A raíz de mi anterior articulo “El hombre ¡provocado!”, muchas personas se expresaron indignadas por la respuesta personal a una pregunta retórica ¿no votar sería una solución?, sobra decir que mi respuesta no fue del agrado de algunos, o muchos, y sinceramente esperaba tal reacción aun cuando una de las características más importantes del ser humano es la capacidad de razonamiento, y para ello es necesario primero el escepticismo y el cuestionamiento que iniciten el proceso del análisis en pos de la consciencia.
Más interesante resulta ser la crítica categórica, de manual, que muchos hacen sobre no votar, así como lo escribo, no votar, basados en una campaña bien inducida en la psique social, el argumento es sencillo, no votar es dar paso libre a los de siempre, en este caso a los partidos PRI, PAN y PRD, el porqué tiene una respuesta complementaria ya impuesta en esa misma campaña ¡en las democracias un sólo voto hace la diferencia!, y en términos muy, pero muy simplistas esto es totalmente cierto, pero aterrizados en la factibilidad ya no funciona así, y lo he expresado antes; en la ¡democracia mexicana! algunos votos valen más que todos los otros.
Mi argumento es; se ha implantado la idea que restringe la participación ciudadana a un sólo momento, a la cornucopia de una sola acción, a un sólo movimiento de nuestra mano esgrimiendo un marcador ante una serie de candidatos que no hemos escogido, que no conocemos, que no convencen, a veces sólo reconocidos por el símbolo de un partido, sin más información que la publicitada, y ante todo ajenos a la voluntad del pueblo, de esta manera el ciudadano se siente obligado a cumplir un acto cívico por demás totalmente manipulado, más por presión que por autentico conocimiento cívico y político, en resumen una engañifa monumental.
Miles de millones de pesos decoran la danza “electorera” de las mentiras y el engaño, empresas publicitarias, televisoras, encuestadoras, contratación de personajes populares, verbenas electorales, dinero bajo la mesa del crimen organizado, el empresariado, el clero, así como reportajes, anuncios, entrevistas a modo, intelectuales orgánicos vomitando loas y toda clase de violaciones electorales para al final, giremos la mirada al cielo engañándonos a nosotros mismos pensando que así funcionan la elecciones queramos o no.
El votar no es la única vía de participación ciudadana que existe, tampoco promover el voto, mucho menos hacerle propaganda a los candidatos, y definitivamente no es apuntalar la existencia de entes tan viciados como los partidos políticos, que ni son partidos y mucho menos políticos, tan sólo organizaciones mafiosas y demagógicas donde la necesaria democracia interna es desechada por mercadería mezquina de intereses y conveniencias de una jerarquía corrupta. La razón de ser de los partidos es mantener el control de la voz del pueblo, ejercer sus condiciones coaccionando el bienestar común y beneficiar a una oligarquía, engañar al pueblo pretendiendo ser el único enlace con el “poder”.
Lo peor de toda esta trama es el hecho de que somos nosotros, el pueblo, el verdadero poder, y que los partidos y candidatos son sólo meros mensajeros de la voluntad del pueblo, y también olvidamos que su existencia depende de nuestro reconocimiento como tales.
Imagine el amable lector ¿qué sucedería si de buenas a primeras la militancia de un partido ya no le apoyara?, pues algo así esta ya sucediendo, muchos militantes del PRD están por conveniencia o por convencimiento migrando su apoyo a morena. Esto ha causado alarma en la cúpula del PRD.
El anterior es sólo un breve ejemplo del poder del pueblo, no ha sido necesario votar, tan sólo la amenaza y coqueteo con otro partido ha sido suficiente para que decenas de perredistas V.I.P huyan y obtengan asilo en morena.
¿Da cuenta el lector de la capacidad ciudadana para poner en jaque el dominio de un ente tan viciado como una partido político sin necesidad de otra cosa que una amenaza velada?..
Ahora podemos plantear otro escenario imaginario, miles, decenas de miles de militantes de cada partido exigiendo a sus respectivos partidos la garantía de elecciones limpias, apegadas a una verdadera ley electoral que garantice la efectiva contabilización de cada voto emitido por cada elector en todo el país, la reconstitución urgente de un tribunal electoral realmente independiente, podríamos aventurarnos a especular que posiblemente en las cámaras legislativas, en donde se defienden más los intereses de grupos parlamentarios que las necesidades del pueblo, pondrían total atención en tal exigencia, pues de ello depende la existencia del partido.
