo, utilizaron a Armando Castilla Sánchez, el propietario del diario Vanguardia, a quien la prensa nacional convirtió en adalid de la libertad de expresión, cuando en realidad no era sino un mercader de las noticias, y esto lo puedo asegurar con pleno conocimiento de causa. De que el gobernador Flores Tapia no era una hermana de la caridad, ni quien lo dude, tenía un carácter fuertísimo y ejerció el poder a plenitud. Sin embargo, tras de que fue defenestrado y una vez que pasó el furor en su contra, se convirtió en el único ex gobernador coahuilense que ha podido andar tranquilamente por las calles sin guaruras, ni nada y la población le demostraba su aprecio en varias formas, al tiempo que entablaba diálogos con gente de cualquier nivel socioeconómico, inclusive en ocasiones los domingos era factible encontrárselo en el DF en el mercado de Coyoacán cargando tremenda cesta mientras hacia sus compras. Así que don Francisco, en esta ocasión no concuerdo con su perspectiva. Pude no hacerle este comentario, pero hubiera caído en un acto cobardía al no dirigirme a usted y precisar lo que en algunos de mis escritos he plasmado al señalar que el gobernador Flores Tapia ha sido uno de los tres mejores gobernadores que ha tenido Coahuila a lo largo de su historia. Ya quisiéramos en estos tiempos tener gobernadores analfabetas, como usted lo califica, del calibre del gobernador Flores Tapia y que dejen una obra del tamaño que él legó en Coahuila. Le envío un saludo cordial. Rodolfo Villarreal Rïos.” Pues sí, no fue analfabeta don Oscar, pero lo demás queda confirmado.
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