Claro, esto no es más que un sueño febril puesto que está comprobado que los mexicanos somos incapaces de congregarnos en una causa política sin un liderazgo, ya sea un paro nacional, boicot comercial o no pago de impuestos, no hay manera de reunirnos en una acción sin liderazgo.
Y esto no es del todo culpa del mexicano común, es culpa de nuestra educación o ausencia de ella, y hablo de la educación política, pero no esa política rastrera, viciada, sucia y corrompida a la cual estamos acostumbrados, me refiero a la verdadera política, aquella que con tanto empeño el maestro Enrique Dussel (el más connotado filósofo actual) ha intentado enseñar.
Y podrán decirme analfabeta, ignorante, vendido, mediocre, pendejo y cualquier adjetivo calificativo, la realidad pura y diáfana reconocida por todos los actores políticos y ciudadanos es que las elecciones en México han sido y serán fraudulentas, y que las reformas electorales no sirven para otra cosa que cubrir esos fraudes.
Hoy sabemos que en el INE están por integrarse nuevos consejeros y que la cámara de diputados (bajo la directriz obviamente de sus líderes de bancada e intereses de partido) es la encargada de la selección, siendo tal de antemano amañada y pletórica de inconsistencias e influyentismo, todo gracias a la infausta ayuda de la partidocracia.
Es por ello que cuando un garbanzo de a libra como el diputado local independiente por Jalisco, Pedro Kumamoto busca reducir en miles de millones el financiamiento a los partidos, todos ellos hacen mutis y los más mafiosos le bloquean, ante una ciudadanía obnubilada y mal informada.
La iniciativa del señor Kumamoto (decirle diputado por segunda vez sería insultarle) condiciona el voto como forma de presión a los partidos, no hay voto no hay dinero, simple propuesta que abre una ventana muy importante al reconocimiento del valor de nuestro derecho a votar o no hacerlo, y no el ramplón eslogan de “sufragio efectivo” que con tanto denuedo nos han clavado en el cerebelo a modo de acción refleja.
Así, dentro de los actores que impiden el desarrollo de esta sociedad, los partidos son el primer obstáculo, nos han engañado como niños de pecho remitiéndonos y marginándonos a la sola acción del voto mientras ellos en nuestro nombre y aval nos dejan en cueros, será en el futuro cuando las generaciones de jóvenes den cuenta que antecediendo el voto y la voluntad son necesarios el conocimiento teórico y la consciencia social, esenciales en una política común, para abrir los ojos y ejercer el verdadero poder sin “pinches” intermediarios holgazanes y estafadores.
Tristemente esto no sucederá pronto, aún existen millones que condenan, castigan, tuercen y manipulan las opiniones diferentes, las criticas y denuncias al sistema corrupto establecido, los que menosprecian la labor valiente de quienes se declaran y firman hartos de un estado corrupto no creyendo en fórmulas salvíficas elaboradas con los mismos ingredientes y los mismos protagonistas de siempre, por ello bien haríamos en recordar que exponer, acusar la corrupción del estado ha costado la vida de muchos, incluidos Ricardo Monlui Cabrera (columnista, periodista veracruzano) y Miroslava Breach Velducea (corresponsal del diario La Jornada).
Y desde luego no es, como dicen muchos, quejarse desde la comodidad de una silla, es el trabajo constante pero poco, muy poco reconocido de quienes de frente han puesto el dedo en la llaga constantemente, de quienes han levantado ámpula en el sistema cotidianamente, el valor de quienes se atreven a publicar letras, palabras inquietantes siempre en congruencia con sus propios ideales libertarios, humanistas, y que tarde o temprano revestirán de consciencia a una o dos personas por más ignorancia e indolencia retozando a sus anchas en esta sociedad extraviada, no son tan sólo marchas, plantones, gritos o militancias, todos han tenido su raíz en la valentía y pundonor de unos cuantos que han expresado una opinión divergente a lo establecido, de esos que se atreven a escribir y levantar la voz colocando al alcance y escrutinio del público materia para cuestionar, entender y actuar en consecuencia.
Porque finalmente se trata de saber ser ciudadano y no sólo votar para que lo hagan a uno pendejo.
-Victor Roccas.